Mensajes que construyen confianza. La comunicación del entrenador durante los partidos

Los fines de semana la escena es, tal vez, tristemente familiar. El entrenador frustrado, quizás desencajado, gritándole a sus dirigidos, que aparentemente no están teniendo una actuación acorde con las expectativas, palabras que, por el estado anímico imperante, seguramente no están en condiciones de escuchar. Esta situación, que puede tener, de un lado u otro, protagonistas de ambos géneros, no es tan infrecuente como probablemente quisiéramos.

El asunto de la comunicación por parte del entrenador durante la competencia no es un tema menor. En los partidos se depositan todas las expectativas del trabajo desarrollado y es una lástima que se desperdicie por una mala gestión de parte de quien se espera que lidere a su equipo hacia el logro de los objetivos (tanto de juego como de resultados). Por ello, en éste artículo se centrará el análisis mayormente en lo que sucede con la comunicación durante los encuentros, aportando algunas ideas y pautas para mejorar dicho proceso.

Tenga en claro el objetivo principal

Durante los encuentros, los entrenadores emplean la comunicación para múltiples propósitos: transmitir decisiones, instrucciones y órdenes, hacer ajustes tácticos o técnicos, aportar soluciones, motivar, regular el estado emocional de los jugadores, alentar, dar confianza, focalizar la atención, etc. Todo esto tiene como fin último mantener o modificar lo que está sucediendo en el juego. Sin embargo, a veces la comunicación se vuelve ineficaz, o incluso negativa y destructiva. Como primera pauta fundamental es importante recordar que la principal función de la comunicación por parte del entrenador es que el jugador consiga y sostenga su mejor estado posible para jugar y competir. Pese a lo obvio que suena esto, muchas veces la actuación del entrenador se transforma en un simple desahogo de su estado anímico, una profusa exhibición de gritos, reclamos y lamentos que únicamente están al servicio de su catarsis personal.

Adopte el enfoque adecuado

Está claro que los partidos de voleibol tienen diferentes instancias que requieren por parte del entrenador un enfoque diferente a la hora de comunicar: antes del partido, durante el juego en sí, en los tiempos muertos (incluso puede ser diferente si fue un tiempo técnico con el equipo arriba o abajo en el marcador o un tiempo de descanso solicitado por el equipo rival o por el propio entrenador), y después del partido. Más allá de esto, como pauta general, se puede abordar éste asunto resaltando que en el deporte existen dos tipos de enfoques o mentalidades:

  • Mentalidad de entrenamiento. Es la analítica, crítica, cuestionadora, la que disecciona cada acción en todos sus componentes y busca la perfección en cada parte del gesto técnico. Hace que aprovechemos al máximo nuestro día de entrenamiento y permite los progresos.
  • Mentalidad de confianza. Es la que va a hacer que el deportista se suelte para rendir al máximo, donde solamente responde a lo que sucede en el juego confiando en su capacidad y ya no piensa en la mecánica de los movimientos ni se plantea si está haciendo lo correcto, solo ejecuta (con las herramientas técnicas que haya desarrollado hasta ese momento). Permite actuar más en automático, libre, sin tanto control consciente ni juicio sobre las acciones, simplemente fluyendo con el juego.

Es importante que los entrenadores tengan en cuenta estas diferencias a la hora de dirigirse a sus jugadores. En el entrenamiento se puede poner más énfasis en los errores, trabajando para pulirlos, por eso se adopta un enfoque más crítico. En los partidos, en cambio, es preferible que el entrenador sea el fan número uno de su equipo (y no el barrabrava en el que se suele convertir), brindándoles lo que necesitan para sacar lo mejor de sí (a veces puede ser una palabra de aliento, una indicación técnica directa, pero también posiblemente un reto si se juzga que los problemas son debido a una cuestión actitudinal). Además, es fundamental que sus intervenciones vayan apuntadas a dar respuestas, brindar seguridad y convicción. Para esto, conviene dar instrucciones directas orientadas a la acción inmediata (mantenerse en el presente, en el punto por punto), mostrando compromiso con el plan de juego planteado y aportando soluciones.

Si bien el proceso en la cabeza del entrenador puede (y tal vez debe) ser de análisis, crítico, evaluando opciones y alternativas, a la hora de comunicar es indispensable que transmita no solo convicción en lo que dice, sino en las posibilidades de que los jugadores lleven a cabo esas acciones. Transmitir una firme y cálida convicción de que «pueden hacerlo».

¿Qué hacer con los errores? Durante los partidos es conveniente enfocar siempre en la solución. Como se señaló, en los entrenamientos tal vez haya tiempo para analizarlos, explicar a qué se deben, evaluar alternativas, etc., en los partidos es necesario dejar los errores atrás, focalizar en la corrección, en la manera adecuada de hacerlo y pasar al siguiente punto. En los partidos lo importante es siempre el «ahora», el punto que se está jugando, lo anterior ya pasó y es irremediable. Resaltar los errores es volver al pasado y genera dudas y bajones en la confianza.

Muéstreles la cara que necesitan ver

Cuando el entrenador grita, critica, presiona, o hasta humilla a sus jugadores, les transmite inseguridad, ataca su autoconfianza (y posiblemente su autoestima). Algunos lo justifican argumentando que están buscando que aprendan a jugar bajo presión. Si esto es lo que quiere desarrollar, hágalo durante los entrenamientos con ejercicios específicos y también asegúrese de brindar las herramientas necesarias para que puedan desarrollar esa capacidad, sin exponerlos a algo que tal vez no sepan manejar. Ya es suficiente con el estrés y los nervios que la competencia despierta por sí misma. ¡Los jugadores no necesitan un rival más en su propio banco de suplentes!

Durante los partidos es más efectivo transmitir la imagen que los jugadores necesitan para sacar lo mejor de sí, una base segura en la cual se puedan apoyar. Para exagerar, después de un error tonto capaz usted quiere tomar del cogote al jugador, pero ¿es esto lo que él necesita para rendir mejor, o simplemente le sirve a usted para ventilar su enojo? Ni hablar de que la idea, particularmente con jugadores jóvenes, es que disfruten y se encariñen con el voleibol. Entonces, ¿al servicio de quién están los mensajes que usted transmite durante los partidos?

Relacionado con esto, lo más recomendable es dejar a un lado las ironías. Si bien pueden ser un recurso en alguna situación eventual, acá no es el momento para eso. Dejan al jugador confundido, desconcertado, sintiéndose un tonto (que es lo que uno generalmente quiere cuando es irónico, pero no es lo más productivo para el equipo) y hasta traicionado por quien más lo debería apoyar. Puede ser un recurso ocasional para llamar la atención durante un entrenamiento, pero no un estilo habitual de hacer las cosas, menos durante los partidos.

Sea un modelo positivo

El entrenador es el capitán del barco, el referente al que recurrirán en los momentos de adversidad. Aquel que se descontrola ante errores de sus jugadores o fallos del juez con los que no concuerda actúa como un pésimo modelo de compostura y control emocional. Sobre todo en edades formativas esto tiene una influencia poderosa. La cuestión sobre qué y cómo comunicar durante la competencia es una pregunta sobre qué quiere transmitir y qué quiere que sus jugadores aprendan: si control, serenidad, seguridad y dominio de la situación, o descontrol, nervios y actitud derrotista o de víctima.

Otra idea fundamental es poner el acento en las fortalezas propias más que en las de los rivales. Si la mayor parte de los mensajes están referidos a tener cuidado con todos los diferentes aspectos del juego del oponente parece que estamos jugando contra un equipo invencible y que no estamos a la altura. Acá la clave es poner el acento en lo que nuestro equipo puede y va a hacer durante el partido (con ese grado de convicción «esto es lo que vamos a hacer»). En éste sentido el entrenador también es un modelo de cómo construir confianza en nuestros propios recursos. Por lo tanto, es importante generar y transmitir la actitud que se desea que adquieran desde el inicio del juego y mantenerla ante las dificultades. Probablemente sea necesario actuar de modelo en esto hasta que los jugadores adopten dicha actitud y tomen la posta.

No es solo qué se dice, sino cómo se dice

Otro aspecto para prestar particular atención es la comunicación no verbal y el llamado paralenguaje, es decir, todo aquello que acompaña las palabras (los tonos, el volumen, la velocidad del habla, los gestos, el lenguaje corporal, etc.). Los jugadores suelen prestar mayor atención a los gestos que a las palabras. Por ejemplo, si se les pide calma, se debe acompañar esto transmitiendo el mensaje de la manera adecuada; es difícil que sea creíble el mensaje del entrenador que les pide que estén «tranquilos» a los gritos y saltos.

De igual manera, es fundamental adaptar el mensaje y su formato a la situación. Por ejemplo, la información que se aporta durante los partidos necesita ser breve, concreta y clara, acorde con lo que está pasando en el juego, difícilmente sea momento para largos discursos.

En definitiva, en éste artículo se resaltan solo estos cinco puntos, pero se hace evidente que existen determinadas habilidades que el entrenador necesita desarrollar para poder gestionar adecuadamente los partidos desde la comunicación, porque a lo mejor es el más lúcido a la hora de comprender lo que está sucediendo, el más preciso al diagnosticar los errores y el mejor estratega al momento de tomar las decisiones y plantear los partidos, pero si no sabe transmitir toda esa sabiduría, de poco servirá. Por tanto, es primordial saber leer el estado emocional y de activación de los deportistas para elegir qué intervención será más efectiva en cada jugador. Acá la empatía es fundamental. También la capacidad para autorregularse emocionalmente será crucial para ser consistente, tanto en los éxitos como ante los fracasos, que es el paso indispensable para ser creíble en sus intervenciones y para desarrollar un liderazgo que los jugadores elijan seguir.


Éste artículo fue publicado originalmente en Volley Attack!

Carlos Giesenow
Carlos Giesenow
Licenciado en Psicología en Cima Performance | cima@cimaperformance.com

Licenciado en Psicología por la UBA con estudios de posgrado en Psicología clínica y Psicología del deporte. Ha trabajado con deportistas de alto rendimiento de selecciones nacionales de Argentina y colabora con el Servicio de Psicología del deporte en el CeNARD. Director de Cima Performance, asesor de Mario Crisci Golf Academy, fue miembro del Departamento de Psicología Deportiva del Fútbol Amateur en la Asociación Atlética Argentinos Juniors y actualmente integra el cuerpo técnico de las Selecciones Juveniles y Menores de la FeVA. Cuenta con experiencia docente en diferentes universidades de Argentina, integró la Comisión Directiva de la APDA y es miembro de la AASP. Realiza presentaciones en congresos, capacitaciones para distintas federaciones deportivas y talleres de capacitación y entrenamiento en el ámbito corporativo. Es autor de los libros Psicología de los equipos deportivos (2007) y Entrenando tu fortaleza mental para el deporte (2011).