Poca agua y mucho fuego. Para cambiar y mejorar un jugador o un equipo se necesita en el entrenamiento de muchas repeticiones en poco tiempo.
¿Alguna vez se han preguntado cómo comportarse para que su equipo dé un salto de calidad? Quiero intentar explicar éste concepto con una anécdota personal, de modo que se pueda entender mejor la idea de algo que normalmente todos los entrenadores utilizan en la dialéctica, pero que no es tan fácil como parece poner en práctica.
Era el año 2008, yo estaba a cargo de las selecciones de Juveniles y Menores masculinas de Argentina. El año anterior habíamos clasificado, por primera vez en ambas categorías, para los Campeonatos del Mundo y habíamos conseguido algunas victorias importantes por ejemplo con los Juveniles contra la Bulgaria de Sokolov, los Estados Unidos de Anderson, Holt y los hermanos Shoji y Cuba con Yoandy Leal y Osmel Camejo. Incluso con los Menores ganamos por primera vez contra Rusia y Brasil. No lo cuento para alardear sino, por el contrario, para decir que hasta ese momento no sabía cómo dar un salto de calidad (además, me costó mucho esfuerzo alcanzarlo).
Julio Velasco venía a veces a ver el entrenamiento del primer equipo cuando lo dirigía Jon Uriarte y cuando lo conocí le pedí para hablar de voleibol. Un día le pregunté si quería quedarse a ver uno de mis entrenamientos para poder criticarlo duramente. Aceptó muy amablemente. Le dije que quería dar un salto de calidad en nuestro cambio de saque porque el ataque de nuestro opuesto no era efectivo y todos los adversarios se organizaban para intentar detener a nuestro central y punta. Luego, después de presentar a Julio a los jugadores (y algunos ni siquiera lo conocían, aunque yo no lo creía…), empecé. Vio toda la sesión de entrenamiento y, gracias a su presencia, los jugadores obviamente pusieron en la cancha mucha más energía y disposición. Al final estaba contento y muy confiado, porque el ritmo y la actitud de los jugadores habían sido excelentes, así que me acerqué a Julio e inicié un diálogo.
Yo: «¿Qué te parece?»
Velasco: «¿Cuántas veces atacó el opuesto en el cambio de saque?»
Yo no sabía cuántos ataques había hecho e inmediatamente me puse nervioso, pero dije un número aproximado, 32, ya que habíamos entrenado para que todos los opuestos atacaran en el cambio de saque.
Velasco: «No, sólo 15: 9 el opuesto de un lado de la red y 6 el del otro».
Él los había contado y yo no (más tarde revisé el video del entrenamiento y no sólo las repeticiones eran pocas, sino que en esos ataques sólo habían hecho tres puntos cada uno). Luego me hizo una pregunta. «¿Qué es un salto de calidad?»
De repente me puse muy nervioso. Pensé por unos segundos y dije: «Algo que no funciona y tenemos que hacerlo mejor».
Velasco: «No, ¿qué es un salto de calidad?»
A estas alturas, la alegría y la satisfacción por el entrenamiento que habíamos hecho habían desaparecido. Al mismo tiempo estaba dominado por los nervios y la tensión. Velasco me había hecho una pregunta y no sabía qué responder. Le dije inseguro: «Ser capaz de aprender algo que no puedes hacer».
Velasco: «No».
Mi tensión estaba por las nubes y me sentí como un idiota. Permaneció en silencio un momento, pero para mí fue una eternidad… entonces me dijo: «¡Es cambiar de estado!» Y añadió: «¿Cómo cambia el agua?»
Conocía la respuesta, pero con un enorme temor de responder mal, le dije tartamudeando: «Si la pones a hervir, se evapora».
Velasco: «¡Exacto! Ya no es más agua, es vapor, es otra cosa».
Y empezó esta explicación que, desde ese día, utilizo en todos los cursos que hago y en todos los equipos que entreno.
«Si pones mucha agua en una olla grande a fuego lento, tardará mucho tiempo en evaporarse, pero si pones un poco de agua en un recipiente pequeño con mucho fuego, ¡evapora inmediatamente! ¿Crees que 9 y 6 son suficientes ataques para poder dar un salto de calidad?» Sólo moví la cabeza diciendo que no, sin hablar, sin decir nada. No quería equivocarme más.
Luego continuó diciéndome que lo que hacemos en los entrenamientos es lo que nos pone en condiciones de dar un salto de calidad: tenemos que aumentar las repeticiones ganadoras de lo que queremos mejorar para poder cambiar.
Desde ese día he cambiado la forma en que pienso y planeo mis entrenamientos, he dejado de hacer un poco de todo. Todos los días y en todas las sesiones que hicimos en esos años, por ejemplo, nuestros opuestos tenían que ganar 10 puntos en el cambio de saque (para alcanzar eso, obviamente, las repeticiones aumentaron de 20 a 25 al día para cada uno). Luego intentamos jugar una pelota muy rápida para aumentar la eficiencia y logramos dar un pequeño salto de calidad, porque es cierto que ese año ganamos por primera vez en la historia simultáneamente los Campeonatos Sudamericanos de Juveniles y de Menores venciendo a Brasil por 3-1 en Brasil y que ambos equipos ganaron la medalla de bronce en los Mundiales de 2009, pero no pudimos, a pesar de todo ese trabajo, hacer crecer a ese opuesto que el primer equipo está buscando aún hoy.
Antes de empezar a dar consejos
Sé que sobre todo los entrenadores jóvenes esperan la receta mágica que revela el secreto para dar el salto de calidad de sus equipos y lamento informarles de que no se las daré. No porque la tenga y no quiera compartirla, sino porque he aprendido que no hay una receta universal, porque todo depende de la realidad de cada equipo, del torneo en el que participe y de los momentos en que suceden las cosas en el juego. Estos factores permiten entender y, en consecuencia, elegir qué entrenar y cómo hacerlo. También aprendí que no existe un único método y que, afortunadamente, el voleibol no es una religión. Si profesas una, no puedes ser de ninguna otra. Hoy en día no veo el voleibol absoluto, aunque en la historia a menudo se ha identificado con el pensamiento de un entrenador o de otro.
También he tenido la suerte de haber viajado mucho, he visto cómo se entrenan los equipos en muchos lugares del mundo y he llegado a la conclusión de que hay métodos diferentes que pueden tener éxito aunque no los comparta y no me gusten. Pero si los critico o los juzgo inmediatamente, tal vez pierdo la oportunidad de aprender o tomar algo importante de esa experiencia.
Por ejemplo, el método de entrenamiento de las selecciones de Estados Unidos es completamente diferente al de la selección masculina brasileña dirigida durante muchos años por Bernardinho, pero ambas han logrado saltos de calidad notables en sus equipos y nunca me atrevería a decir que los métodos utilizados eran erróneos.
Vuelvo a citar a Velasco y admito que le «robé» muchas ideas y conceptos: no me parece correcto hacerlos parecer míos. Como saben, trabajé con él y tuve la enorme oportunidad de ver y experimentar de primera mano cómo se las arregló para dar el salto de calidad con la selección masculina iraní. Me contó que en la historia del voleibol todos los equipos que tuvieron la supremacía durante mucho tiempo (Copas del Mundo, Mundiales, Juegos Olímpicos ganados consecutivamente) como Rusia en 1978 y en 1982, los Estados Unidos de 1984 a 1988, su Italia de 1990 a 1998 y Brasil de 2002 a la fecha, tuvieron diferentes formas de montar la preparación física, de entrenar y de jugar voleibol. ¿Y entonces? ¿Cuál es el mejor método? ¿Cómo lo elijo?
Tenemos que partir del juego y esto nos enseña también a observar que hay muchos factores que influyen en el resultado final, que no existe una sola verdad o un método único, ¡sino que todos esos equipos han jugado con más calidad y eficiencia que los adversarios de su época!
Digo esto porque es muy importante tener una mente abierta para poder adaptar a la realidad las sugerencias que ahora voy a describir.
¿Cómo podemos cambiar a las personas?
Hoy la ciencia y la medicina, a través de la neurociencia, han demostrado ser mucho más precisas que antes: sabemos mejor cómo funciona nuestro cerebro y cómo se producen los cambios en los seres humanos. Obviamente no soy un experto en la materia, pero soy una persona curiosa que trata de entender con un poco más de profundidad los fenómenos causados en nuestros cerebros y cómo aprendemos o cambiamos algo. Impulsado por esta gran curiosidad, leí (cito la bibliografía al final para que también puedan consultarla), busqué y me relacioné con algunos especialistas en el campo que confirman y demuestran que cualquier cambio es posible. Se trata simplemente de un objetivo que no es fácil de alcanzar y requiere compromiso y dedicación.
Nuestro cerebro, que nunca deja de trabajar y que controla acciones, sentimientos y emociones, para optimizar su trabajo intenta hacer siempre el mínimo esfuerzo, no por pereza sino para ahorrar energía. Cuando se repite algo muchas veces, la mielina que cubre las conexiones entre las neuronas aumenta. Cuanto más realizamos la acción, más mielina ayuda a que la conexión sea rápida y eficiente. A medida que la conexión aumenta, la respuesta también es más rápida y podemos ejecutarla automáticamente, casi sin pensar.
Esto ayuda al cerebro a ahorrar energía para un mecanismo ya conocido y a utilizarla para otra función. Anteriormente se pensaba que cambiar una técnica mal aprendida era casi imposible, porque se pensaba que dejaba una huella motora difícil de modificar. Hoy se ha demostrado que no lo es. Podría ser complicado, por supuesto, porque tendremos que crear una nueva conexión neuronal que al principio, como toda cosa nueva que hacemos, necesitará de toda nuestra atención. Lo haremos con torpeza, cometeremos errores y tenderemos a responder como antes. Al principio esa nueva conexión será muy débil y necesitará de muchas repeticiones y errores, pero conseguir aumentar los niveles de mielina convertirá ese pequeño hilo inicial en un gran cable de acero en el cual la información viaja muy rápidamente y nuestra respuesta será aún más eficiente. Esto significa que no es la huella anterior la que se corrige sino que se crea una nueva y esto es fundamental para tener la certeza de que el cambio es posible.
Por supuesto, también está comprobado que nadie logra cambiar o aprender si piensa que no le interesa o que no lo necesita. Crear esa necesidad de cambio en nuestros jugadores, a veces, es el punto más importante para lograr el éxito en nuestro trabajo. A algunos jugadores profesionales con más experiencia, ya consagrados e idolatrados, los cambios les cuestan más que a los otros por esta misma razón, porque consideran que no los necesitan: la gente los ama, ganan dinero, ¿por qué deberían cambiar?
Otro factor que influye en la posibilidad de hacer un cambio es el entorno, son los valores y las creencias que tenemos, cómo pensamos nuestra realidad: estos factores condicionan profundamente nuestra forma de reaccionar frente a las situaciones.
Si creemos que las cosas suceden por destino, que somos formas talladas en una piedra, que un atleta es fuerte o no lo es, que tiene o no tiene talento, que una persona nace genio o que si hubiese tenido un alto coeficiente intelectual sería inteligente o sino no, a estos jugadores el cambio les costará aún más porque tienen lo que Carol Dweck llama una «forma de mente estática».
Obviamente no todos son iguales y tienen la misma capacidad, no todos pueden ser Einstein o Messi, pero cualquiera puede entender que con esfuerzo, dedicación y compromiso se puede lograr el mejor resultado personal. Mostrar interés en aprender, crecer y cambiar a través de la aplicación y la experiencia significa para la misma autora tener una «mente dinámica». Como dije antes, no se trata de blanco y negro, de tener una mente estática para todo o una dinámica para todo. La diferencia está en la forma en que lo pensamos o en cómo nuestro sistema de valores y creencias es capaz de cambiar cada una de las situaciones que se presentan, porque si éste último es más fuerte que lo nuevo que se nos propone, el cambio nunca llegará.
El cambio requiere dinamismo. El cerebro piensa, intenta y lo hace de nuevo. Por esta gran razón es importante lo que los estadounidenses llaman feedback positivo. Debemos generar un sentimiento positivo, recordar que pedimos un cambio, algo que nuestro jugador no sabe, que no hace bien, en lo cual se equivoca, algo en lo que no se siente seguro. A un niño que aprende a caminar no le decimos: «¡LEVÁNTATE! ¿CÓMO LO HACES? ¡ES FÁCIL! ¡UN PIE DESPUÉS DEL OTRO Y VERÁS QUE ES UNA ESTUPIDEZ!» Lo animamos incluso si se cae, incluso si se golpea, incluso si sufrimos porque podría resultar herido. Y él continúa, insiste, persiste y al final tiene éxito incluso después de cometer errores.
A nadie le gusta estar equivocado o vulnerable frente a sus compañeros de equipo o sus adversarios, por lo que la creación de estas nuevas conexiones debe tener lugar en el contexto del entrenamiento, creando el clima y la atmósfera para el aprendizaje, reconociendo que cometer errores es la forma de aprender, errar y repetir, tener feedback y repetir de nuevo. Por supuesto que hacemos todo esto para que el cambio pueda ser aprovechado durante el juego, pero es un proceso que hay que hacer en el entrenamiento.
Bibliografía
- ÁgilMente: Aprende cómo funciona tu cerebro para potenciar tu creatividad y vivir mejor. Estanislao Bachrach
- El pequeño libro del talento: 52 propuestas para mejorar tus habilidades. Daniel Coyle
- EnCambio: Aprende a modificar tu cerebro para cambiar tu vida y sentirte mejor. Estanislao Bachrach
- Entrenamiento mental: Cómo vencer en el deporte y en la vida gracias al entrenamiento mental. Terry Orlick
- Inteligencia emocional. Daniel Goleman
- Inteligencia social: La nueva ciencia de las relaciones humanas. Daniel Goleman
- Liderazgo. El poder de la inteligencia emocional. Daniel Goleman
- Mindset. La actitud del éxito. Carol Dweck
- Switch. Cómo cambiar las cosas cuando el cambio es difícil. Chip Heath & Dan Heath
En inglés
- Aggressive Volleyball. Pete Waite
- Coaching Volleyball: Building a Winning Team. Carl McGown & Hilda Fronske
- Science of Coaching Volleyball. Carl McGown
- Thinking Volleyball. Mike Hebert
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Éste artículo fue publicado originalmente en Pallavolo Supervolley
Juan Manuel Cichello
Profesor de Educación Física, inició su carrera como entrenador en 1995 en el minivóley de River Plate antes de ir al Son Amar Palma de España como asistente de Marcelo Méndez, en donde se coronaría campeón de Copa del Rey y Superliga 2005-2006. Al final de esa temporada se hace cargo de las selecciones masculinas de base de Argentina, logrando a partir de ese momento excelentes colocaciones: plata en los Sudamericanos Juvenil y Menor de 2006, 5º en el Mundial Juvenil y 4º en el Mundial Menor de 2007, oro en los Sudamericanos Juvenil y Menor de 2008, bronce en el Mundial Juvenil de 2009, plata en los Juegos Olímpicos de la Juventud Singapur 2010 y plata en el Mundial Juvenil de 2011. Simultáneamente, dirigió con buen suceso a SOS Villa María Vóley de 2009 a 2011 en la Liga Argentina de Voleibol. En ese entonces Julio Velasco lo invita a trabajar en la selección nacional iraní como asistente, logrando el Campeonato Asiático 2011 y 2013, 8ª posición en la Copa del Mundo 2015 y tercer lugar en el Torneo de Clasificación para los Juegos Olímpicos de Londres 2012. Ese año lo convoca el Exprivia Molfetta de Italia, logra la promoción a Serie A1 en la temporada 2012-2013 y lidera el equipo en la temporada 2013-2014. En 2015 una importante oferta económica lo lleva a la selección de Qatar, con la cual obtiene el 4º lugar en el Campeonato Asiático por primera vez. En 2016 regresó a la selección iraní, esta vez como asistente de Raúl Lozano, logrando la clasificación para los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016 y la 5ª posición. En 2017 se hace cargo de la selección Sub-23 de Irán logrando el oro en el Campeonato Asiático de la categoría. También dirige al Emma Villas Siena de Italia en la temporada 2017-2018, logrando una nueva promoción a Serie A1 y un reconocimiento a su trabajo con el premio Costa-Anderlini al mejor entrenador de Serie A2.