Entrenadores: Julio Velasco (I)

León Najnudel, Marcelo Bielsa, Sergio Vigil… el deporte argentino se nutrió siempre de grandes entrenadores que no sólo se dedicaron a formar buenos equipos, sino también a transmitir valores, a dejar enseñanzas. Es el camino que también transita Julio Velasco, un entrenador que traspasó el vóley y enalteció por siempre el concepto de liderazgo.

¿Cómo estás Julio?

Bien, bien.

Si yo te digo que estoy en el lugar que muchos quisieran estar en este momento, de tener la oportunidad de tener un rato largo para hablar con vos. Obviamente tu manera de gestionar y de dirigir un equipo llama la atención y gusta porque has tenido mucho éxito en tu carrera y te convocan siempre para cosas importantes; está claro eso, pero me parece que a la gente le has llegado desde otro lugar. Has trascendido del vóley al deporte en general. Es muy difícil eso, y en el caso tuyo más porque vos estuviste mucho tiempo fuera de Argentina y cuando llegaste acá explotaste. Te tomaron como un referente, te tomamos…

Ganar algún partido ayuda siempre, digo…

Sí, pero da la sensación que va más allá de eso.

Yo creo que se debe un poco a que yo quería ser profesor y no entrenador. Empecé a entrenar de casualidad, mi idea era ser profesor de colegio, estudiaba Filosofía en la facultad para ser profesor de colegio, no para ser investigador, y después, por circunstancias de la vida me puse a entrenar y me gustó y después hice el Instituto de Educación Física ya de grande, pero siempre mantuve predisposición muy grande por la conceptualización de las cosas.

Trato de conceptualizar cosas que a veces todos sabemos, pero que por ahí no logramos explicarlo en modo sintético, y en modo claro. La experiencia de Irán en donde tenía que entrenar en inglés y había un traductor porque no todos hablaban perfectamente inglés, tuve que conceptualizar todavía más porque no podía hablar mucho y eso me ayudó a tratar de buscar las palabras claves que explican un tema por ahí más complejo.

Cuán importante el tema de tener el conocimiento, que eso está descartado. Se supone que un entrenador lidera a partir de su conocimiento como base de todo. A veces hay que repetirlo muchas veces porque creen que el entrenador es alguien que arenga, motiva y que ya está. Como que el médico tiene que tener conocimiento porque obviamente tiene una vida en sus manos, o el arquitecto para que el edificio que termina de hacer no se caiga, y que nosotros podemos no tener el conocimiento. Si sabemos del deporte, mejor…

Está mucho en la gente que no ha hecho deporte la idea de que el entrenador que los jugadores escuchan es el que tiene personalidad fuerte. Y los jugadores (todos hemos jugado) si ven que el entrenador no sabe, por más personalidad que tenga, por ahí se hacen medio «amigotes» pero no lo respetan como entrenador. Ellos tienen que ver no solamente que sabe, sino que lo que sabe es útil. Que lo que les dice les sirve.

Y que lo transmite bien, porque con el conocimiento del deporte en sí, que es la base de todo, no alcanza si vos no tenés una didáctica.

A mí lo que me gustaría es que si digo cosas interesantes se roben todas. Aparte yo vine a Argentina un poco para eso, para brindarle al país lo que fui aprendiendo en tantos años acá primero y afuera después. Entonces, si sirve, si sirve a otros entrenadores, a jugadores, yo estoy muy contento. Yo heredé el conocimiento de muchos otros, incluso en el vóley hay un dato, una fecha fundamental que es el año ’74 hubo un Mundial en México.

En el ’69 hubo un Mundialito en Uruguay [el Campeonato Mundial Extraordinario de Voleibol «Cinco Continentes»], muy cerquita y muchos entrenadores fueron, y se organizó un partido-espectáculo en el Luna Park: Checoslovaquia versus Japón. Yo era juvenil y fui a verlo y me acuerdo, como si lo estuviera viendo ahora en una película, de la técnica de los japoneses y de los checoslovacos, que eran muy diferentes.

Eso motivó mucho a los entrenadores, a mis entrenadores y en el ’74 viajaron 17 entrenadores y 3 jugadores grandes a México pagándose todo ellos. Volvieron y hacían reuniones que parecían los tupamaros porque pasaban las filmaciones de Super-8 y si te invitaban era un honor absoluto. Te invitaban a ver diez minutos del Mundial de México en Super-8. Y ahí se cambió la discusión, hasta ese momento la discusión era Comunicaciones o River. Comunicaciones el club de técnica, juego más alto, menos errores. River era más atorrante, juego rápido, menos técnica, más táctica.

A partir de ese momento se cambió la discusión, la discusión era Japón o Rusia. Eso hizo que el vóley pegara un salto impresionante y yo me crié en eso, en esa discusión, y me seguía colando después en las cenas.

¿Pero ya lo hacías a conciencia de que vos estabas como entrando a una veta de entrenador o no sabías por qué lo hacías?

No, no. Era pasión por el vóley, lo hubiera hecho también si hubiera habido un músico, qué sé yo. Yo no pensaba entrenar, simplemente no, no, nunca pensé en entrenar. Después tuve que empezar a entrenar porque me quedé sin trabajo y bueno, hice el curso de entrenador entre otras cosas. Y así empecé, y cada año me daban una oportunidad mejor, siempre con chicos.

Pero el primer equipo que entrené fue una cuarta de ascenso, que siempre digo, «menos mal que los jugadores de ese equipo no fueron nunca a Italia.» Porque hice todos los errores que hoy digo que no hay que hacer. En los cursos digo, «no hagan esto, no hagan aquello…» ahí yo los hice todos. La del ex-jugador que, viste, cuando las cosas no van te dice «nooo» con éste tono: «nooo» [utiliza un tono despectivo] como diciendo, «qué ‘salame‘ que sos. Esto no se hace así [de esa manera], se hace así [de esta otra].» En ese entonces a los pibes los humillaba, cuando yo tenía que hacerlos sentir fuertes a ellos, no mostrar que yo era mejor.

Al año siguiente me ofrecen los mini (diez o doce años) de GEBA. Y claro, con un chico de diez años no podés hacer eso, tenés que ser una bestia.

No te sale, ya directamente.

No te sale. Y ahí empecé la cosa de la didáctica, de cómo llegar, trabajé mucho sobre eso. Mucho. Y ahí entendí que no importa lo que nosotros decimos, no tiene ninguna importancia, todo es lo que al otro le llega. Y si no le llega, nos tenemos que preguntar, «¿qué es lo que puedo hacer para que llegue?» Entonces yo mezclo cosas de la experiencia con mi mamá cuando me decía por quinta vez una cosa y ya me entraba por un oído y me salía por el otro, a los profesores que tuve, a los libros que he leído.

O sea, cómo llegar, cómo le hablo a un pibe, cómo le hablo a un jugador, cómo le hablo a un jugador extranjero. Uso palabras difíciles cuando sé que los pibes por ahí no las usan y les molesta porque ahí me pongo en el rol de profesor y después me lamento porque me tratan como el profesor de Castellano… pero yo me puse en profesor de Castellano. Entonces, esa pregunta de cómo llegar es un tema fundamental.

A los entrenadores jóvenes muchas veces les digo, «no confundan tener información con saber.» Porque a veces dicen, «yo lo sé pero no lo sé decir.» No es que vos no sabés hablar, sino que todavía esa información no la integraste a tu sistema, no pasó a ser tuya, es del otro que vos leíste. Para poder decirla vos la tenés que integrar a tu sistema, a tu modo de razonar, a tu modo de hablar, a usar el mismo concepto con otras palabras de las que están escritas, eso es saber. Y a su vez está la parte práctica.

Ustedes no tienen quizás tanto ese problema como no lo tiene el fútbol, pero el vóley, que es un deporte bastante repetitivo y que ha tenido una escuela muy de profesores de educación física y poco de juego (esto ha cambiado en los últimos veinte años), tiende a hablar de situaciones abstractas y no de la situación que se presenta en ese momento al jugador.

Entonces, supongamos, «para recibir un un saque hay que desplazarse y ponerse atrás de la pelota.» Bien, estamos todos de acuerdo en eso. ¿Y cuando no lo logro, qué hago? No hay respuesta, o no había. Hay técnicas que no son de base que me resuelven esa situación. En cambio, yo encuentro que a veces se usa la palabra «recursos.» Está la técnica y están los recursos, como diciendo «yo aprendo la técnica y el recurso lo traigo de la calle» (en el fútbol se usa mucho éste concepto). Y no, son técnicas de juego: qué técnica corresponde a la situación que se me presenta; porque si él me saca bien, de repente no logro ponerme atrás y bueno ¿cómo recibo? Recibo de otra manera y hay otra biomecánica.

Cuando uno logra sumar estas cosas, hablarle al jugador de la situación concreta y explicarle la técnica general y decírselo de un modo que entienda, la cosa a veces funciona. A veces. Porque la clave es que el problema pase a ser de él. Ahí está la clave.

Lo que yo veo es que vos lográs despertarles la curiosidad y eso sí es estimularlo para que haya una motivación, aunque sea sólo hablando del juego, por la comprensión del juego. ¿Cómo enseño? ¿Cómo logro que mis jugadores comprendan el juego? Tanto tiempo lleva y tanto trabajo…

Siempre es muy complicado, siempre es la parte más difícil. La parte técnica es la más fácil, porque la parte técnica general, o sea la técnica de base, con repeticiones se puede lograr. Pero la técnica aplicada al juego… cuando tenés al adversario la situación te cambia constantemente, tenés que interpretar y ahí es donde viene el problema.

No sé cómo ha sido en el básquet, pero en el vóley ha habido muchos años en que los entrenadores querían (muchos todavía quieren) que los ejercicios salgan bien. O sea, que el entrenamiento salga bien. Eso es un tema que tengo la cabeza desde que tuve básquet con [Alberto] Finger en el Instituto; porque el profesor Finger (me acuerdo) nos decía, «para tirar al aro, el brazo, la mano, el ángulo…» Todo esto es muy lindo, en los tiros libres. Porque después en el juego, vos hacés esos ángulos y tenés una «manona» acá [en frente] que no te deja tirar. Y entonces tenés que tirar por acá [por la derecha], tenés que tirar por acá [por la izquierda], tenés que tirarte para atrás… Y ahí me vino la idea: no hay una técnica; esta es la técnica de base con la que yo enseño.

Hay una mecánica, claro…

Pero después están las técnicas de juego, porque ésta [tirar por la derecha] es una técnica, ésta [tirar por la izquierda] es otra técnica, esta [retrasarse para tirar] es otra técnica. Entonces, al plantear eso, se corre el riesgo de que el entrenamiento venga peor, que el entrenamiento salga feo, pero se logra que haya siempre el problema de interpretar una situación de juego, elaborar una solución y hacerla bien.

Qué esté vivo…

Siempre. Entonces, si yo siempre tengo que interpretar y no se trata de situaciones simples, analíticas, a veces va a salir mal, pero el cerebro del jugador está constantemente recibiendo información y elaborando soluciones.

Pero además, creo que hay otro factor que es el poder. Si yo dirijo todo el entrenamiento paso por paso, yo tengo el poder absoluto. Si yo creo situaciones en la cual ustedes tienen que resolver, yo les doy indicaciones pero ustedes tienen que resolver, mi poder es relativo.

Quedás al descubierto de alguna manera, porque puede suceder algo que el jugador te mire y te deja pensando, «a ver… pará.» O que incluso el jugador resuelva y decís, «a ver… rebobinemos. Resolvió otra vez así.» Está buenísimo.

El jugador argentino tiene buena capacidad para interpretar, para resolver, pero le cuesta jugar dentro de un sistema.

Porque tiene el concepto de que el orden atenta contra la creatividad y es todo lo contrario.

Exactamente, exactamente, lo has sintetizado perfectamente. Esa es la idea. Si hay ciertas cosas que yo no tengo que pensar, tengo más tiempo para crear. Por ejemplo, el tráfico es un sistema, un sistema en el cual tenemos que circular por la derecha, con luz roja hay que parar, si hay luz verde avanzar… Ahora, si el sistema no funciona bien porque hay gente que no lo respeta, yo voy mirando todo, porque por ejemplo si la luz está verde no puedo cruzar sin mirar, pongo el piecito en el freno por las dudas y miro a ver si alguno pasa con roja, etc. Entonces uno llega a trabajar, después de una hora y cuarto, «muerto

En el juego pasa lo mismo, hay cosas que las tenemos que tener bien claras porque el sistema nos da la solución, no necesitamos poner energía nuestra. Ya el sistema nos la da. Ahora, hay muchas situaciones que el sistema no tiene respuesta, porque el juego justamente es rico y cuanto más se levanta el nivel menos respuesta da el sistema, porque están los grandes jugadores que te quiebran los sistemas y ahí necesitamos grandes jugadores que den respuesta individual y que solucionen esa situación.

Yo les doy muchos ejemplos, no del deporte, como cuando me hablan de la creatividad y la contraponen a los alemanes, «que son rígidos…» Tanto que una vez le dije a un grupo de napolitanos que hablaban así, «¿Quieren hacer una lista de lo que crearon los alemanes? Lo primero que se les venga a la cabeza: desde el marxismo al psicoanálisis, desde Beethoven a la filosofía.»

¿Por qué se confunde la capacidad de vivir en el «despelote» con creatividad? Son dos cosas diferentes. Nosotros tenemos una gran capacidad para vivir en el «despelote» por el simple motivo de que hay mucho «despelote» en donde vivimos. Entonces, hay que sobrevivir. El tipo que no tiene, no vive en el «despelote«, no sabe vivir en el «despelote«, pero eso no quiere decir que no sea creativo. Pongamos un poquito de orden, menos «despelote«, que nos va a permitir crear más.

Nos va a potenciar más. Todo esto no es por un libro de autoayuda barato, es porque queremos ganar.

Lógico, son juegos, los deportes son juegos. ¿Qué chico hace un juego que no sea para ganar? La diversión está en probar a ganar. Donde la cosa se deforma es que parece que si no ganás no valés. No está la cosa de que yo trato de ganar, hice todo y encontré uno mejor que yo, ese día, que me ganó. No significa que yo no valgo. Valí menos ese día que el otro, eso sí lo tengo que reconocer. Ese día él fue mejor.

Que no significa estar contento con perder. A veces se dice, «entonces a vos que te gusta perder…» No, no, yo no dije que me gusta perder, yo digo que hay que saber perder. Después me voy a entrenar, me voy a hacer todo lo que pueda para ganar. Pero tengo que saber perder, que significa aceptar que el otro tuvo más suerte o que fue mejor.

Y creo que el deporte tiene ese valor educativo enorme, a veces deformado por los medios o por las hinchadas o por los padres, que cada vez más creen que sus hijos son los mejores sólo porque son sus hijos, lo cual es un drama epocal. Hoy un pibe tiene un problema en la escuela y el problema es la maestra; el padre o la madre van e increpan a la maestra.

Los pibes con teléfono nuevo, ¿cómo aprenden a manejarlo sin el manual, sin nada? Yo siempre me hago esta pregunta: ¿por qué aprenden eso tan rápido y otras cosas no?

Porque el feedback es claro: «el teléfono no funciona, la computadora no funciona porque me equivoqué yo,» dice el pibe. No va a decir, «la fábrica [sea Apple o sea Nokia] hizo mal el teléfono.» No. Sabe que se equivoca él, entonces sigue probando y encuentra la solución. Luego llega la profesora o la mamá que le dice una cosa y no funciona así. ¿Por qué? Porque entran las emociones… que el teléfono no tiene.

Ahora, vos imaginate: si un pibe tiene problema en la escuela y vos le decís, «el problema no sos vos, el problema es la escuela,» ¿cómo hace para tener feedback ese pibe? ¿Cómo hace para aprender cuál es la conducta? Él siempre tiene razón. Ahora, cuando se transforme en adulto y sale de tu casa, ¿qué le va a pasar? Se va a encontrar con un problema y va a decir, «no pero, mi mamá me dijo que yo siempre tenía razón.» Y le van a contestar, «tu mamá te mintió, flaco, por amor pero te mintió. No sos el mejor.» Y en los equipos de jóvenes encontramos mucho ese problema.

En los pibes, yo veo que un tema hoy es la inseguridad. Crea mucha inseguridad el no tener anticuerpos a la frustración porque en realidad yo nunca me equivoqué sino que la culpa es de otro. Después voy a la selección juvenil o voy al equipo equis a jugar, y el entrenador me pide cosas y hay otro que está en el banco que puede jugar en lugar mío y yo me miro la estadística y no la meto nunca en el aro o no ataco nunca bien o no recibo bien…

¿Y qué pasa? Pasa que aparece la inseguridad, el miedo a equivocarse. ¿Y de dónde viene todo eso? Viene desde chicos, que se les da siempre la razón en lugar de decirles, «hoy está bien, hoy está mal.» No pasa nada, no es que no servís, no es que sos una porquería, pero está mal. «No, no le digo que está mal porque se pone mal,» pero es que está bien que se ponga mal. Lo que no está bien es que se ponga demasiado mal, que crea que él no vale porque cometió un error. Éste es el punto.

Yo creo que el deporte puede ayudar, y los entrenadores de inferiores tendrían que hablar con los padres más sobre éste tema. Hacer crecer a los chicos con esta idea: «puedo equivocarme y no por eso no valer.» El error y la equivocación es parte del proceso de aprendizaje; no es una demostración de incapacidad, es parte del proceso de aprendizaje.

El entrenador como educador

Para mí un entrenador es un docente. Un docente es naturalmente un educador. Si yo quiero darle parte a una persona que a lo mejor es muy tímida y no habla y yo necesito que hable, me tengo que saber vincular con esa persona. Y para saber vincularme tengo que ser una persona educada, inteligente, y ver de qué forma puedo extraer el talento de esa persona que está en el equipo. Y yo como educador-entrenador tengo que hacerla crecer.
Marcelo Garrafo, entrenador de hockey sobre césped.

Uno está tratando permanentemente de que el jugador pueda ir aprendiendo durante el proceso, y que aprenda de las cosas que no le salen bien. Por qué ocurren. En el análisis de lo que va sucediendo, él se puede auto administrar, puede gestionar su juego sólo, sin necesidad de que alguien de afuera lo ayude.
—Pablo Pécora, psicólogo deportivo.

El liderazgo implica meterse en la cabeza del otro. Ser líder es una acción colectiva, es una acción de un cerebro sobre varios, un cuerpo sobre varios, una persona sobre varias. Por tanto vos tenés que conocer cómo reacciona un cerebro frente a determinadas cosas, para saber cuando conviene retar, cuando conviene mimar, cuando conviene motivar, y eso lo sabe un líder de distintas maneras.
Diego Golombek, biólogo e investigador científico.

El logro de un entrenador no es solamente ganar partidos, sino que es ganar crecimiento de personas y de jugadores.
—Marcelo Garrafo, entrenador de hockey sobre césped.

Yo creo que ayuda muchísimo la parte docente-pedagógica, es muy importante para convencer, para llegar. Cuanto más completo estés en la parte pedagógica es muchísimo mejor.
—Paula Casamiquela, entrenadora de vóley.

Yo miro en un entrenador eso: la comunicación que tenga y la practicidad. Siempre con conocimiento, obviamente, porque por desgracia, me ha pasado de tener un entrenador que hablaba, hablaba, hablaba, hablaba y no me decía absolutamente nada.
Facundo Conte, jugador de la Selección Argentina de vóley.

Yo creo que el entrenador te educa a cómo ver el deporte. Obviamente Julio [Velasco] es un obsesivo del vóley porque le encanta, lo estudia, le gusta. Te educa en el sentido de la mentalidad para con el compañero, para con el entrenador, para con las reglas «de equipo.»
Luciano De Cecco, capitán de la Selección Argentina de vóley.

Y eso tiene que ver, evidentemente, con su perfil educador, pedagógico, que te saca del lugar de comodidad y te pone en crisis muchísimas veces para buscar dónde está el problema, dónde está tu limitación y cómo hacés para superarla rápidamente.
—Martín De Rose, periodista deportivo especializado en vóley.

El tuvo siempre una postura de transmisión, de transmisión de lo que él sabía. Lo poco que sabía en algún momento, lo que fue adquiriendo o lo mucho que sabe ahora. Esa capacidad de transmisión y esa vocación de poder volcarse a ponerse de frente a diez, cincuenta o doscientos entrenadores, a decirles cosas, a pasarles información.
Waldo Kantor, ex-jugador de la Selección Argentina de vóley.

Tiene un objetivo muy grande que es dejar, en una generación muy joven de entrenadores, dejar un conocimiento.
—Martín De Rose, periodista deportivo especializado en vóley.

Hace que todo se vaya para arriba, por eso es una persona simplemente para aprovecharla y disfrutarla. Y aprender. Para eso están esas personas que tienen esa capacidad docente por naturaleza.
—Alejandro Coccia, periodista deportivo.

Puede estar veinte horas de las veinticuatro del día hablando con los jugadores, hablando con su cuerpo técnico, del vóley y de la vida que hace al mejor vóley. Es un docente.
—Hernán Ferraro, asistente de Julio Velasco en la Selección Argentina.


Esta entrevista se emitió originalmente en DEPORTV

Sergio Hernández. Foto: Juano Tesone
Sergio Santos Hernández
Entrenador de básquetbol

Sergio Santos Hernández es un entrenador de básquetbol profesional de origen argentino. Como entrenador principal ganó numerosos títulos a lo largo de su carrera, incluyendo 6 campeonatos de la LNB, 3 Copas Argentinas, un Campeonato Sudamericano de Clubes, una Liga Sudamericana y 2 campeonatos de la Liga de las Américas. Fue entrenador principal de la selección masculina de Argentina entre 2005 y 2010, participando en los mundiales de 2006 (4º) y 2010 (5º), el FIBA Diamond Ball 2008 (campeón) y en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008 (3º). Deja la selección argentina en 2010, pero regresa como entrenador asistente para los Juegos Olímpicos de Londres 2012. Posteriormente regresó como entrenador principal de Argentina para el Campeonato FIBA Américas de 2015 (2º), los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016 (8º), los Juegos Panamericanos 2019 (medalla de oro) y la Copa Mundial 2019 (2º). En 2018 se desempeñó como conductor del programa de televisión Entrenadores, en el cual entrevistó a destacados colegas del deporte argentino.