Hacia una comunicación eficaz. Pautas para entrenadores

La comunicación está en la base de casi todas las tareas que un entrenador realiza. Se puede argumentar que, después de tomar decisiones, es lo que un entrenador hace con mayor frecuencia. Al ser una tarea tan central, se torna indispensable que esa comunicación resulte eficaz.

La comunicación eficaz está basada en enviar, recibir y responder mensajes; en ser capaces de enviar mensajes claros y específicos y ser abiertos a escuchar y recibirlos; en poseer tanto claridad para hablar como capacidad para escuchar y comprender realmente lo que a uno le dicen; en poder compartir adecuadamente lo que uno quiere expresar como en captar lo que el otro participa de lo que experimenta.

El proceso comunicativo es eficaz cuando el receptor interpreta el mensaje del emisor de la forma en que éste lo hizo y pretendía, cuando el otro se siente entendido. La comunicación eficaz genera que las personas sientan que sus necesidades están siendo satisfechas y promueve el respeto y la confianza mutua.

Comunicarse eficazmente supone un verdadero compromiso, muchas veces no es una tarea tan sencilla, requiere esfuerzo y una dedicación específica al asunto, Muchas veces uno está cansado, frustrado, con muchas cosas en la mente y es difícil centrarse de modo puntual en analizar cómo está enviando mensajes, si estos realmente están llegando, y ni hablar de cómo está recibiendo lo que los demás pretenden comunicar. Ante malos entendidos, es mucho más fácil echar la culpa a los demás.

Lo positivo es que la comunicación es una conducta humana y, como tal, se puede entrenar y mejorar. El desafío de entender y hacerse entender es uno de los aspectos lindos que hacen a lo que es ser entrenador, pero requiere una actitud inicial de apertura a mejorar y, como se señaló, encarar el tema de manera concreta.

En éste artículo se pondrá particular énfasis en una fase del proceso comunicacional, aquella que consiste en emitir mensajes. Saber escuchar es igual de importante y tal vez más desafiante, pero en esta ocasión se tocará la parte que los entrenadores están más acostumbrados a hacer: hablar (aunque también cabe resaltar que comunicar es mucho más que eso).

Existen numerosas pautas y consejos para mejorar el envío de mensajes. Acá se presentarán solo algunas. Las primeras pueden ser consideradas, en realidad, condiciones previas que asientan una base para una comunicación eficaz. Hacia el final se señalarán un par de técnicas concretas que resultan valiosas como herramientas ante situaciones específicas.

Estableciendo las bases para la comunicación

Poseer una sólida filosofía

El primer paso empieza, en verdad, mucho antes de estar parado frente a un jugador o un grupo para dirigirle la palabra. Consiste en tener en claro qué es lo que uno va a transmitir. Esto hace referencia a algo considerablemente más profundo que una simple indicación de «hagan esto, hagan aquello.» Sino pensar qué es lo que yo quiero que aprendan estas personas. Mucho más allá de los fundamentos del juego del voleibol o de sus más finos secretos, ¿qué valores quiero inculcar? ¿Qué quiero que se lleven para su vida y para su relación con el deporte? Esto requiere estar asentado sobre una base filosófica clara que sostenga mi práctica como entrenador.

Se puede decir que la filosofía está formada por las creencias o principios que sirven como guía para la acción; como tales, ayudan en la toma de decisiones y organizan las prioridades. Que estos valores guíen tu conducta diaria, la actitud que adoptas frente a la comunicación y la conducta real que exhibes. La filosofía personal está basada en las cosas que consideramos que son realmente importantes, por tanto, impacta en todo lo que hacemos, desde la manera que tenemos de ver al mundo y a las personas, la dirección que le damos a nuestra vida, hasta nuestros objetivos deportivos y las metas de los grupos con los que trabajamos; además refleja la concepción de lo que uno cree que es su rol como entrenador. Una sólida filosofía va a orientarnos en qué comunicar y en cómo interpretar cada situación que enfrentamos para, a través de la comunicación, trasmitir las enseñanzas que queremos legar.

Credibilidad a través de la consistencia

Otra condición indispensable para una comunicación adecuada es que la relación entre las personas sea de confianza. Para esto, es fundamental ser creíble, sino el mensaje difícilmente llegará. Hay varias cuestiones, desde la comunicación, que se pueden hacer en esta dirección.

Ser coherente y consistente. Lo esencial acá es cumplir con lo que se dice que se va a hacer y no prometer cosas que se sabe que no se van a cumplir. También ser consistente en la forma de proceder ante situaciones similares (por ejemplo, sostener el mismo criterio a la hora de hacer cumplir normas y reglas del equipo sin hacer excepciones difíciles de fundamentar). Esto pavimenta el camino de la comunicación porque genera un ámbito de confianza y de estabilidad, donde se sabe qué esperar y uno tiene en claro cuáles son las conductas valoradas.

Cuestiones como insistirle a un jugador que está jugando bien, pero nunca ponerlo en el equipo, va a ser percibido por el jugador como una incoherencia («me está chamuyando») y esto va a afectar la relación. En todo caso, va a ser necesario abordar y aclarar esa situación con sinceridad para que el jugador entienda dónde está parado realmente.

Entender la importancia del lenguaje no verbal y desarrollarlo para que sea congruente y consistente con el verbal. La comunicación no verbal y el paralenguaje son todo aquello que acompaña las palabras que son dichas. Esto va desde el tono de voz, las inflexiones, el volumen al que se habla, hasta la postura, la presencia corporal, el uso del espacio (la distancia física con los interlocutores) y el contacto físico. Estos componentes de la comunicación pueden asistir y reforzar los mensajes o los pueden contradecir y descalificar. Por ejemplo, no es lo mismo exclamar, «¡Bien! Sigan así,» como un aliento enérgico, genuino y espontáneo mientras se mira de frente y se aplaude al mismo tiempo, que decirlo con tono de ironía, mirada despectiva y retrayéndose físicamente de la situación. Aunque tal vez tarden un tiempo, los jugadores, interpretando la comunicación no verbal, eventualmente captarán cuánta sinceridad hay en las palabras del entrenador y esto, obviamente, afectará la comunicación futura. Entonces, es clave comprender que muchas veces el cómo se dice tiene tanta o más importancia que lo que se dice.

Ser un buen modelo. El entrenador predica a través del ejemplo. Si los jugadores lo ven como alguien para respetar, o incluso, admirar, escucharán lo que tiene para decir. Entonces, su forma de manejarse respecto a asuntos como las normas del equipo (por ejemplo, respeto de horarios), el trato con las demás personas (padres, dirigentes, autoridades, jueces, etc.), la actitud ante el entrenamiento (entusiasmo, intensidad), la reacción ante adversidades (derrotas, errores arbitrales), etc., hará que ellos quieran comportarse como él (o ella), o no. Es decir, hará que ellos realmente escuchen, o no. Si el entrenador les dice que no hay que reaccionar ante los errores del árbitro, pero no demuestra control en los partidos, los jugadores rápidamente aprenderán que ellos tampoco tienen que hacerlo. Su conducta va a «hablar» más fuerte que sus palabras y los jugadores «escucharán» lo que resuene con mayor volumen.

Controlar sus emociones. Esto se puede considerar como parte de ser un buen modelo, de hecho, el último ejemplo lo ilustra, pero es algo tan importante que es una pauta en sí misma. Es muy importante que los entrenadores logren que su estado emocional no interfiera en su conducta, en general, y en los mensajes que se quieren transmitir, en particular. Cuando los entrenadores pierden el control, el elemento emocional de la comunicación puede anular el elemento de contenido. Por ejemplo, al pedir un tiempo técnico, es importante evitar que los vaivenes emocionales del partido interfieran en el análisis del juego y que los comentarios sean más una expresión de esas emociones que indicaciones orientadas a mejorar el rendimiento y, eventualmente, ganar el encuentro. De esta manera difícilmente llegue un mensaje adecuado y con el tiempo deteriorará la relación, que es el marco necesario para una comunicación efectiva. Si el entrenador «explota» con frecuencia, va a ser difícil que pueda tener una conducta coherente y también afectará la relación porque los jugadores tendrán temor a que la próxima erupción sea con ellos.

Por supuesto que controlar las emociones y mantenerse calmado en situaciones de presión es más fácil de decir que de hacer, por ello los entrenadores pueden llegar a necesitar trabajar ese aspecto específicamente.

¡Relación, relación, relación! Esta palabra ya apareció varias veces en el artículo. Invertir en desarrollar una sólida relación con los jugadores es invertir para que la comunicación sea fluida, es crear el marco para que los mensajes fluyan. Los puntos anteriores van todos en esta dirección, como así también lo es mostrar un genuino interés por los jugadores como personas o cuestiones más específicas como fundamentar las decisiones o explicar los motivos por los cuales se espera que los deportistas realicen ciertas conductas. Todo esto ayuda a que ellos sientan que son respetados y tratados con madurez y, de esta manera, van a estar receptivos a los mensajes.

Técnicas específicas

Como se señaló, hasta acá se presentaron algunas consideraciones previas que, si se cumplen, facilitan la comunicación cotidiana. A continuación se explican unas pautas de conductas más concretas que ayudar a afrontar situaciones puntuales.

Críticas constructivas: La técnica «sándwich»

Dentro de la comunicación, una de las tareas que realiza con mayor frecuencia un entrenador es corregir a sus dirigidos, por esto es de vital importancia poder hacerlo de un modo constructivo, ya que cuando alguien comete un error anticipa que va a recibir un comentario negativo y tiende a cerrarse a la comunicación, a no querer escuchar. Existe un método, ya bastante difundido, pero no por ello menos efectivo, para cuando se busca corregir errores que, por su estructura, ha sido denominado «sándwich.» Este método empieza con un comentario positivo que pone a la persona más receptiva al mensaje. Es útil ya que ayuda a los jugadores a enfocarse en la corrección y les fortalece la confianza al mismo tiempo.

Consiste en los siguientes pasos:

(+) Positivo: empiece encontrando y diciendo algo positivo que el jugador ha hecho, sin importar cuán pequeño sea. Esto aumenta la autoconfianza, refuerza las conductas que quiere que repitan y es una buena manera de captar su atención. Además, hace que el entrenador reconozca que una parte (o gran parte) de lo que el jugador hizo estaba bien.

(-) Corrección: introduzca la corrección o instrucción focalizándose en las alternativas positivas que puede realizar a futuro. Ésta es la parte crucial y distintiva de éste enfoque. No se detenga demasiado en el error, eso ya no se puede cambiar, dígales qué hacer «la próxima vez.»

(+) Positivo: finalice con unas palabras de aliento y confianza. Esto los estimula a intentarlo de nuevo y les hace saber que usted tiene la confianza en que lo van a hacer correctamente.

Armándolo todo: «Romina, hiciste un muy buen contacto con la pelota en ese saque (+), ahora intenta lanzarla un poco más alto (-), al hacerlo vas a poder agarrarla más arriba y estoy convencido de que tendrás un saque más agresivo (+).» «Buena lectura de la jugada, Matías (+), en la próxima asegúrate de llegar antes a la pelota (-), vas bien, estás tomando buenas decisiones y te estás esforzando por mejorar (+).»

Para captar la atención de alguien suele ser muy útil empezar llamándolo por su nombre, esto también facilita la apertura al mensaje. Además, aunque a veces sea difícil acostumbrarse, es conveniente evitar el uso de «pero» o «sin embargo» al dar la corrección, porque eso puede poner a quien recibe el mensaje a la defensiva provocando que se cierre a la comunicación ya que presiente que lo van a retar. Incluso puede ser mejor pensar en la corrección como una «instrucción a futuro,» más que una corrección, porque esto último puede llevar a centrarse excesivamente en el error, que es lo que se quiere dejar atrás para poder aprender y mejorar.

Cambios de conducta y enfrentar conflictos: La discusión asertiva

Parte de las responsabilidades del entrenador incluyen confrontar a jugadores y sugerir o indicar cambios de actitud o conducta ante situaciones que se consideran que están perjudicando a esa persona o al equipo (interfiriendo con sus objetivos). Que un entrenador cuente con muchos conocimientos psicológicos no quiere decir que nunca critica o reprende a sus jugadores. Justamente, ese saber le permite hacerlo de la manera más efectiva. Logrando que el mensaje llegue, pero sin deteriorar la relación y la confianza.

La fórmula para la discusión asertiva está diseñada con el fin de transmitir claramente el mensaje mientras uno se mantiene sensible y con tacto, mostrando respeto por el otro. Este método también permite que uno se focalice en el problema y no se «vaya por las ramas.» Es importante mantener en claro que lo que uno busca es cambiar una(s) conducta(s) o actitud(es) y no a la persona, que es muchísimo más difícil. Además, es útil para que quede claramente delimitada la diferencia entre los hechos y las opiniones.

Consiste en los siguientes pasos:

  • Describir la situación: Describa el problema/conducta/preocupación lo más objetivamente posible y defínalo con la mayor precisión posible ante la otra persona, evitando, entre otras cosas, realizar un juicio condenatorio. La claridad en la definición de la situación es esencial para la comunicación efectiva, asegura que las personas están hablando de lo mismo.
  • Expresar sus sentimientos: Exprese cómo le hace sentir la situación con la mayor honestidad que pueda. A veces es difícil entrar en contacto con los sentimientos que se despiertan ante determinada situación, por esto es también importante planificar lo que se quiere decir y reflexionar sobre cómo nos sentimos al respecto.
  • Especificar los cambios que le gustaría que sucedan: Explique a la otra persona, en términos de conductas, qué preferiría que cambie.
  • Consecuencias: Dígale a la persona las consecuencias que puede esperar si realiza (o no realiza) los cambios indicados. Lo ideal es explicar lo que va a pasar en cada caso ya que la persona tiene la posibilidad de elegir entre una conducta y otra conociendo las consecuencias que pueden traerle. Aunque éste paso, así presentado, puede dar la impresión de que hay que utilizar amenazas, ésa no es la intención. Las consecuencias pueden ser simplemente «si esto no cambia vamos a seguir peleándonos una y otra vez, así que tenemos que encontrar una solución.»

Armándolo todo, las palabras que se pueden usar serían algo así: «Cuando [hacés, o pasa, tal cosa] me siento [así] o pienso [esto]. Me gustaría/Preferiría que [hagas tal otra cosa]. Si lo hacés [va a pasar esto].»

Ejemplos: «Cuando faltás a los entrenamientos sin avisar ni dar explicaciones me enfado ya que pienso que no tenés el nivel de compromiso necesario para integrar éste equipo. Si éste mes faltás una vez más sin avisar no jugarás por el resto de la temporada.» Aunque esta fórmula parece ser útil sólo para situaciones de conflicto donde se deben dar advertencias o amenazas, también se puede realizar de forma más positiva: «he notado que últimamente te estás esforzando mucho en los entrenamientos y me alegra ver estos cambios. Si mantenés esta conducta te voy a poner cada vez más minutos en cancha.»

Aunque la eficacia de técnicas recién las expuestas ha sido repetidas veces demostrada, tal vez a algunos les resulte un poco difícil de aceptar que ellas puedan ser efectivas, algunos argumentan que la comunicación debe ser sincera y por eso debe ser espontánea, y que algo tan esquematizado va a sonar «falso.» Esto último tiene gran parte de verdad, si suena a algo preconcebido y forzado no va a parecer sincero. Por ello, puede ser necesario practicar con estas técnicas y, sobre todo, adaptarlas al estilo propio para que salgan naturales. Al principio, quizá uno esté demasiado pendiente pensando en cada paso de la técnica, pero cuando ya lo naturaliza como un recurso propio pasan a engrosar el bagaje de herramientas que uno posee para llegar a ser el entrenador que quiere ser y tener una sana comunicación con las personas con las que trate.


Éste artículo fue publicado originalmente en Volley Attack!

Carlos Giesenow
Carlos Giesenow
Licenciado en Psicología en Cima Performance | cima@cimaperformance.com

Licenciado en Psicología por la UBA con estudios de posgrado en Psicología clínica y Psicología del deporte. Ha trabajado con deportistas de alto rendimiento de selecciones nacionales de Argentina y colabora con el Servicio de Psicología del deporte en el CeNARD. Director de Cima Performance, asesor de Mario Crisci Golf Academy, fue miembro del Departamento de Psicología Deportiva del Fútbol Amateur en la Asociación Atlética Argentinos Juniors y actualmente integra el cuerpo técnico de las Selecciones Juveniles y Menores de la FeVA. Cuenta con experiencia docente en diferentes universidades de Argentina, integró la Comisión Directiva de la APDA y es miembro de la AASP. Realiza presentaciones en congresos, capacitaciones para distintas federaciones deportivas y talleres de capacitación y entrenamiento en el ámbito corporativo. Es autor de los libros Psicología de los equipos deportivos (2007) y Entrenando tu fortaleza mental para el deporte (2011).