Hola de nuevo a todos.
Esta semana vamos a hablar de nuestro punto de vista a la hora de plantear el entrenamiento en voleibol, de nuestra filosofía y metodología de trabajo. Seguro que muchos habréis leído o visto algún vídeo en los que diferentes entrenadores dan su punto de vista sobre cómo se debe plantear una sesión, una determinada fase de la temporada o incluso una temporada completa. En muchos casos, os encontraréis con planteamientos completamente opuestos de cómo es la manera correcta, lo cual puede ocasionar a cualquier entrenador un dilema a la hora de seguir a uno o a otro. En ocasiones, veréis como grandes expertos en este deporte proponen su alternativa y que esta contradice completamente a la de otro de dichos expertos.
Pero ¿significa esto que se equivocan? Pues no, todos ellos tienen razón dentro de un contexto y una situación determinada.
La clave, en nuestra opinión, es encontrar una filosofía y una metodología propia en la que creamos. Un método que funcione, por un lado, para nosotros como formadores y, por otro, para nuestro o nuestros equipos. «Copiar» sistemas de trabajo no suele resultar efectivo porque es prácticamente imposible reproducir las condiciones en las que otro entrenador trabaja. Un ejemplo muy frecuente consiste en tratar de imitar a entrenadores de alto nivel cuando nuestro equipo es de formación. ¿Realmente creemos que es posible reproducir un método de trabajo de jugadores profesionales y con mayores recursos en un club de base? En otros casos, hay entrenadores que defienden que todo se debe basar en jugar, como algunos americanos, o en la repetición técnica, como los japoneses.
Pero antes de copiar hay que pensar ¿es posible aplicar estos métodos a mi equipo? Probablemente, en Europa, si le planteamos a un jugador un entrenamiento basado solamente en la repetición técnica, acabe aburriéndose y dejando el deporte, lo cual no nos interesa. Por otro lado, si hacemos un enfoque más lúdico, pensando sólo en jugar, es posible que nos encontremos que nuestros jugadores cometen ciertos errores técnicos que limitan sus capacidades, lo cual probablemente no sería aceptable si nos encontramos en Asia. El enfoque americano, basado en un aprendizaje de manera autónoma mediante la realización de determinadas tareas que obligan al jugador a «encontrar» por sí mismo la técnica adecuada, no siempre funciona. Quizás si, como en el caso de Estados Unidos, el número de jugadores es alto y la competitividad también muy alta, aquellos deportistas con talento salgan adelante sin problema pero, ¿es esta situación aplicable a nuestro equipo o nuestro club? ¿Disponemos de ese número de jugadores o existe esa misma lucha por un objetivo mayor (como son las becas universitarias de Estados Unidos)?
En nuestra experiencia como entrenadores en diferentes países del mundo (España, Nueva Zelanda, Bélgica, Guam e Islandia) una de las claves es la capacidad de adaptación al entorno de trabajo. Antes de asumir una nueva metodología, hay que plantearse si tiene sentido en nuestro contexto.
Especialmente cuando cambiamos de club, y ya no digamos de país, es importante entender dónde estamos y con qué tipo de personas vamos a trabajar.
En el caso de que se trate del club o equipo con el que llevamos ya muchos años o toda la vida trabajando y queremos aplicar nuevos métodos de entrenamiento, debemos tener mucha capacidad crítica y comparar las condiciones en las que vamos a aplicar una nueva teoría. Como decimos, las diferencias culturales o a nivel de recursos materiales, económicos o temporales pueden resultar un condicionante muy importante a tener en cuenta.
Por poner un ejemplo sencillo (inventado): Tenemos un equipo de jóvenes entre 15-17 años que entrena dos veces por semana durante una hora y media. Un día, viendo un vídeo por Internet, encontramos que un equipo de élite japonés, que entrena al menos tres horas diarias en pista, está trabajando combinaciones de ataque. En ese momento, se nos ocurre que nosotros también queremos hacer ese tipo de juego con nuestro equipo porque resulta muy vistoso. La pregunta es: ¿tenemos las condiciones para poder hacer este tipo de trabajo? ¿Nuestros jugadores están, a nivel técnico, preparados para este tipo de juego? ¿Disponemos de tiempo suficiente de entrenamiento para poder permitirnos dejar de lado un trabajo más básico y centrarnos en algo avanzado? ¿Tienen nuestros deportistas las capacidades físicas para jugar este «tipo» de voleibol?
Éste ejemplo que, a priori resulta un poco exagerado, es algo más frecuente de lo que nos imaginamos. Por eso, nosotros siempre recomendamos que se haga un análisis crítico previamente a asumir un cambio en el planteamiento de trabajo. Si, tras analizar nuestra situación decidimos que es una buena idea, pues adelante con ella pero, no por el hecho de que alguien (por mucho «nombre» que tenga) trabaje de una manera, significa que eso es lo ideal para nosotros.
Como hablábamos al inicio del post, en esta entrada queremos hablar de la metodología, o más bien la filosofía, que seguimos nosotros y las razones por las que hemos llegado a basarnos en estos principios. Estas son las bases en las que se asienta nuestro trabajo:
- Aprovechamiento del tiempo: Generalmente, salvo en un equipo de máximo nivel, la disponibilidad de tiempo es limitada. Por esta razón, creemos que es importante organizar el entrenamiento de manera que las pausas sean las mínimas necesarias y que el ritmo de la sesión sea lo más alto posible. Aun así, no hay que confundir el aprovechar el tiempo con tratar de hacer de todo en cada entrenamiento.
- Intensidad y volumen alto: Muy relacionado con el punto anterior, para nosotros es importante que la sesión sea intensa y que el volumen de trabajo sea lo más alto posible. El objetivo es que el ritmo del entrenamiento, salvo excepciones, sea más alto que el de competición.
- Combinación de técnica y táctica: Aunque la variación del volumen de carga técnica y táctica varía tanto dentro de las diferentes fases de la temporada o de cada periodo concreto (macrociclos, mesocliclos, microciclos…) nosotros siempre incorporamos un componente técnico como parte de cada entrenamiento. Evidentemente, cuanta menos experiencia tengan los deportistas o durante los periodos precompetitivos, la carga técnica será mayor, pero la repetición y corrección técnica siempre forman parte del entrenamiento.
- Adaptación al entorno: Como ya hemos explicado anteriormente, hay que estar abierto a determinados cambios, siempre y cuando, estos no supongan una pérdida total de nuestra identidad como entrenadores.
- «Convencer» al equipo: Por muy bueno que sea un entrenador, si su método de trabajo no convence a sus jugadores, difícilmente obtendrá resultados. Es importante crear una buena comunicación con el equipo y ser abierto. Si los deportistas no comparten la filosofía del entrenador, probablemente no lo seguirán y el rendimiento será peor.
- Componente lúdico: La diversión debe, en nuestra opinión, formar parte del deporte. Si este no resulta divertido, no funciona. Esto no significa, sin embargo, que todo se deba basar en jugar. Debe haber un equilibrio y los deportistas deben notarlo. Si planteamos un entrenamiento más técnico y aburrido, es importante incorporar algún elemento lúdico para «compensar» y mantener la motivación.
- Innovación y creatividad: Otro de los aspectos que, para nosotros, es fundamental es la innovación. Ser capaz de crear nuevos ejercicios o realizar determinadas modificaciones en los existentes es importante para dar variabilidad al entrenamiento y para mantener al jugador «despierto». Hay entrenadores que defienden que es mejor basarse en un número no excesivamente elevado de tareas para que los deportistas los aprendan y los realicen rápido sin tener que recurrir a una explicación larga. Sin embargo, en nuestra experiencia, los jugadores que se acostumbran a cambios o variaciones de las tareas, suelen ser más despiertos y acaban aprendiendo rápido a responder. Como anécdota, en nuestro año en Nueva Zelanda, nos planteamos el reto de no repetir ningún ejercicio de entrenamiento durante la temporada (3-4 sesiones de entrenamiento semanales). Al principio del año, costó un poco que los jugadores se adaptaran a tanto cambio pero, al poco tiempo, la respuesta empezó a ser más y más rápida. Al final de temporada, el ritmo del entrenamiento era completamente normal.
- Plantear retos: Este es el último de nuestros principios como entrenadores. Sobre todo cuando trabajamos ejercicios técnicos o de control de balón, que pueden resultar más tediosos, de vez en cuando, incorporamos una tarea con una relativa dificultad que sólo sean capaces de ejecutar cuando el nivel de concentración, de control técnico y de coordinación son suficientes. Evidentemente, en este caso, debemos buscar retos alcanzables y no imposibles pues, en ese caso, no conseguiremos resultados. Mediante el planteamiento de estos retos, podemos conseguir que un ejercicio técnico se convierta en una competición (ya sea contra otros jugadores o contra uno mismo).
Hoy os hemos desvelado una parte de nuestro método de trabajo y nuestra filosofía de entrenamiento. Al igual que os decíamos al principio, esta metodología, que hemos ido desarrollando durante bastantes años, nos funciona a nosotros, pues es la que hemos construido y adaptado a lo largo del tiempo. A pesar de que hemos trabajado con bastante éxito en diferentes países, siempre hemos tenido que mostrar una actitud abierta al cambio para saber adaptarnos a las diferentes culturas y mentalidades.
Tener la mente abierta para seguir aprendiendo y adaptándose es una de las claves del éxito.
Para terminar el post de hoy, os proponemos un reto, que os preguntéis cuál es vuestra filosofía como entrenadores. Estamos seguros de que algunos tendréis la respuesta muy clara, pero seguro que a otros os cuesta contestar. Si queréis seguir creciendo y mejorando, es importante empezar por definiros a vosotros mismos, y eso comienza por establecer vuestros propios principios y métodos de trabajo.
¡Un saludo a todos y hasta la próxima!
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Éste artículo fue publicado originalmente en Voley por el mundo
Ana María Vidal y Borja González
Ana María Vidal Bouza y Borja González Vicente son una pareja de entrenadores de voleibol. Tras muchos años compitiendo a nivel profesional decidieron dar el paso hacia el entrenamiento y desde entonces han pasado por España, Bélgica, Francia, Islas Cook, Nueva Zelanda, Guam e Islandia. Ana María es licenciada en Ciencias de la Actividad Física y el deporte y maestra en Educación Física. Borja es licenciado en Historia y con un Máster en Formación del profesorado. También son entrenadores Nivel II FIVB y de máximo nivel español, así como entrenadores FIVB de vóley playa. Han trabajado con las selecciones nacionales de Islas Cook, Guam y actualmente con la selección sub 17 masculina de Islandia. Son autores del libro Voley playa. Técnica y ejercicios y desde el año 2015, del blog Voley por el mundo, en el que comparten sus experiencias y su trabajo como entrenadores.