Diego Cairus: «el poder de ser buen entrenador está en uno mismo»

Continuando con la entrevista a Diego Cairus, en esta segunda y última parte comparte sus experiencias como entrenador y habla de los proyectos que impulsa como presidente de la Asociación Uruguaya de Voleibol.

¿Cuál fue el primer equipo que entrenaste?

Fue un grupo de amigos del Club 25 de Agosto en el gimnasio del IAVA. Todos amigos, yo jugaba y dirigía.

¿Cómo resultó entrenar a gente de tu misma edad? Sé por experiencia que puede ser difícil.

Ese es un tema interesante y está relacionado con una idea predominante de que haber sido jugador acredita o desacredita a un entrenador: «Éste no jugó nunca.» «Éste no le ganó a nadie.» Yo considero que es un grueso error, quiero ser bien claro y es un mensaje que quiero dar: es un disparate eso de que el buen entrenador tiene que haber sido buen jugador, un disparate. Pero en las circunstancias actuales haber sido un jugador destacado suma, eso te lo puedo asegurar.

Te miran de otra forma…

Exactamente, y más porque lo podía demostrar. Yo le decía a un jugador que tenía que poner las manos de tal forma para bloquear, les pedía a otros que atacaran y demostraba lo que había explicado cinco minutos antes. Y era igual con todas las técnicas. Cuando uno demuestra es una ventaja grandísima para lograr la credibilidad de los jugadores, que siempre están «midiendo» tu capacidad y viendo cuando te van a ganar alguna. Entonces el técnico ejecutante siempre tiene un plus; lo que me permitía a mí estar jugando todavía a alto nivel (por lo menos el de acá en Uruguay) era que me ganaba el respeto de los jugadores.

En ese sentido no fue para mí un escollo dirigir a gente de mi edad e incluso mayores que yo. La verdad que fue una experiencia brutal. Y después cuando estuve en Nacional ya tenía gente más joven.

¿En qué año estuviste en Nacional?

Éste es un recuerdo que de verdad me emociona. Yo volví en el 2006 a jugar a Nacional y salimos campeones del Clausura de LIVOSUR. Tiempo después, el queridísimo Román Correa (hoy fallecido) me dice que por obligaciones laborales tenía que hacer un curso de inglés, y como yo era referente y capitán del equipo me pregunta si podía hacerme cargo durante el año que él iba a estar estudiando. Y así fue que en el año 2008 empecé a dirigir a Nacional.

¿Así que de entrenador de un grupo de amigos pasaste a entrenador de Nacional?

Ah no, era más complicado que eso. Yo jugaba en 25 de Agosto, dirigía en 25 de Agosto y en Nacional.

Serían ligas distintas, supongo…

Al principio sí, ninguna relación entre ellas. Pero sucedió que con 25 de Agosto clasificamos para las finales de la Superliga y me quedé sin jugar ni dirigir. Ese partido entre 25 de Agosto y Nacional fue en la cancha de Bohemios y ninguno de los equipos tenía técnico porque yo era el técnico de los dos.

La multitarea y el multiempleo son típicos de los entrenadores en Uruguay.

¡Ah sí! Es más, ese día ni siquiera fui a ver el partido porque ya había empezado a trabajar en vóley de playa y estaba en un torneo de juveniles con mi hijo Renzo y Mauricio Santiago. Entonces tenía el vóley de playa y mis dos equipos jugando en la liga, todo un lío fue.

Me lo imagino complicado. Vos lo contás y es una anécdota pero es complicado tener dos o tres equipos bajo tu responsabilidad. Si no se cruzan de pronto lo podés gestionar, pero si ocurre como en éste caso…

Nunca lo pensé, le tenía tan poca fe al 25 de Agosto y llegó a las finales [risas]. Se anotaron para la Superliga y yo les preguntaba si estaban seguros de tener el nivel para jugar. Con Nacional sabía que íbamos a entrar en las finales. Se anotaron igual y no me preguntes cómo, pero cuando me di cuenta estaban entre los cuatro primeros. Después me tomaban el pelo, me decían «Nos dejaste tirados.» Fue cómico.

¿Situaciones como esa no evidencian una falta de organización? Más allá de la multitarea y el multiempleo, sería saludable en muchos aspectos que hubiera un entrenador por equipo.

Y sí, pero el Uruguay se ha prestado desde hace muchísimos años a que todos jueguen en cualquier lado. No en vano me viste a mí en un montón de equipos diferentes; aunque empecé de grande, era como un chico y quería jugar a todo.

Como todos cuando empezamos. Nos decían que había partido «en donde el diablo perdió el poncho» e íbamos y jugábamos, sin importar si el piso era de cemento o la red estaba entre dos palmeras.

Sí, tal cual.

Me contabas antes que hiciste el curso de técnico deportivo en el ISEF. También mencionaste un curso de la FIVB

En el 2003 volvió un curso Nivel I de la FIVB y lo hicimos con Lil Cassese y otros 34 entrenadores. Y se dio una situación que destaca la importancia del ISEF. Para rendir el examen final nos dieron un libro de cinco centímetros de espesor y estaban todos estudiando excepto Lil y yo. En un momento el querido «Chato» [Sergio] Sarkissian me dice «A ver Bombero, yo tengo el cerebro quemado de tanto estudiar para el examen, ¿y vos no estás estudiando?» Y yo le respondí «No, porque eso ya lo estudié.» Sucedió que Héctor Trabuco, que era profesor de técnica en el ISEF, había incluido en el curso los temas correspondientes al Nivel I de la FIVB. Entonces ya los habíamos visto en la parte teórica, la más difícil de aprender rápidamente si lo ves por primera vez porque es todo nuevo. Como llevábamos un año, no era para nada nuevo. Y luego nos reíamos con Lil porque cuando entregan las calificaciones quedamos primeros los dos que estábamos estudiando en el ISEF.

En 2006 el COU a través de ODEPA me envió al centro de alto rendimiento de las selecciones brasileñas en Saquarema para realizar el curso de técnico continental de voleibol de playa, una especialidad que a mí me encantaba, incluso más que el de gimnasio.

Pero antes de ese curso ya habías empezado a dirigir en vóley de playa…

Sí, yo había empezado con mi hijo mayor Renzo y Mauricio Santiago, habíamos entrenado y ellos anduvieron muy bien, entonces la verdad que el curso me vino fantástico. Fueron quince días y había entrenadores de 35 países. Al ser un curso de ODEPA iban de toda América incluyendo Norte y Centro, no sólo Sudamérica.

¿Y qué experiencia te dejó ese curso?

Fue fantástico, para mí era ver totalmente cosas nuevas. Ahora, es importante tener en cuenta que cuando uno va a realizar cursos como éste o los de la FIVB, hay partes que son comunes o, como se dice habitualmente, «figuritas repetidas.» Entonces, si uno va con un hambre de encontrar cosas totalmente nuevas en el área de ejercicios, va a encontrar muy poco, por eso es importante y siempre le digo a todos los entrenadores: «No vayamos con hambre de aprender nuevos ejercicios ni que nos van a enseñar la solución a la especialidad, sino que sea una amplitud de mente.» Abramos la cabeza en éste sentido: si conocemos la secuencia lógica del juego, está en nosotros, a través de muchísima creatividad y orden secuencial de movimientos, poder armar nuestros propios ejercicios.

Digamos que te dan las herramientas para que vos puedas desempeñarte como entrenador…

Claro, porque la secuencia lógica es una sola. Por ejemplo, si hablamos de voleibol de gimnasio, ¿qué va a hacer un jugador después de sacar? Va a ir a la defensa. ¿Y si defiende y está en el fondo de la cancha? ¿Va a atacar de zaguero? Puede que sí o puede que no. Si es no, ¿qué tiene que hacer? Apoyar. O sea que, en la medida que sepamos la secuencia lógica del juego, nosotros podemos armar perfectamente los ejercicios.

Entonces, vos vas a un curso teórico como era éste y te encontrás con el profesor de técnica, entrenador de los pentacampeones mundiales Ricardo y Emanuel… ¡y no nos enseñó nada nuevo! Vino el preparador físico de Ricardo y Emanuel… ¡no nos dijo nada! Entonces al principio me quedé con un hambre, preguntándome «¿Qué pasa acá?» Sin embargo, luego me doy cuenta que nos dieron todas las armas para que aprendiéramos de nosotros mismos.

Así es que terminabas aprendiendo de los compañeros, que a veces provenían de países que no tenían ni la mitad de desarrollo que uno. Entonces uno no puede volver triste y pensando que no aprendió nada. Al contrario, tuve contacto con un montón de cabezas diferentes y lo más importante es que te das cuenta que el poder de ser buen entrenador está en uno mismo, en la medida que uno aplique bien los conocimientos teóricos, tenga clara la secuencia lógica del juego y ponga la máxima creatividad, eso es básico. Porque la técnica, así sea en playa o gimnasio, difiere muy poco, ya está todo inventado.

Bueno, en ese curso también tuve la suerte de terminar primero. Como reconocimiento, me enviaron a trabajar un mes junto a un entrenador experto en la materia y, obviamente, elegí a Gilmário Ricarte, alias «Cajá», entrenador de los pentacampeones del mundo, quien estaba en ese momento viviendo y entrenando con ellos en João Pessoa, allá en el Nordeste brasileño.

Ahí vi los primeros pasos de Álvaro Magliano y Vitor Felipe, dos chicos de la edad de mi hijo mayor Renzo que entrenaban de noche en João Pessoa y hoy están entre los primeros del mundo. También la dupla de Georgia [Renato «Geor» Gomes y Jorge «Gia» Terceiro]. Y ni que hablar Ricardo y Emanuel.

No conozco João Pessoa. ¿Hay algún centro de alto rendimiento para voleibol de playa?

Esa es otra anécdota que obviamente detallé en el informe técnico que hice al regreso a Uruguay. Al haber estado en Saquarema en el primer curso donde todo era de última generación, me imaginé que el lugar en el que entrenaban los campeones del mundo debía ser una cosa impresionante. Te cuento que llegué a las coordenadas en donde supuestamente entrenaban y yo no veía nada, apenas dos palos, una red de contención alrededor, y un señor que se me acerca y me pregunta, «¿Usted es el entrenador de Uruguay?» Le contesto que sí, se presentó como el entrenador asistente del entrenador «Cajá», me hizo pasar y caminé unos veinte metros debajo de unas palmeras. Ahí había una caja con cadenas semienterrada en la arena, la abrió y empezó a sacar material de todo tipo: balones, conos, red, aros. En un rato ya estaba armada la cancha, llegaron los atletas y bueno… ahí era donde entrenaban los campeones del mundo.

A veces nosotros nos generamos la idea de que solamente se puede lograr un buen trabajo teniendo todos los recursos, pero lo cierto es que todo lo que vi reafirmó lo que te decía antes: la creatividad, la capacidad que tiene cada uno de leer el juego y conocer la secuencia lógica del trabajo, logran cosas fantásticas.

Los principales recursos son la capacidad del entrenador y de los jugadores…

Y el compromiso de los jugadores, ni que hablar.

¿Qué otras enseñanzas te dejó esa experiencia?

Bueno, imaginate todo lo que aprendés en un mes trabajando a ese nivel. Una mañana llegué y me dijeron que me hiciera cargo de un entrenamiento específico con Ricardo y Emanuel. Para mí era increíble. Y me sorprendió el respeto con el cual dos jugadores campeones del mundo fueron subordinados a mí durante cuarenta minutos de entrenamiento, y eso habla del profesionalismo, algo que hay que inculcarle a todos los atletas que quieran llegar lejos en éste o en cualquier otro deporte.

Entiendo por lo que contás, que el verdadero profesional tiene la mente abierta para aprender de todos lados, aunque el entrenador con el que está trabajando en ese momento provenga de un país con poca o ninguna historia en el deporte. Un verdadero profesional no te ningunea ni por tu país de origen ni por factores ajenos a tu capacidad.

Sí, claro. Pero además se genera un vínculo de mucho respeto y me lo demostraron en otras instancias no competitivas. Una anécdota de mi hijo Renzo cuando fue al primer mundial en Río de Janeiro: él estaba sentado en una silla, se acerca Emanuel (que es al voleibol de playa lo que Lionel Messi es al fútbol), le dice «Usted es el hijo de Diego, ¿verdad? Mucho gusto» y le da la mano. Renzo se quedó congelado y no podía ni hablar. Para él fue un gesto importantísimo, pero lo fundamental es que le demostró que cuando uno trabaja con seriedad se gana el respeto incluso de los mejores.

Y llegó el momento de volver a Uruguay…

Al volver empecé a volcar todo lo aprendido en las selecciones de voleibol de playa. Arranqué con las selecciones en el 2010 y ese año fue el de mayor éxito en la disciplina. Obtuvimos la segunda medalla de oro en la historia del vóley masculino con mi hijo Renzo y Guillermo Williman, y la primera en la historia del femenino con Lucía Guigou y Fabiana Gómez, ambas en una etapa del Sudamericano. Dos juveniles que salieron de un proyecto de talentos que yo encabecé, que eran mi hijo y Pablo Ronchi (qué abandonó el vóley, ahora se dedica a la música y vive en París) obtuvieron la medalla de plata en una etapa del Sudamericano de adultos. Y también se obtuvieron tres medallas de bronce.

Eso me demostró a las claras que el trabajo que estaba haciendo con seriedad y gracias al compromiso de los atletas estaba dando sus resultados. Antes de eso el último logro había sido el de Guillermo Williman y Pablo Rodríguez en 2006 en Chile.

Posteriormente no se pudo lograr la clasificación a los Juegos Olímpicos de Londres 2012, pero sí se logró clasificar por primera vez a los Juegos Olímpicos de la Juventud Nanjing 2014. Yo había empezado a trabajar con mi hijo menor Marco y Mauricio Vieyto (hijo del queridísimo Ramón Vieyto, también compañero de selección) y surgió la posibilidad de clasificar para estos juegos. Sumé dos chicos más de San José: Hans Hannibal y Lucas González y para el femenino traje a Lia Fortunati y Carolina Peixoto (ambas de Montevideo y jugadoras de Neptuno) y Florencia Rotti de Paysandú. Ahí comenzamos un trabajo con Rolando Buffa, mi escudero como siempre digo, sin él yo no habría llegado muy lejos. Trabajamos fuerte con los chicos, llegó el clasificatorio sudamericano y luego de las cinco etapas notablemente llegamos a China con las mujeres cuartas y los varones primeros, por delante incluso de las potencias (clasificaban seis por continente).

Supongo que más allá de ser Juegos Olímpicos de la Juventud no dejan de ser Juegos Olímpicos.

Totalmente, algo impresionante en todo sentido. Y en cuanto a resultados, los varones clasificaron primeros en la serie y quedaron a un paso de las semifinales, al perder en un tiebreak para el infarto 13-15 con Finlandia. Finalmente quedaron quintos. Las chicas tuvieron un partido complicado con Austria y quedaron novenas. Me parece a mí que si hay que hacer un balance, para un país como Uruguay venir quinto y noveno en unos Juegos Olímpicos es un éxito.

Supongo que ese éxito debe haber sido un punto alto en tu carrera como entrenador, pero lamentablemente tu salud casi que no te permitió disfrutarlo.

Los resultados llevaron a que el voleibol de playa no decayera. Yo volví y tuve un problema de salud importante, se me diagnosticó una enfermedad neuromuscular que de a poco me empezó a limitar físicamente, por lo cual a fines de ese mismo año 2014 convoqué a otros entrenadores para que se hicieran cargo. Ya en 2015 arrancaron a trabajar Gustavo Bermúdez con los varones y Virginia Gómez acompañada por Guillermo Williman y Mateo Pascale en femenino, quienes continúan hasta el día de hoy. Y si bien ha habido altibajos, porque hay mujeres que abandonaron por embarazo (algo lógico y normal) y en varones se hizo un recambio, se está jugando con chicos de diecinueve y veinte años a gran nivel.

Y esa es mi historia como entrenador.

Veo que si bien empezaste en el gimnasio, si hoy te dan a elegir preferís la playa. O sea, te considerás fundamentalmente un entrenador de voleibol de playa.

Claro, pero por una razón muy importante. Si bien es cierto que lo importante no es ganar sino competir, todos tenemos el objetivo de ganar y trabajamos para ganar. Decir lo contrario sería mentirnos. Y yo encontré en el vóley de playa, yo mismo jugando un Sudamericano, que podíamos darle pelea a jugadores de nivel internacional: «Acá se puede, acá no hay cucos. No necesitás tener siete u ocho jugadores de grandísimo nivel para poder ganarle a Argentina o asustar a Brasil.»

Hay más posibilidades de entreverarse con los de arriba…

Exacto. El vóley de playa te permite trabajar más en el alto rendimiento porque hay más contacto con la pelota, las frecuencias son otras. Nosotros trabajamos permanentemente en régimen 6+1 (seis días de entrenamiento y uno de descanso) y eso es totalmente inviable en gimnasio. La principal es que los jugadores vienen de diferentes lugares y juntar a todo el equipo es lo más difícil. Otra son los gimnasios. Recién ahora que se tiene la Escuela Sanguinetti se puede aglomerar todo en un sólo lugar, pero incluso así están acotados en horario. Todo juega en contra. Yo en la playa, el horario que iba armaba y todos los días entrenábamos doble horario, triple horario, no había ningún inconveniente. Y en esas condiciones es más fácil poner a tono a un jugador, ponerlo a un nivel de alto rendimiento.

Bueno, evidentemente es más fácil y hasta tenemos el ejemplo de los pentacampeones del mundo entrenando bajo las palmeras. Hacer eso con el voleibol de gimnasio parece imposible, pero sin embargo es lo que hay que hacer. Carlos Getzelevich me decía que siempre hay que tratar de entrenar un poco más. Y si uno repasa la preparación de Argentina para el mundial de 1982 jugaron entre 150 y 200 partidos. Sólo en la gira por Europa 48 partidos en 64 días, con el agregado de que tenían apenas dos camisetas y dos pantalones por jugador. A eso sumale concentraciones de trece días seguidos en el CeNARD y entrenamientos de hasta seis horas, a veces en lugares inverosímiles. Pero todo eso valió una medalla de bronce.

Sí claro, el volumen de juego.

A eso iba. Si se pretende tener un plantel competitivo tenés que aumentar el volumen de juego y eso significa horas y horas de entrenamiento. Obviamente es más fácil encontrar a dos jugadores dispuestos a pasar por todo eso que encontrar a doce, ocho o incluso seis, pero si se quiere empezar a subir escalones no queda otra. Luego sí existen otras limitaciones que habrá que ver cómo compensarlas, como la altura…

Ese es el otro gran problema que tenemos en el gimnasio, la talla de los jugadores. Yo fui central en una selección nacional con 190 cm de altura y hoy eso no existe, encontrás armadores y hasta líberos de mi altura. Entonces, es un tema fundamental al cual no podemos darle vuelta la cara. No nos olvidemos que el país tiene sólo tres millones de habitantes. A veces sorprenden los logros del fútbol con sólo tres millones de habitantes pero el volumen para formar jugadores de voleibol es mínimo, en ese sentido también tenemos todo en contra.

Yo tengo una visión diferente y creo que bien fundamentada. Los países chicos no tienen gente suficiente para formar jugadores de alto nivel en varios deportes. ¿Cómo compiten entonces? Se especializan: Nueva Zelanda con cuatro y medio millones de habitantes es una potencia en rugby. Uruguay con tres millones de habitantes respira fútbol y pelea los primeros lugares. En estos países los otros deportes trascienden cuando surgen generaciones de grandes deportistas que en lugar de practicar el deporte principal practican otro y obtienen logros notables, como Uruguay en básquetbol masculino. Las mujeres de Uruguay no tienen un deporte principal claramente definido y es una oportunidad para el voleibol. Y respecto a la altura, un estudio de la Imperial College London encontró que las uruguayas son las más altas de Latinoamérica, lo cual representa otra oportunidad porque hay más gente alta para formar. Considerando esos dos factores, cabe la posibilidad de que una especialización en voleibol femenino logre resultados.

Puede ser…

Pero sigamos contigo, no intercambiemos roles [risas].

Sí, te decía que el vóley de playa quedó en buenas manos. Además logramos tener nuestro primer centro de alto rendimiento de voleibol de playa en UGAB en donde tuvo muchísimo que ver Danilo Gómez, padre de Fabiana Gómez. Un día en una conversación telefónica se prestó para ayudar y formamos una especie de comisión de voleibol de playa. Fue él quien con mucho esfuerzo (yo más que nada acompañaba) logró que se cumpliera el sueño de tener el primer lugar cerrado. Ese había sido un proyecto que presenté cuando estudié gestión deportiva en el ISEF, en el año 2002 lo presenté en todos lados pero nunca había financiamiento. Y gracias a la Secretaría Nacional del Deporte se pudo plasmar y hoy está trabajando, y me parece a mí que, al menos en Montevideo, va a significar un antes y un después en el voleibol de playa.

Hoy estás en la Asociación Uruguaya de Voleibol.

Así es. Haciendo un poco de retrospectiva sobre el voleibol cuando yo empecé a jugar, lo que era el interior y cómo funcionaba la AUV con campeonatos nacionales, departamentales, regionales, zonales, pensé en tratar de aportar la experiencia que tuve en la playa, el conocimiento cabal de cómo habían sido esos años del voleibol de gimnasio y la buena relación que tengo con la mayoría de la gente del voleibol nacional. Y bueno, comencé lo que para mí es un enorme desafío junto a gente de Paso de los Toros, Valdense, Montevideo, y estoy metido de lleno en trabajar para que se vayan formando ligas en el interior. Ya se formaron ligas en Rocha, Tacuarembó, Paso de los Toros, estamos detrás de Salto, Melo y Treinta y Tres, y esperamos para el año que viene «comernos el Uruguay» y comenzar a desarrollar el voleibol, más que nada en las áreas de formativas y juveniles. Estamos haciendo un registro nacional de jugadores y organizando todas las piezas para que el año que viene haya actividades motivantes en todos los rincones del país y… va bien, va bien y estoy contento.

Algo que te iba a preguntar es qué te parece que tiene que hacer Uruguay para elevar nivel y acercarse un poco a los mejores del continente. Parte de la respuesta son estos proyectos, ¿y después?

Lo que pasa es que soy un poco pesimista en cuanto a que el voleibol de gimnasio llegue a los primeros lugares de Sudamérica. Considero que nos hemos dormido muchos años y veo el avance de otros países con mayor población y otro tipo de jugadores, como Colombia, Ecuador, Perú en femenino marca diferencias, Paraguay está tratando de trabajar bien.

En realidad, la pregunta no apuntaba a un objetivo como los primeros lugares de Sudamérica. Si tomamos como ejemplo el voleibol masculino, Argentina y Brasil están en el nivel más alto de la región despegados del resto, Venezuela un escalón más abajo, luego esos otros países que están trabajando bien y Uruguay tal vez en un cuarto escalón. Entonces, ¿qué habría que hacer para llegar al tercero?

Primeramente tenemos que lograr que se juegue lindo, a nivel nacional.

¿Jugar lindo significa que se juegue bien?

Exacto. Que se juegue de manera que cualquier persona que no conozca el voleibol vaya a ver un partido y le resulte atractivo. Y eso es así cuando se logra continuidad en el juego porque hay buenas técnicas, buenos saques, buenos ataques. Si el juego es entrecortado los espectadores se terminan aburriendo. Tenemos que coincidir en que es aburrido mirar voleibol, es más lindo jugarlo. Entonces, me parece que tenemos que hacer un trabajo muy importante desde la base, capacitando cada día más a los entrenadores, actualizándolos permanentemente, tratar de lograr lo que sería ya un sueño y es jugar «a la uruguaya.» Tener una metodología que sea única, no sé si la palabra metodología es la correcta, pero la idea es que todos compartamos los mismos conceptos.

Tal vez te referís a tener un estilo o una escuela única, en lugar de que cada entrenador «invente la rueda» cada vez…

Exactamente. Tener una escuela nacional, de forma que mañana viene un jugador de Salto a un equipo de Montevideo y desde la base viene manejando los mismos conceptos, ¿se entiende? ¿Qué pasa con Argentina? Argentina tiene una escuela de voleibol. ¿Qué pasa con Brasil? Brasil tiene una escuela de voleibol. Si ves a los jugadores en el calentamiento todos sacan el brazo de la misma manera. Cuando hacen un saque lo hacen todos de forma muy parecida. No son Diego Cairus que aprendió a sacar a los treinta y siete años porque nadie lo corrigió. Tenemos que ponerle atención a eso, en primera instancia capacitando a los entrenadores.

Por otro lado, y esto lo tengo que decir aunque no sé en qué posición me coloca, veo que los entrenadores nacionales (no todos obviamente) solamente miran su ombligo. Y eso me parece a mí que debe ser lo más peligroso que hay, cuando no intentamos intercambiar ideas permanentemente con nuestros colegas, así los consideremos inferiores. Existe mucho ninguneo y entrenadores que han perdido aquello ético que nos enseñaron cuando nos formaron: que jamás bajo ninguna circunstancia debemos opinar sobre metodologías y formas de trabajo de nuestros colegas. He sido testigo y son situaciones que me molestan sobremanera pero sobre todo me entristecen, porque así no llegamos a ningún lado. Me parece a mí que tenemos que tener la capacidad de ver cosas buenas en todo el mundo. Somos todos diferentes pero todos tenemos algo que aportar y con esas actitudes no ganamos nada, más aún cuando en definitiva quienes te eligen como entrenador son los propios jugadores. Uno no puede estar desmereciendo el trabajo de los demás.

Entonces, es importantísimo tener una metodología, una forma de jugar «a la uruguaya», una forma de enseñar «a la uruguaya» que si tiene variaciones que sean mínimas. Siempre tiene que haber cierta elasticidad pero que sea mínima. Y en ese aspecto me parece fantástico el trabajo que están haciendo ustedes con la AUEV para unificar criterios. Todos en el ambiente conocemos a los referentes, aquellos que tienen más experiencia en cada una de las ramas y categorías, y me encantaría que se pusieran todos en sintonía y empecemos a tirar todos para el mismo lado. Eso es fundamental en un proceso de éste tipo.

Justamente, una pregunta que te iba a hacer es, ¿qué podemos aportar los entrenadores como grupo organizado, como asociación, al voleibol?

A ver, mi idea desde que ingresé a la AUV es hacer un diagnóstico para identificar en qué situación nos encontramos. Y así he ido por ejemplo a Rocha, en donde no hay cultura de voleibol, y me emocioné al encontrar un gimnasio en Chuy con noventa chicos Sub-19 jugando. No tenían la técnica más depurada del mundo, pero estaban jugando al voleibol, no habían elegido jugar al fútbol, ni al básquetbol ni a la bolita, estaban jugando al voleibol. Eso me da la pauta de que hay un montón de gente detrás interesadísima en apostar a esto. Y tener a la gente motivada y apasionada por el deporte, es fundamental. Luego hay que capacitarla para que esos chicos jueguen cada vez mejor.

Hay sectores de Uruguay que tienen más cultura de voleibol como Colonia, Soriano, Paysandú, zona central como puede ser San Gregorio, Paso de los Toros, Tacuarembó, Rivera, también Maldonado. Lugares que tuvieron buen juego en su momento y en donde todavía queda gente de mi edad que puede transferir de alguna forma sus conocimientos y trabajar más la técnica. Y se ve diferencias con lugares que están recién arrancando, entonces me parece que tenemos que sectorizar el Uruguay, darle mayor capacidad a los que están más atrasados por falta de estructura.

Tendríamos que ofrecer más oportunidades de capacitación, de intercambio de información…

Y mucha competencia, porque está todo muy bien con pasar horas detrás de una pelota pero todos sabemos que chicos, jóvenes, adultos y viejos, todos quieren jugar. Entonces tenemos que luchar contra… me da vergüenza decir que contra la distancia, porque distancia son los 1.900 kilómetros que recorrió una dupla de Salta para llegar a Mar del Plata a jugar con nosotros, perdieron y viajaron otros 1.900 kilómetros para volver a su casa. Aquí la distancia no puede ser una excusa, yo diría que más bien somos perezosos y tenemos que tratar de romper esas estructuras, empezar a viajar, que sea cada vez más motivante y lograr que se mezcle la gente de Rocha con la de Colonia. Obviamente que con las diferencias técnicas que hay hoy en día a Colonia no le va a servir demasiado, pero Rocha recibe mucho y tengo que trabajar para que la gente de Colonia tome conciencia de que tiene que ayudar también. Que los que tienen mayor cultura deben ayudar al resto.

Sé que a los de mayor cultura con frecuencia se les dificulta encontrar un nivel de exigencia adecuado, entonces cuando organizan un viaje y mueven a todo el equipo prefieren aprovecharlo yendo a torneos más competitivos en Argentina o en Brasil.

Es así, pero hay un factor muy importante a considerar: los suplentes, ¿están al mismo nivel que los titulares? Yo ya le dije a la gente de Colonia que si tienen nueve equipos, el ocho y el nueve tienen que ir a jugar a Rocha. Y también el equipo tres de Colonia, pero no los titulares sino esos suplentes que no juegan y en las prácticas los ponés a sacar. Con ellos armás un equipo y no tengas miedo de perder, Colonia no va a tener menos jerarquía por perder en Rocha, pero le das oportunidad de jugar a esos chicos.

Son temas que yo tengo que trabajar con los de mayor cultura y convencerlos, pero no porque sea un tema tabú sino porque están esos gastos que además consideran innecesarios porque tienen otros objetivos.

A veces las instituciones valoran más los trofeos que la formación…

Exacto, pero en las categorías formativas los padres siempre están atrás y hay que tratar de convencer a esos últimos para que se organicen y ayuden a recaudar para que los chiquilines jueguen, que sigan motivados, porque uno nunca sabe de dónde va a salir el próximo gran jugador. Yo siempre cuento sobre un proyecto de talentos que hicimos en el voleibol de playa, en el cual se realizó un estudio técnico y físico para seleccionar a los diez mejores y trabajar para formar la dupla número uno de Uruguay. Al final la dupla la conformaron el noveno y el primero, entre otras razones porque segundo, tercero y cuarto no soportaron la presión y abandonaron. Entonces, hay que darle oportunidad a todos de jugar, porque uno nunca sabe en dónde está escondido el talento.

Eso me recuerda una conferencia de Julio Velasco en la cual decía que Italia o Rusia pueden darse el lujo de decirle a un chico que deje el deporte porque no tiene el nivel o porque no va a llegar, pero Argentina los necesita a todos, no puede dejar a nadie atrás. Si recuerdo bien, el argumento era que esos chicos, sus padres y después sus hijos son quienes mantienen el voleibol como un deporte popular y ayudan a que se siga sumando gente. Yo le agregaría que la próxima gran jugadora puede ser la hija de uno de esos chicos, que se dedicó al voleibol en lugar de otro deporte porque sus padres tuvieron la oportunidad de jugar.

Ciertamente, tenemos que masificar. Y hay que darle competencia a esos chicos. A ver, es difícil decirle a un muchacho que hay que bancarse estar en el banco cuando yo nunca estuve. Pero yo soy mucho de motivar, a veces me decían que movía mucho el banco pero prefería darle a todos la oportunidad de jugar y a la vez mantenerlos concentrados en el partido, porque cada uno es bueno en algo y en un momento preciso el entrenador los puede necesitar.

Yo voy a apuntar a eso el año que viene. Mi mandato va a ser corto porque es de año y medio y ya llevo medio, pero en lo que va del período he logrado que se empiece a arrimar más gente. Ni que hablar que cuento con la AUEV para el tema de capacitación, que va a ser importantísimo. Si ustedes pueden armar un plantel de entrenadores que tengan el perfil y les guste trabajar en la parte didáctica, empezamos a planificar en conjunto salir al interior porque la verdad que existe un apetito enorme por aprender.

Licenciado en Análisis de Sistemas y Entrenador FIVB Nivel II. Jugaba al rugby hasta que un pasaje por Bohemios lo vinculó al voleibol. Luego pasó por Neptuno, Pelotaris de Paysandú, COETC y Universidad ORT Uruguay. Como entrenador dirigió en categoría juvenil a Bohemios, Nacional y Selección de Montevideo, y en categoría sénior a Universidad ORT Uruguay. Actualmente es el Coordinador de la Asociación Uruguaya de Entrenadores de Voleibol (AUEV).