Son las 17:00 horas de un viernes gris. El lugar, un café cualquiera del barrio de Belgrano. Cualquier distraído lo podría confundir con un contador, con un escritor o con un filósofo. Sin embargo su paciencia para hablar, sus expresiones pedagógicas, su lenguaje claro y directo, deschavan su pasado de profesor. Ese profesor ya canoso que miles y miles de jóvenes han tenido en el INEF, en algún curso de voleibol, o porque no dirigido por él en algún equipo. Hablar de Juan Carlos Enseñat es hablar de un referente tanto del deporte como de la educación física. Detrás de esa persona sencilla, se corre el telón para hablar de todo café de por medio
¿Cómo empieza la vida de un referente como Juan Carlos Enseñat junto al deporte?
Yo era uno de los chicos que salía a jugar a la calle, en esa época los pibes estábamos cuidados por todos los padres de la cuadra, no había tiempo, la calle era parte de la casa; así que jugábamos ocho horas a la pelota hasta que nos llamaran a comer, o a la merienda. Siempre y cuando no haya clase obvio. El estudio era lo más importante. El fútbol digamos que fue mi inspiración y lo otro fueron los juegos recreativos de los chicos. Me habían llamado dos veces para jugar al fútbol. La primera vez haciendo gimnasia con la escuela en el Centro Municipal un señor me dijo: «quiero que vengas a jugar a Evita Morning Stars», es el equipo donde jugaba (José) Yudica, Puppo, todos los jugadores que después se hicieron famosos en Newell’s. Y en otra oportunidad, lo mismo, estaba jugando en un potrero con mis amigos y un señor me dijo: «¿No querés venir a anotarte a Newell’s?» pero mi papá no me dejó. Y eso que era hincha de Newell’s.
Hasta los 13, 14 años mi vida pasaba por el fútbol. Yo iba a la Escuela Normal 3 que tenía una escuela de vóley… y bueno un día me encontré jugando al vóley con mis compañeros de la escuela, los maestros eran jugadores de vóley, la Asociación de ex alumnos también y así empecé a entrenar y me enganché. Y bueno ahí no lo pude largar más. Una pasión terrible me había atrapado.
Sin embargo, ¿usted dejó joven de jugar?
Como jugador tuve una experiencia muy corta producto de ésta lesión (se señala la muñeca) y dejé muy joven. Tuve una carrera muy corta pero muy fructífera. Mi ingreso a la Escuela Normal fue para jugar al voleibol. A los 15 yo ya jugaba como suplente en primera y antes de cumplir los 16 ya me metían. En esa época Santa Fe tenía muy buenos equipos, te hablo de 1954-1957. Cuando se hizo el Argentino en Rosario, el equipo de Santa Fe ponía diez jugadores de Selección Nacional. Esos fueron mis maestros… y así que aprendías o aprendías.
En Rosario éramos cuatro o cinco equipos de mayores en esa época así que intentábamos hacer mucho contacto con equipos de Capital Federal, Santa Fe, Chaco en torneos abiertos así que los que se jugaban en Buenos Aires veníamos y luego los invitábamos a ir para allá (a Rosario). Así que los Torneos Abiertos nacen como una necesidad y así nacen la Copa River, el Provincialista, el Sanmartiniano, uno que hacía la YMCA y uno de la Escuela (Normal Nº 3). Eran torneos que en un fin de semana jugabas promedio seis partidos y te daba una carga de partidos interesante y para nosotros era muy importante.
A los 17 me llamaron a la Selección de Santa Fe de mayores y vinimos al Argentino a Capital Federal y al poco tiempo se jugó al torneo Sanmartiniano en YMCA y me lesioné la muñeca jugando para Normal Nº 3 a los 18 años. Estuve un tiempo donde no se me pasaba el dolor y volví un poquito a los 19 años pero seguía el dolor pero me hacía ver y no salía nada, entonces en una revisación salió una pequeña fisura de escafoides. Mi cuñado que era médico osteópata me dijo: «esta lesión si no te operás no te vas a curar». Me operaron y estuve ocho meses enyesado… así que ahí largué el vóley y me vine a estudiar a Buenos Aires. En realidad podría haber seguido porque tenía buenas posibilidades. En esa época yo era armador, que en realidad se llamaban levantadores porque jugábamos 4-2 clásico y en ese momento aparecíamos los primeros «doble función» que éramos levantadores con capacidad de ataque. En el Normal, de levantadores jugábamos con Chiche (Lo Giudice) que jugó en la Selección y yo.
¿Cómo fue la decisión de venirse a estudiar a Buenos Aires y luego quedarse para siempre aquí?
Yo me vine a estudiar a Buenos Aires y acá me quedé por varios motivos. Uno fue que estaba con mi novia acá (que es mi actual mujer) y formé una familia. Yo vine a estudiar becado al profesorado, en esa época no podía venirme a estudiar a Buenos Aires y además pagarme los estudios, mi familia no podía. Me gané una beca y vine al CAR. Después seguí acá trabajando una vez recibido. Siempre digo que la experiencia que tuve en Normal Nº 3 fue una de las más nutrientes de toda mi carrera, inclusive como profesor, porque de ahí saqué muchos conceptos que me sirvieron para toda la vida y fueron base de la didáctica que yo utilicé en el instituto.
¿El empezar tan joven le resultó fácil para manejar los grupos?
Mi primera experiencia fue a los 16 en Rosario; me pidieron que entrenara al equipo cadetes de la Escuela (actual Sub-16) y yo era de la misma categoría. No tenía los conocimientos profesionales de los técnicos recibidos, pero yo lo que hacía era entrenar e imitar lo mismo que nos hacían entrenar a nosotros y transmitirlo de la mejor manera posible. En realidad lo que ellos querían era alguien que tuviera liderazgo y pudiera manejar un grupo de 16 años. Esa fue una linda experiencia que duró dos años.
¿Cuál fue su primera experiencia como entrenador una vez finalizado el profesorado?
El primer equipo que tomo en Buenos Aires fue Ateneo de la Juventud, aunque se me hace una confusión si fue Ateneo o Estudiantes de La Plata. Mientras me recibo de profesor, al año siguiente hago el curso de entrenador en el Instituto del Deporte donde eran profesores Juan Luis Bota y César Gallardo, y Gallardo me dice un día: «Juan Carlos me ofrecieron Estudiantes de La Plata pero me queda lejos… yo ya no tengo ganas, ¿no querés ir vos?», y me nombra a Hugo Pichuli que prácticamente había sido compañero mío y era Jefe de Departamento. Era lógico en ese momento no había autopista y el viaje era muy largo. Yo acepté y empecé a entrenar. Tenía 24 años y en el grupo había gente más grande que yo. Lolo Capozzo tenía 33 años y había sido arquero de Estudiantes y había tres o cuatro pibes que después fueron la base del gran equipo de Estudiantes como Andrés (el «Oso») Portugal, Gustavito Peñas. Y ahí empezamos. Fue mi primer experiencia de entrenamiento fuerte y muy buena. Salieron una camada de jugadores importantes.
¿Podernos decir que ahí se crea la corriente de entrenadores-profesores de educación física?
La mayoría de los entrenadores hasta ese momento eran ex jugadores. Yo soy de los que creen, y estoy convencido que para entrenar un deporte, primero hay que practicarlo, vivirlo intensamente y si sos jugador mejor. Si sos buen jugador teóricamente mucho mejor porque tenés recorrido un camino importante, pero no es lo único ni es condición sine qua non. Hay jugadores muy buenos que no se han dedicado a la docencia deportiva y hay jugadores que no han sido muy buenos pero que han tenido éxito entrenando. Para qué vamos a buscar ejemplos en el vóley si el ejemplo más claro en el deporte top como es el fútbol lo tenemos a Marcelo Bielsa.
Pero no cabe duda que a partir de Bota y Gallardo en la Metropolitana aparecen muchos ex jugadores-profesores que hasta ese momento en el que yo entro en el circuito había muy pocos. Tenía muchos alumnos jugadores y veían que me iba bien, entonces me pedían consejo y yo les empecé a decir que primero hicieran el profesorado y después si querían hagan el curso y seguían ligados con el vóley y hasta podían hacer las dos cosas al mismo tiempo. Y ahí aparecieron muchos jugadores-entrenadores-profesores que fueron como un contagio entre ellos y que para mi entender fue el mejor momento de la Metropolitana.
Es decir, que en la década del ’90 participó de la discusión pero en sentido inverso cuando los entrenadores «de carrera» se oponían a la designación de Daniel Castellani al frente del Seleccionado.
A ver, no por Daniel Castellani, ése es un problema político. Los políticos son los que designan quien es el entrenador de la Selección. Y Daniel cayó ahí por ser el capitán, buen jugador, buen liderazgo y toma el equipo. Yo soy de la idea que un equipo nacional, un equipo de primer nivel debe ser entrenado y dirigido por gente con cierta experiencia de campo. No tiene nada que ver ser jugador con ser entrenador, como no tiene nada que ver ser entrenador con ser dirigente. Hay algunos aspectos específicos que tienen que ver con la capacitación del deporte porque más allá de saber de técnica y táctica, tenés que saber cómo entrenarla. Y eso no se aprende de la noche a la mañana. Por eso hay técnicos que hacen buenos equipos y hay equipos que hacen buenos técnicos. Si vos tenés seis fenómenos de jugadores que ganan solos, te van a hacer a vos mejor técnico, aunque el tema es que a veces no. Pero yo prefiero un técnico que hace buenos jugadores y buenos equipos porque nutre al medio y nutre el nivel general.
¿Nota una evolución con respecto a que antes el entrenador era el que hacía todo y ahora muchas veces tiene un grupo de profesionales que lo secunda?
El 90% son técnicos que siguen haciendo esa experiencia, porque a nivel Liga tenés 25, 30 equipos pero de los cuales no todos tienen una estructura que debería ser. Después tenés en la Metropolitana y en las otras federaciones los entrenadores que siguen llamando a los jugadores, ponen la red, arman la cancha. El entrenador a veces tiene un ayudante, pero el proyecto y los aspectos motivacionales recaen sobre ellos. En la Liga Nacional las motivaciones están puestas en otros conceptos como que el jugador cobra un dinero importante y lo defiende, mientras que en las ligas menores o en las bases, no hay dinero o si hay es muy poco como para compensar el gasto del sándwich y la gaseosa. El entrenador «motor de todo» sigue existiendo con lo cual chapeau, porque en el técnico se confía. Porque primero que nada el entrenador tiene que ser un gran líder. Esto no lo digo yo, lo dicen los mismos jugadores. O lo instituyen como líder o se gana el liderazgo. Cualquiera de las dos formas es posible. Cuando a vos te nombran en el cargo, automáticamente te instituyeron como líder. Y ahí si lo sabes mantener se sigue; o bien tenés que saber conseguir (no imponer) conducir un liderazgo con tus cualidades y eso es valorable.
Pero el técnico es el que tiene que demostrar mayor convencimiento, la mayor pasión, la mayor dedicación, porque el estímulo que brinde es muy significativo para encontrar las respuestas adecuadas por parte de los jugadores. Si hay un técnico que le da igual que un jugador le pegue indistintamente de una forma o de otra y no corrige o no se preocupa para que no mejore; si hay un jugador que llega 8:00, otro 8:10 y otro 8:30 y la idea es empezar a las 8:00 y el entrenador lo permite… bueno, se le va a disgregar el plantel, salvo que haya acuerdos previos entre todos, pero normalmente sucede eso. El respeto, la disciplina, el orden son estandartes de un concepto de ética profesional que eso lo tiene que imponer. Un ejemplo de esto es Julio (Velasco). Julio es un tipo que ha sabido mamar aquellas buenas experiencias, y él incluso de acuerdo a su experiencia de vida y algunos otros conceptos que fue tomando él es así. Y yo diría que no es rigor, es una conducta que tiene que ver con el respeto a los valores y eso es bueno, les gusten o no les gusten a los jugadores. Pero si se expresan previamente, se hablan con claridad y se llevan adelante los resultados van a llegar.
Usted que ha vivido en diferentes épocas del vóley, ¿coincide en la frase romántica de que «todo tiempo pasado fue mejor»?
Yo no creo en eso. A ver, hay gente que puede ser renegada y lo expresa con fastidio. Y hay otros que son agradecidos, ya que el voleibol ha crecido mucho en algunos niveles. Y hay que estar agradecido. Se dan las dos cosas pero hay que tratar de ser muy objetivo, pero para ser muy objetivo habría que realizar evaluaciones periódicas sobre cuál es el desarrollo del voleibol. ¿Por qué? Cuando se dice que todo tiempo pasado fue mejor yo no creo que sea mejor, sí que son distintos, todas las épocas de la vida son distintas y nosotros cambiamos.
Yo digo que uno de los aspectos que ha decrecido, pero no culpo ni a la FeVA, ni a la FMV, ni a los clubes, pero es la vida de los clubes y lo viven todos los deportes por igual. El club en Argentina tenía la concepción del club inglés, un lugar donde se juntaba a hacer deporte pero a su vez se le dio una estructura de contención familiar. El club fue para nosotros, los chicos de muchas generaciones, una estructura que funcionaba en paralelo con las escuelas, y es más había clubes que eran mejores que las escuelas (no vamos a nombrar para no hacer distinciones). Eso tiene que ver con una sociedad que funciona, que se solidariza, se crean lazos de amistad. Y esto es lo que produjeron los clubes en Argentina y no hay parámetro de comparación con ningún otro lugar en el mundo. Yo siempre pienso esperanzadoramente que vuelvan a resplandecer clubes como Ferro, River, la familia vivía en el club y eso hoy está ausente. Tal vez puedan tener un buen equipo de vóley, fútbol o básquet pero no tiene mejor calidad institucional.
¿Cómo vivió luego del famoso equipo de Scholem su llegada a ser entrenador de la Selección?
A mí me ofrecen la Selección conjuntamente con Alejandro Di Benedetto. Tomamos la Selección de varones y mujeres a fines de 1972. Nunca se definió quién dirigía cada equipo. Di Benedetto manejaba a los varones y a mí las mujeres no me asustaban, es más el trabajo con las chicas fue muy bueno. Ahora pienso que en ese momento había muchos entrenadores que podrían haber tomado el equipo pero la CAV confió en éstos dos entrenadores para ir a Bucaramanga. Se hizo un muy buen trabajo que todavía tengo los datos estadísticos de la preparación, cuando les tomamos los primeros tests. Yo me preguntaba por qué los brasileros nos ganaban, y me di cuenta que porque son doble ancho, doble alto y doble salto. No es que nuestros jugadores eran malos, pero nos faltaban potencia, fuerza, volumen de trabajo. E hicimos un trabajito respetando las instituciones deportivas, cosa que a mí me parecía que tenía que ser tenido en cuenta para no chocar con los entrenadores. No había dinero para pagar entrenadores para la Selección para que se dedicaran exclusivamente, por ejemplo yo ganaba mucho más en el club que en la Selección. Entonces respetamos el trabajo de los clubes. Los tests que tomamos, por ejemplo, me acuerdo pusimos como parámetro que el que no alcanzaba 3,15 m no viajaba. Lufrano alcanzó 2,98 pero tenía unas manos maravillosas y un concepto táctico sobresaliente. No es que no lo iba a dejar, pero antes de viajar alcanzó 3,12 m. Luis Federico Thompson en el primer test marcó 3,28 m y antes del viaje marcó 3,53 m. Y así todos mejoraron, con lo cual ese volumen de trabajo y esa capacidad de entrenamiento le dieron un plafón distinto. Y con las chicas también ya que jugaban partidos con equipos de varones. Así que en un año de trabajo se hizo un trabajo interesante.
¿Cómo fue para los entrenadores argentinos que venga un entrenador extranjero a tomar la Selección Argentina?
Había gente que estaba de acuerdo y gente que no estaba de acuerdo. Mi concepto es que el deporte es una expresión de cultura de un país, pero eso hoy ya no existe. Eso no quita que vos te nutras de la experiencia y los conocimientos de otros. Pero los que son responsables de expresar esa cultura es la gente del lugar. Entonces yo soy de los que pienso que los entrenadores nacionales son los que deben hacerse cargo de las Selecciones Nacionales de cada país. Ahora, en el profesionalismo, el problema es que lo que juega son otros tipos de valores, el valor económico y el valor del triunfo a ultranza por encima de la creación de cultura.
¿Cómo sería la característica del jugador de voleibol argentino?
Nosotros, en tanto y en cuanto no igualemos los niveles de preparación de los equipos de biotipo alto (ascendencia sajona, nórdica, Europa del Este como Rusia, Polonia, etc.) en cuanto a resistencia, potencia, fuerza, capacidad técnica, se complica. No hablo de altura porque los biotipos son diferentes. Si vos igualás eso, el nivel de competencia y la experiencia se va emparejando. Te van a ganar, pero cada tanto les empezás a ganar, eso viene con el tiempo.
Argentina tiene algunas ventajas. El déficit está abajo porque no alimentamos a los chicos. Argentina ha demostrado tener una ciudadanía deportiva apta, habilidosa y pensante. Una de las cosas que yo resalto del argentino es la capacidad creativa. El alimento hace que el cerebro trabaje correctamente y eso al argentino no le faltaba. Ahí podemos tener potenciales buenos jugadores con capacidad para resolver. Yo destaco la capacidad creativa del argentino y no sólo en el deporte. Tenemos buenos artistas, científicos, somos creativos. Si sabemos aprovechar esa capacidad creativa produce una gran fuerza de competición. La famosa frase «la atamos con alambre» es una demostración porque hay que saber atarlo con alambre. Y eso es muy bueno siempre que no se vuelva costumbre. Si nosotros en diferentes camadas tuvimos grandes jugadores, eso significa que hay otros tantos que los podrían imitar. A mi entender, hoy en día hay, no menos de veinte entrenadores que podrían entrenar la Selección. En la Argentina se sabe cómo hacer un equipo, cosa que en mi época no se sabía. Antes se entrenaban dos días por semana y los partidos y eso era recreativo 100%. Y eso yo no me lo atribuyo, pero yo intenté respetar un orden de entrenamiento, una metodología de trabajo que debe ser tenida en cuenta y hecha, porque si no se hace no se mejora. Las cargas de trabajo, las secuencias, los descansos. Los muchachos entrenaban con mucho entusiasmo, muy bien en los aspectos técnicos pero no sabían otros aspectos que también eran importantes como los que te mencionaba antes.
¿Esas falencias eran producto de la falta de contenido teórico y el poco acceso al material que había?
En el ’74 éramos alrededor de 28 entrenadores, había más entrenadores argentinos que mexicanos, teníamos una pasión, mucho entusiasmo y unas ganas de aprender muy grandes. Todos estábamos llegando. Ya habíamos tenido dos experiencias antes en la Copa del Mundo Masculina y Femenina en Uruguay. En los años ’60, principios del ’70 tuvimos una avalancha de información de entrenamiento proveniente de la Unión Soviética, Alemania del Este, toda la zona comunista y de Francia información pedagógica y ese mix nos sirvió para mejorar.
¿Al seguir en contacto con los jóvenes mientras hacen el profesorado, ve la misma pasión que en su época?
Yo voy a ser más duro: Es falta de responsabilidad. En esto soy duro con cualquiera, sea peor o mejor que yo. Cuando un profesional no tiene responsabilidad no tiene que ser profesional. Acá no pasa por el dinero que se gana. El profesional tiene la obligación moral o ética de mejorar su conocimiento en forma permanente para que sea una expresión de cultura poblacional. Si los que tienen que dar el ejemplo no lo dan, en vez de crear valores de construcción crean desvalores de destrucción. Y en esto soy muy duro. El profesional tiene que mejorar y para mejorar se tiene que dedicar aunque sea gratis. Un educador, si no hace todo lo posible para educar a sus discípulos al mango, que se dedique a otra cosa porque está matando la ilusión de los otros. El médico puede matar porque se equivocó y el entrenador te mata por desidia.
¿Un jugador de hoy podría jugar en la década del ’60 o ’70? ¿Y un jugador de antes podría jugar hoy?
Sin ninguna duda. Uno de hoy podría jugar antes pero habría que limpiarle la cabeza, que sepa jugar por la camiseta. Yo creo que pueden jugar tranquilamente.
Y de antes, yo te voy a nombrar uno que admiré (aunque tengo varios) que es Julio Zorriqueta, era un jugador de la época, un jugador de 1,93 m, pero era un jugador de una habilidad maravillosa, una fuerza física tremenda, salto espectacular y además esa creatividad y esa energía de los grandes. Es muy difícil comparar las épocas, pero de todos los que vi en mi vida para mí fue el mejor jugador.
¿Coincidís con lo que dice el profesor Julio Velasco de que a los jugadores de inferiores les falta el aprendizaje por la visión?
Sin dudas, Julio dijo algo que es muy importante en el aprendizaje de los niños y de los grandes también. Está comprobado que el 90% de lo que aprende el humano es por los ojos. Caminas igual que tu papá, hablas igual que tu papá, casi todo lo captás por tus ojos. Los ojos son el centro de la captación en el mundo. Y lo que dice Julio es bárbaro. Mirá que coincidencia, antes hablábamos que la mejor época que tuvimos, la más nutriente era cuando los clubes funcionaban como tales. Y la Metropolitana hacia toda la tira seguida y también los mayores, entonces los pibes que habían ido a las doce se quedaban hasta el partido de las seis, siete de la tarde y se veían cinco partidos. Y así aprendés. En educación física hay un dicho que dice «¡Los pibes aprenden a pesar de los profesores!». El ser humano tiene una capacidad selectiva del aprendizaje y lo adecúa a su propio potencial y él mismo lo regula. No va a hacer nada que no pueda hacer. Por eso cuando ibas al potrero aprendías y salían millones de jugadores de fútbol. Es tan simple que por ser tan simple y lo tenemos tan cerca, no nos damos cuenta.
Desde su experiencia, ¿qué le falta al vóley para que el vóley crezca?
Es preocupante la falta de jugadores. A mí me preocupa mucho eso. Si nosotros entendemos que el deporte sirve para el desarrollo del ser humano en todas sus expresiones y fundamentalmente para el desarrollo de su capacidad intelectual, no importa la cantidad de pibes que llegan a una federación a afiliarse para jugar, importa la cantidad de pibes que se meten a un deporte simplemente para jugar, aprender el juego sin necesidad de ser deportistas de nivel o federados. Si nosotros entendemos que el movimiento deportivo les puede dar a ellos una cantidad de valores como seres humanos que excede, te diría el nivel universitario, porque son valores que no se aprenden en la universidad. Si entendemos esto, ahí alcanzamos el verdadero valor de lo deportivo y le damos al deporte el sustento educativo que debería tener. El deporte no está para sacar jugadores extraordinarios, está para esto, es un centro de educación magnífico. Ahora si además de centro deportivo, sacamos jugadores extraordinarios voy a ser el primero en aplaudir en la tribuna. No soy tonto. Me gusta ver las buenas expresiones del arte y el deporte es un arte. Así como me gusta ver en el Colón una orquesta sinfónica. A eso deberíamos tender y hoy son muy pocos los deportes que han entendido esto. Uno que lo ha entendido pero no sé en qué dimensión es el rugby. Creo que está bien orientado.
¿Esto lo ve relacionado con la presión al jugador por ganar para no descender?
Absolutamente. Hay que descalificar el problema de que se juega para ganar. No se juega para ganar, se juega para aprender, se juega para mejorar. El ganar es consecuencia del ganar jugando bien. Ahora si yo le gano a un equipo porque se equivocó más veces que yo, no sirve. Esto de ganar también tiene un tiempo. Y eso los entrenadores no lo entienden, porque prevalece la figuración personal antes que el criterio de brindarle a tu pupilo la mejor experiencia posible. Y la mejor experiencia no viene de ganar. A mí estas cosas me conmueven.
Juan Carlos Enseñat según Lolo Verasio
Es una tarea harto difícil resumir en pocas palabras lo que significa y representa Juan Carlos para el todo de nuestro voleibol, por ello me es mucho más sencillo trazar una breve caminata a la par de los recuerdos de quien, en aquellos años de deporte romántico, se transformó —sobre todo para aquellos jóvenes que proveníamos del mal llamado interior— en una leyenda.
Hoy, afortunadamente debido a una serie de memorable reencuentros sanadores que comenzaron a darse desde el 2013 y en los cuales su presencia excluyente y su palabra reflexiva aún nos llaman a recato y respeto, todos entendemos que el cariño y la pasión que gentes como él y otros tantos que ya no están nos inculcaron de una manera incandescente, en aquellos hermosos años en que las ideas y los idearios nos arrobaban y queríamos salir a la calle a cambiar el curso de la historia, son las razones por las cuales nos abroquelamos periódicamente en la defensa de la memoria colectiva de los buenos tiempos.
Juan Carlos Enseñat por Horacio Di Leo
Mi segundo padre. Una persona que me marcó humana y profesionalmente. Me guió y sigue guiando mi carrera. Formó muchísimos jugadores, defendió e inculcó siempre valores por sobre todo. El vóley argentino tiene una deuda grande con él, otorgarle el lugar que merece.
Ficha técnica
Nombre: Juan Carlos Enseñat.
Fecha de nacimiento: 22 de septiembre 1941.
Lugar de nacimiento: Rosario.
Trayectoria como jugador: Normal Nº 3 de Rosario y Selección de Santa Fe.
Trayectoria como entrenador: Normal Nº 3 de Rosario, Estudiantes de La Plata, Ateneo de la Juventud, Scholem, GEBA, Sociedad Hebraica, Estudiantil Porteño, Ciudad de Buenos Aires y Náutico Hacoaj. Selección Metropolitana, Selección Argentina Femenina y Selección Argentina Masculina.
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Éste artículo fue publicado originalmente en Volley Attack!
Diego Soler
Periodista formado en la Escuela Superior de Periodismo Deportivo José R. López Pájaro del Círculo de Periodistas Deportivos. Es instructor VIS de la FIVB y ha dictado cursos en Argentina, México y Trinidad & Tobago. También desempeña funciones en la FeVA y es estadígrafo en el Club Obras Sanitarias de San Juan.