El gran entrenador de la Selección Argentina de Vóley Masculina habla sobre el liderazgo, la capacitación, sus exilios, la comparación con el fútbol. Una gran carrera para aprender.
1. ¿Cuáles son los atributos principales de un buen líder? Lo primero que debe tener es seguridad. Si dice «vamos para allá», lo debe decir de modo seguro, aunque no lo esté. O sea: que esté seguro, y las veces que no está seguro, que sus dirigidos no se den cuenta, porque uno no está siempre seguro de todo. Después, lógico, debe saber de lo que habla, porque si no, sos un líder de cartón, y los jugadores te sacan la ficha enseguida. Si vos sos un tipo seguro y sabés de lo que hablás, ya tenés buena parte del trabajo hecho.
2. ¿Cómo era el Julio Velasco deportista? Muy futbolero hasta los 15 años. Era zurdo, jugaba con un pedazo de madera en el patio del colegio o con la pelota en el barrio. Estuve en la Prenovena de Estudiantes, hasta ahí llegué, para más no me daba. Con mis hermanos íbamos a 1 y 57 a las 11 de la mañana, con los sánguches en una bolsa, y nos quedábamos a ver Tercera, Reserva y Primera. Jugaban los tres partidos en la misma cancha, hoy sería imposible.
3. ¿Por qué te hiciste hincha de Estudiantes? Nací en La Plata y mi abuelo fue el primero que me llevó a ver Estudiantes, siguió mi tío y después fuimos solos. Tengo una anécdota buenísima de cuando éramos chicos. En La Plata, el primer club en poner colonia de vacaciones fue Gimnasia. Yo era bastante quilombero, mi vieja había enviudado, tenía tres hijos varones, imaginate… en vacaciones estaba desesperada, no sabía qué hacer con nosotros. Y mi tío, que era el que nos llevaba a la cancha, cometió una traición imperdonable: le dijo a mi mamá que Gimnasia había abierto la colonia.
4. Tampoco te pedían que gritaras los goles. Es que te hacían ir a la colonia con la camiseta del club. En esa época no existían los buzos, o al menos en mi casa no había, lo único que teníamos era un pullover y entonces nos íbamos en pleno verano con el pullover encima para que nadie nos señalara por la calle. Y lo mismo al volver, transpirados, nos poníamos otra vez el pullover con el calor que hacía. Al año siguiente, Estudiantes abrió su colonia y nos cambiaron, y ya no hizo falta el pullover. Además, ahí te hacían ir con la remerita blanca, ya se notaba la diferencia de estilos (risas).
5. ¿Recordás algún partido en especial como hincha? Me acuerdo mucho de la Libertadores, no creo ser el único (risas). Era algo nuevo, se jugaba a la noche, en días de semana, y se transformó en un gran evento social, porque empezaron a ir las mujeres a la cancha. El 1-1 en Manchester lo escuché por la radio en casa, con mi hermano. Mi ídolo, como el de la mayoría, era la Bruja Verón; también me gustaba Raúl Madero.
6. ¿Qué deportes practicabas? Además de fútbol, jugué al rugby y al básquet, practicaba natación. Íbamos al Club Universitario de La Plata. En un momento se armó un equipo de vóley juvenil y contrataron a un técnico de Buenos Aires, que vive acá, a tres cuadras y sigue siendo mi gran amigo, Jorge Taboada. Ese equipo, dos años después, terminó ganando dos veces consecutivas el campeonato metropolitano y logramos 4 ascensos en 4 años. Cuando llegamos a Primera se enquilombó todo: Taboada se fue a Rosario a hacer una revista, yo entré a la Facultad de Filosofía y empecé a militar en los grupos estudiantiles, o sea que pasé a tener la cabeza en otra cosa.
7. ¿Qué edad tenías cuando murió tu papá? Unos 6 años, falleció de pancreatitis. Mi papá era peruano, estaba separado de mi mamá, y se murió en Perú, nos enteramos de grandes. Tengo imágenes muy borrosas de él, la realidad es que me crié sin padre, mi madre hacía muchos sacrificios: era docente de inglés en la escuela anexa de La Plata.
8. ¿Por qué empezaste a militar? Fui parte de una generación que veía la posibilidad de un cambio revolucionario del mundo, una idea de izquierda muy romántica, con el Che a la cabeza, y sin mucha idea del socialismo real. Milité en el Partido Comunista Revolucionario (PCR) y fui presidente del Centro de Estudiantes de la Facultad de Filosofía, en La Plata.
9. Ahí ya convencías con la palabra. Heredé un poco eso de mi papá, según me ha contado mi mamá. Mi papá tenía una gran capacidad de convencimiento, y eso lo desarrollé mucho con la actividad política: había que hablar con la gente, en las asambleas… También lo puse a prueba en mi trabajo como preceptor, apenas terminé el colegio.
10. ¿Eras un preceptor de los bravos o de los compinches? Ni uno ni otro, ahí ya desarrollé un estilo de leadership (liderazgo). Entendía que los pibes hicieran ciertas cosas, pero cuando llegaba el profesor, la clase debía estar ordenada. Algo parecido a lo que hago con los jugadores ahora. En los cursos de entrenadores cuento esto que me tocó vivir: terminé el secundario y al año siguiente era preceptor de chicos que tenían casi mi misma edad. Recuerdo que había un muchacho que no paraba de hacer lío y como no respondía a mis órdenes, en un momento lo encaré, sin mucha pedagogía: «Si seguís jodiendo, te rompo la cara». Si se hubiera enterado el rector, me echaba (risas).
11. Tampoco eras un portento físico. No, pero a esa edad la determinación hace la diferencia. Era muy importante el trabajo para mí, porque me mantenía con eso. Mi mamá no quería que estudiara filosofía, nunca tuvo un mango y quería una carrera que me diera más plata que la docencia, pero yo era muy cabeza dura (golpea la mesa), entonces dije: «Estudio filosofía y me banco solo», y me fui a vivir con un amigo. Seguía en buena relación, iba a comer a su casa, pero me bancaba solo. Era un laburo que me encantaba, fueron 4 años, me echaron en el 73, cuando Perón ganó las elecciones y echaron a todos los preceptores.
12. ¿Volviste a la casita de tus viejos? Me puse a buscar otro laburo y conseguí en una empresa de limpieza: iba a las 6 de la mañana a limpiar los vidrios de un banco de la calle 8. Ahí aprendí algo para siempre: la gente muchas veces abría la puerta apoyando las manos en el vidrio y quedaba todo marcado. Y yo decía: «¡Pero estos hijos de puta podrían agarrar el picaporte!». Y luego reflexionaba: «¡Cómo se ve el mundo distinto desde el que tiene que limpiar la puerta y del que tiene que usarla!». Utilizo éste ejemplo en charlas que doy y en mi relación con jugadores, dirigentes o compañeros. «¿Cómo la verá él?», me pregunto, porque es fácil verla desde acá.
13. ¿Sufriste amenazas por tu militancia? La amenaza más concreta fue de la CNU (Concentración Nacional Universitaria), que era un grupo muy pesado al que aún hoy están juzgando por el asesinato de un íntimo amigo mío, Guillermo Miceli. Los de la CNU me fueron a buscar a la salida del colegio, no a hacerme desaparecer, sino a pegarme. Me rodearon y me rajé, porque corría rápido, y me refugié en la Facultad de Arquitectura, donde había militantes amigos.
14. ¿Te fuiste de La Plata por esas amenazas? En el 75 la mano ya estaba muy pesada y me vine a vivir a un departamento en Avenida La Plata y Rivadavia. Con el golpe ya no aparecí más por la facultad, me quedaron por rendir 6 materias de las 34. Y tampoco aparecí más por la ciudad; para ver a mi mamá, venía ella a Buenos Aires, vivía en cierta clandestinidad.
15. Imagino que tomabas muchas precauciones. Siempre fui muy cuidadoso, así que jamás ponía mi dirección en ninguna parte, llamaba a mi mamá desde algún teléfono público, aparte porque en el departamento no tenía teléfono y por supuesto no existían los celulares (risas). Miraba que no me siguieran, pero, sobre todo, que otras personas no conocieran mi casa. Es más: en La Plata hubo mucha gente que no sabía ni dónde estaba y tanto fue así que cuando aparecí por televisión en el Mundial 82 como ayudante del coreano Sohn, hubo ex compañeros míos que se pusieron a llorar, porque pensaban que estaba muerto, o desaparecido, o escondido en Europa.
16. ¿Un hermano tuyo estuvo desaparecido? Sí, Luis, mi hermano más chico. Él también había militado, pero llevaba tiempo sin hacer nada. Estudiaba medicina en La Plata y lo fueron a buscar a las 3 de la mañana a la casa de mi mamá, en 1977. Nunca supimos si lo buscaban a él o a mí. Fuimos a la Catedral a hablar con la diócesis, lo que se podía hacer en ese momento. Estuvo un mes y medio adentro, lo torturaron y, finalmente, lo largaron, aparentemente por el sacerdote Von Wernich, que es primo hermano de la mujer de mi tío, el que nos llevaba a la cancha. Cuando lo largaron se fue a vivir a Perú y luego a España, y declaró en el juicio a Von Wernich. Éste año volvió al país. Raúl, mi hermano mayor, vive hace muchos años en España.
17. ¿Vos viviste alguna situación extrema? Una vez pegué en el palo, cuando daba clases en Ilvem. Daba clases de lo que había: geografía, ortografía, lectura veloz, metodología de estudio, no podía despreciar nada. Ilvem era una especie de cueva de refugiados. Una tarde, dos profesores, un tucumano y un salteño, me dijeron de ir a tomar algo a la esquina. Deseché la invitación porque empezaba mi relación con Nora, quien sería mi esposa, y quería verla a ella. Y estos dos muchachos desaparecieron ese día en esa confitería. No los vimos nunca más. Siempre tuve un culo fuera de lo normal, y lo que ocurrió aquella tarde fue una comprobación.
18. ¿Te quedaste en el país por kamikaze o porque no eras tan consciente de los riesgos? Era consciente, pero también muy cuidadoso, y sabía que no había estado en ningún grupo armado. Aparte, me parecía que irme así era como una falta de respeto hacia tanta gente a la que había convencido de que había que cambiar la sociedad. Creía que la solución no era «el que puede irse, que se vaya» y entonces me quedé, tomando precauciones y sin hacer locuras.
19. ¿Cómo apareció el vóley en tu vida? Empecé a hacer el curso de entrenador como una cosa más. Lo daba Jorge Taboada, mi entrenador de Universitario, los sábados a la mañana en Castelar. Todavía vivía en La Plata, íbamos con otros tres muchachos desde La Plata, ¡un viajecito! Me dieron un grupo de estudiantes para formar un equipo y cuando me vine a vivir a Buenos Aires le pedí trabajo a Taboada, que también era periodista y muy amigo del legendario Osvaldo Ardizzone, eran dos grandes bohemios. Y como los hijos de Ardizzone jugaban en Defensores de Banfield y necesitan un entrenador de vóley, me mandaron a mí. Siempre digo que gracias a la dictadura empecé a entrenar vóley. Debe ser lo único bueno que dejó. El vóley fue mi refugio durante la dictadura.
20. ¿Cómo pasaste de Defensores de Banfield a GEBA y Ferro? Mientras dirigía en Defensores, jugué un año en River y al poco tiempo, Luis Lufrano, el DT de GEBA, me ofreció ser entrenador de mini vóley, es decir entrenar a los chicos de 10 a 12 años, los que no saben nada. Y enseñar a los chiquitos te cambia totalmente la perspectiva. Ahí no podés decir «no, esto se hace así», ahí tenés que desarrollar la parte didáctica y pedagógica. Eso lo hice un año en GEBA y luego, en Ferro y en la Universidad de Belgrano.
21. ¿Cuándo diste el salto a los grandes? A mediados del 79. Se fue el entrenador de la Primera de Ferro y, como no había otro técnico, me propusieron agarrar. No quería saber nada, no quería dejar a los chicos porque me gustaba, pero un dirigente histórico de básquetbol del club, Cito Kriscautzky, que tenía a su hija jugando al vóley, me llevó a comer a un restaurante, un método que recomiendo y empleé muchas veces, porque las charlas importantes no hay que darlas en el gimnasio o en la oficina, sino afuera del ámbito habitual para crear otra intimidad. Kriscautzky me dijo: «No te voy a hablar como dirigente del club, porque Ferro puede conseguir a cualquier entrenador, pero hay trenes que pasan una vez en la vida, y para mí, éste no te lo podés perder».
22. Le hiciste caso. Lo respetaba mucho a Cito, así que aunque me doliera dejar a los chicos, acepté. Y el primer año ya me fue bien: salimos campeones, cuando Ferro llevaba 10 años sin conseguirlo. Ganamos 4 campeonatos seguidos y en el 81 perdimos por un pelín la final del Sudamericano con los brasileros, que siempre estuvieron muy arriba. En ese momento, el presidente de la Federación me ofreció ser preparador físico y segundo entrenador del coreano Sohn en la Selección junto a Martínez Granados, de cara al Mundial 82. Yo tenía 27 años y venía de recibirme como profe en el INEF. Me había quedado el mandato materno: «Hay que tener un título, hay que tener un título». Si me iba mal en el vóley, tenía un título para laburar en cualquier colonia de vacaciones. Me recibí de profe al mismo tiempo en que era campeón como DT de Ferro.
23. ¿El coreano hablaba español? Algo, los pibes lo entendían. Él hablaba con conceptos y teníamos que completarlo nosotros. Todo eso le daba un gran carisma: decía poco y tenías que interpretarlo. Nos daba mucha cabida, los asiáticos tienen la costumbre de que los entrenamientos los hace el segundo, o el capitán, así que en la preparación para el Mundial 82, al equipo lo entrené prácticamente yo, porque Granados se ocupaba más de la parte organizativa. Por suerte, tuvimos a los jugadores a disposición durante dos años para entrenar todos los días y eso fue muy importante. Estaban Buby Wagenpfeil, Esteban Martínez, Carlitos Getzelevich, después se sumaron Waldo Kantor, Hugo Conte…
24. ¿Esperabas la medalla de bronce? No el bronce, pero sí estaba convencido de que si jugábamos bien, les podíamos ganar a equipos que antes no les ganábamos. Fueron dos años de entrenamientos intensos, con giras internacionales que nunca se habían hecho. Y se generó la fiebre, como la tuvieron todos los deportes, pero el vóley la desperdició.
25. ¿Por qué? Porque se hizo un balance equivocado. Como suele suceder, se concluyó que todo había sido obra de un grupo de fenómenos y punto. Y no se reconoció que había sido la coronación de un trabajo extraordinario de los clubes durante la década del 70. En esos años se cambió el paradigma: en vez de mirar al vóley local se tomó como parámetro el internacional, muchos entrenadores viajaron para ver cómo se preparaban. Y luego llegó el coreano, los dos años de entrenamientos y condiciones de trabajo que nunca antes había tenido el vóley. Y a eso se le sumó un grupo de excelentes jugadores.
26. ¿El Velasco voleibolista jugaría en un equipo del Velasco DT? Seee, yo era un jugador muy aplicado. Hoy hay grandes entrenadores muy exigentes que de jugadores no eran así, pero no es mi caso, yo de jugador era muy exigente, con mis compañeros y conmigo mismo.
27. ¿Por qué te fuiste del país en democracia después de haberte bancado la peor época? Me fui después del Mundial pensando estar tres años en Italia. De hecho, pedí en Ferro que me guardaran el lugar y Cito Kriscautzky otra vez le pegó: «Te guardo el trabajo. Pero vos no volvés más, porque te va a ir bien». El tipo me tenía mucha fe.
28. ¿Dónde arrancaste? Fui a Iesi, un equipo de A2 donde jugaban dos argentinos, Kantor y Wagenpfeil. El primer año me pagaban 8000 dólares al año, 600 por mes, alcanzaba apenas para comer. Me dieron un auto a metano, y ni siquiera vivía en Iesi, sino en un pueblito de las afueras que no aparecía ni en el mapa, Pianello Vallesina se llamaba.
29. ¿Te fue bien de entrada? El primer año hicimos una muy buena campaña y casi subimos a A1; en el segundo, cuando faltaban 4 meses para terminar, el presidente nos dijo a los argentinos que busquemos club porque se iba el sponsor y cerraban. Estaba por venir de vacaciones a la Argentina y mi mujer me preguntaba: «¿Hago las valijas definitivas o para el verano?». En ese momento me llamaron de la Panini, que es como River o Boca en fútbol, el culo que siempre tuve y del que te hablaba…
30. ¿Por qué te llamaron? En el equipo jugaban Raúl Quiroga y Esteban Martínez, que me conocían bien del Mundial 82 y seguramente hablaron bien de mí, pero para un equipo como la Panini eso es muy poco. Creo que a Giuseppe Panini, el dueño de la empresa de figuritas y del equipo, lo marcó mucho cuando después del primer año en Iesi, un dirigente de la Panini me propuso ser el segundo del DT principal, algo parecido a lo que hacía con Sohn, porque no confiaban demasiado en su entrenador y me negué.
31. ¡¿Rechazaste a la Panini?! Ese primer año sí, aunque no llegó a ser una propuesta formal. «No puedo —les contesté—, los asiáticos están acostumbrados a eso, los italianos no, y si no confían en el entrenador, cámbienlo, pero no pueden meterle una persona que él no conoce, además, ya di mi palabra a la gente de Iesi para seguir un año más». A Giuseppe eso le pegó, y cuando surgieron varios nombres al año siguiente, dijo: «A mí me gusta Velasco», como una corazonada. Y me llevaron, a pesar de tener 33 años, era muy joven.
32. O sea que dirigías a jugadores más grandes que vos. No fue sencillo. «Vamos a entrenar tres horas todas las tardes y una mañana», les dije de entrada y se me levantó el capitán, Franco Bertoli, que era el mejor jugador italiano: «No se puede entrenar tres horas». Ufff, les tuve que hablar mucho. El director general estaba preocupado por la repercusión mediática, porque Módena es la ciudad del vóley, como Bolonia es la del básquet, entonces tomé una costumbre que conservo hasta hoy: nunca leí un diario de Módena. Me perdía conciertos, espectáculos, no sabía qué pasaba en la ciudad (risas), por ahí un periodista me tiraba mierda y yo lo saludaba bárbaro en las prácticas porque ni sabía qué había escrito. No leí un diario de Módena durante los 4 años que estuve en la Panini y los 8 de la selección, aunque ahí ya para todos era casi un prócer.
33. ¿Te costó ganarte a los jugadores y a la gente de la Panini? El primer año ganamos el campeonato después de 10 años, así que arranqué bien. Para el segundo, se me fueron Martínez y Quiroga sobre el cierre del mercado, porque se organizó la Liga Nacional en Argentina y pusieron toda la plata para traerlos, me quedé sin dos columnas. Me ofrecieron un americano y un canadiense, pero decidí jugármela con los pibes del club. Todos estaban en contra, menos Giuseppe, que volvió a decir: «Yo me fío de éste señor», y la sorpresa fue total. Ahí explotó Lorenzo Bernardi, que tenía 18 años y era levantador, y lo puse de punta, y varios años después, fue nombrado el mejor jugador del siglo. Salimos campeones otra vez, y ahí fue el boom total, porque el primer año gané el campeonato que tenía que ganar, éste ya fue otra cosa. Fueron 4 años y de ahí a la selección.
34. En la selección pasaste a ganar más que 600 dólares por mes, imagino. Ya en la Panini ganaba 80.000 dólares al año y en la selección un poco más, fui por 90 o 100.000 al año. No tenía manager y cuando fui a firmar el contrato, en el último punto decía que en una reunión del Consejo Federal, con un 70% de los votos, me podían rescindir. A los jugadores les propuse arreglar plata fija baja, pero premios altos. Y solo para primero, segundo y tercer puesto, no para octavo como se hacía hasta entonces. Los dirigentes aceptaron chochos, no imaginaban que ganaríamos tanto. Cuando gané mi primer europeo y debía renovar, fui a la Federación y les dije: «Ustedes me habían puesto la cláusula de que me podían rescindir, ahora quiero el doble o me voy». Y me tuvieron que duplicar. Todos los técnicos que vinieron después pasaron a ganar mucho más gracias a ese acuerdo, el efecto dominó.
35. ¿Cómo hiciste para transformar una selección del segundo pelotón, como Italia, en potencia mundial? Fue una combinación de factores, un entrenador no hace eso solo. Los jugadores son imprescindibles, pero a veces hay muy buenos jugadores que los demás no los ven como muy buenos, y eso pasaba en Italia. No creían en esos jugadores a tal punto que el entrenador de la selección no quería dejar el cargo en su club, sino mantener los dos puestos. Cuando asumí en la selección dejé mi puesto en la Panini, que es el mejor club de Italia y, como digo siempre, a los jugadores hay que hablarles, pero uno les habla sobre todo con los hechos. «Me juego todo con ustedes», fue mi mensaje. Después, cuando ganamos europeos y mundiales y medallas olímpicas, muchos dijeron «Es una generación de fenómenos». Claro, antes no lo decían, con el diario del lunes es fácil.
36. ¿Cuál fue la clave, entonces, para esa transformación? Trabajar mucho más de lo que se trabajaba, con más exigencia, tener competencia internacional, porque salimos mucho. Antes, a los jugadores no les gustaba salir, querían probarse en Italia. Y los jugadores, claro. Fueron muchos factores.
37. Cuando fuiste DT de la selección de Italia les prohibiste a los jugadores la pasta. ¿Verdadero o falso? Nooo, esas son todas leyendas urbanas que se han deformado con el tiempo. A veces, a mí me adjudican frases buenísimas que jamás dije (risas). El tema era que el jugador italiano no se adaptaba a las condiciones de vida en el exterior. Sufría mucho con el cambio de huso horario, también con la comida, y entonces les propuse: «Vamos a desarrollar nuestra adaptabilidad. No puede ser que queramos ser duros jugando y después nos deprimimos si no comemos la pastasciutta«.
38. ¿Qué hiciste? Les dije: «A mí me encanta la pastasciutta pero vamos a comer lo que haya». En esa época, los equipos italianos se llevaban su comida y la preparaba el kinesiólogo, con la consecuencia, además, de que los que te recibían te miraban como el culo. Es como si te invitaran a comer y te aparecés con el tupper con la comida de tu mamá. «Usted no entiende, la pasta tiene hidratos de carbono que se transforman en glucógeno, que es el motor del músculo», me argumentaban. «Las papas búlgaras y el arroz chino también tienen hidratos de carbono, no me rompan las bolas«, les contestaba. Y se terminaron adaptando enseguida, pero no es que les prohibí la pasta, de hecho estando en Italia comíamos pasta.
39. Pasta, pizza y helado. ¿Argentinos o italianos? Pasta italiana, pizza argentina y helado de dulce de leche, en todas sus variantes, argentino y de los demás gustos, italiano.
40. Un breve concepto. De la pizza me gusta el abundante queso y la altura justa de las que hacen acá; eso en Italia no existe, allá no se le pone tanto queso, porque la pizza es un alimento de pobres, y si le ponen mucho queso, la encarecen. Una vez dije eso públicamente y casi me matan. El presidente de la Federación, que era de Nápoles, me decía que no podía caminar por las calles. «Tráelo a ese entrenador tuyo argentino a que venga a comer pizza acá, si vive en Módena no puede opinar», le decían, y algo de razón tenían, en Nápoles la pizza es más parecida a la nuestra. Igual, ese hilo de queso que queda colgando cuando cortás la pizza acá es único.
41. ¿Y la pasta? No hay comparación. Acá no hay pasta de grano duro, y eso me lo explicó una pareja amiga que tiene un molino: en Argentina el precio del grano siempre lo puso el gobierno y el grano duro cuesta mucho más cultivarlo, y por eso la pasta clásica de acá no son espaguetis, sino los ñoquis y los ravioles, que se pueden hacer sin grano duro. Además, la variedad de rellenos y salsas que hay en Italia es impresionante.
42. ¿Por qué te metiste en el fútbol como manager de Lazio e Inter? Fue un momento en el que había dejado la selección de varones de Italia por la de mujeres y veía que iba a terminar mal, porque todos querían hablar conmigo: los dirigentes, los sponsors, los periodistas, y no es lo que corresponde. A su vez, la Federación no me daba garantías de un programa que había pedido y justo en ese momento se acercaron dos procuradores y me dijeron: «Cragnotti quiere hablar con vos. Está el avión privado en Bolonia para llevarte mañana a Roma para tener una cena a la noche». En mi vida me había subido a un avión privado. Fui, cenamos, el tipo me tanteó y a los pocos días me ofrecieron una guita que no te puedo explicar, era algo descomunal. Era el segundo sueldo del fútbol italiano después de Luciano Moggi.
43. ¿Tuviste que pensarlo mucho? Yo me preguntaba: ¿cómo carajo es esto? En éste mundo aprendí una cosa, ¿viste cuando dicen: «mirá qué boludos, gastaron 60 millones en un jugador»? No son boludos, quedate tranquilo que el boludo es uno, de algún modo les conviene, los boludos no llegan hasta ahí.
44. ¿Por qué te ofrecían tanta plata? En principio, porque uno de estos procuradores quería ser el director deportivo. No me lo dijo y yo tampoco le di el cargo. Ahí pude hacer muchas cosas junto a Dino Zoff, que estaba como hombre fuerte en lo deportivo y es una leyenda. No se entendía bien de dónde salía la plata, sí que la Lazio cotizaba en bolsa. Luego vi cosas que no me gustaron y le comuniqué al presidente que me iba. Me pagó por meses que no había trabajado, algo que ya había hecho con jugadores del club, como para que nadie hable mal de él. Yo no dije ni una palabra, pero no porque me hubiera pagado, sino porque en casos así corresponde irse callado.
45. Les fue bien en lo deportivo. Muy bien. Salimos subcampeones de Liga y ganamos la Copa UEFA: por los premios de esa Copa gané más que con 5 años como entrenador de vóley. Tenía una casa en Toscana, que ahora la vendí, y la llamaba «casa Lazio», porque la compré con esa plata. Al año siguiente de irme, saltó el escándalo del pasaporte de Verón. Imaginate si hubiera sido director general de la Lazio, ni mi vieja me creía que no tenía nada que ver: argentino, de La Plata, imposible… Aparte yo sabía que el consulado italiano en La Plata era durísimo y Verón aparecía de golpe como italiano cuando era de cuarta generación. Ese cónsul fue el que hizo saltar el quilombo. Y al año siguiente lo metieron en cana a Cragnotti. Me fui justo (risas).
46. ¿Berlusconi te quiso como DT del Milan? Fue una buttada, como se dice en Italia, cuando tirás una cosa por tirar. Le hicieron una entrevista en campaña electoral, imaginate todos sus canales, y un periodista le preguntó: «¿Es cierto que estuvo pensando en Velasco para que dirija al equipo de fútbol?», y Berlusconi contestó: «Sí, la idea es ponerle un ex jugador del Milan con experiencia al lado». Berlusconi cree que el tipo que sabe manejar un grupo, sabe manejar todo, y yo no pienso así. En ese momento declaré que creía mucho en la especialización, que para cada deporte hay que saber los secretos.
47. ¿Podrías ser DT de fútbol si te lo propusieras? No, porque no sé tanto de fútbol y para ser técnico de un deporte hay que saber mucho de ese deporte. Lo primero que hacen los jugadores con un entrenador es evaluarlo, rascan para sacarle la pintura y si encuentran madera buena no rascan más, pero si es madera trucha, te matan. Una cosa es hablar de conceptos en general. A cualquier persona inteligente le doy 10 libros y 2 cursos de vóley y puede hablar, en general, como un buen entrenador de vóley. Pero en lo concreto, ves a un jugador y le tenés que marcar cosas puntuales y dar soluciones, y para eso tenés que saber.
48. ¿Qué cosas tienen en común el vóley y el fútbol? Son dos juegos con pelota, y eso le da una característica muy diferente al resto. Hay una fase de ataque y una de defensa y hay que organizar esas fases y todo no es absoluto, sino relacionado con el adversario. En atletismo vos corrés en 9 segundos y son 9 segundos, como en natación o remo. En los deportes con pelota no es así. Y además están las circunstancias, que cada partido es distinto a otro.
49. ¿Qué tiene el fútbol para aprender del vóley? A mí me sorprendía antes, sobre todo en Italia, que los mejores de cada especialidad no estuvieran en el fútbol: los mejores profes, los mejores kinesiólogos… Eso cambió y ahora sí están. El fútbol es el deporte más rico, ¿por qué no va a tener a los mejores? Antes había más amiguismo, ahora se profesionalizó bastante.
50. ¿Por qué en vóley se puede jugar todos los días y en fútbol se quejan por jugar dos veces por semana? Son deportes muy distintos. El fútbol tiene muchas fases anaeróbicas y a nivel muscular está sometido a un estrés muy fuerte, ya que las frenadas y los cambios de dirección en el fútbol son tremendos, los músculos lo sufren mucho. Y están también los golpes, no tanto la patada, sino la trabada, como pasa con el hombro en el waterpolo cuando te frenan el brazo. El vóley no tiene nada que ver, hay microtraumas y nada más. De todos modos, el problema principal del fútbol desde el punto de vista físico, creo, es que muchos jugadores no hacen vida de atletas: el futbolista hoy ocupa el rol que en los años 50 y 60 tenía el actor o la estrella de rock.
51. ¿Un DT debe saber más del juego o de grupos, cuánto y cuánto? No hablo de porcentajes sino de cronología: primero tiene que saber del juego. Si no sabés del juego, por más que seas el mejor manejador de grupos, no vas a ningún lado. Después, no siempre el técnico es un líder fuerte, puede delegar, hacerlo en conjunto con jugadores, con colaboradores, con su segundo, con un dirigente. Una de las causas del porqué, para mí, no hay tantos entrenadores para equipos grandes en fútbol es porque se les piden demasiadas cosas. O sea: porque no se trabaja en equipo, tiene que saber hacer todo.
52. ¿Vos siempre impulsaste el armado de un staff técnico en el vóley? Creo mucho en eso, en la organización de un buen staff. Hay técnicos excelentes que no manejan todo. El problema es que acá se les pide a los jugadores que trabajen en equipo, pero después no se aplica entre los entrenadores.
53. ¿Cuál sentís que es tu punto más fuerte como DT? El conocimiento del juego. Ya Taboada, que fue mi primer entrenador, conocía mucho el juego y me dio la impronta. Tuve una muy buena escuela y después estudié mucho y me desarrollé.
54. ¿Por qué creés que el futbolista argentino es tan valorado en el exterior? Por su nivel técnico y por su adaptabilidad. Creo que es un valor de nuestra cultura: nuestra identidad es la no identidad. En la música somos el rock nacional, el tango y el folclore, y así en muchas cosas, somos una mezcla, y eso hace que no nos cueste adaptarnos. Y eso tiene un valor muy fuerte para los dirigentes, al menos en Italia.
55. El entrenador argentino también es muy valorado afuera. Eso es algo nuevo. La cantidad de técnicos de vóley que han triunfado en el exterior es impresionante. Antes no existía, creo que el hecho de mirar hacia la competencia internacional ha sido muy importante. Pasa en todos los deportes: tenis, hockey, básquet, antes se miraba a los equipos de acá nada más, hace varios años ha cambiado el paradigma. Hoy, todos los entrenadores estudian, miran y se informan de lo que pasa afuera.
56. ¿Qué significa para vos ser ciudadano ilustre de Módena? Hoy vivo mitad en Argentina y mitad en Bolonia, a 30 kilómetros de Módena. Tengo a mis tres hijas y mis tres nietos allá, así que voy y vengo. En Módena me encuentro siempre a comer con un amigo en un restaurante argentino, «La vaca argentina», que tiene carne de importación buenísima, empanadas, flan con dulce de leche, ahí nos vemos fijo. Siempre está lleno.
57. ¿Cómo se gestó tu encuentro con Sampaoli? Me llamó su jefe de prensa. No lo conocía a Jorge, fui al predio y hablamos un rato largo. No quiero contar el contenido de la charla, habría que preguntarle a él. Me pareció una persona inteligente y con ideas muy claras. Me llamó la atención que fuera tan abierto, por eso no quiero contar demasiado (risas). Creo que él quiere tener un panorama de cómo es el deporte en la Argentina para ver si hay problemas comunes a todas las selecciones.
58. ¿Por qué fuiste a la charla que dio Bielsa hace unos meses? Era un congreso de la Federación de Qatar, organizado por un amigo, Walter Di Salvo, un pibe que era profe en las inferiores de Lazio y al que promoví al primer equipo. Me tocó exponer el primer año y estuvo Verón. En éste tercer año me invitaron a dar una charla sobre la relación entrenador-jugador, y como estaba Bielsa, aproveché para escucharlo. Dio dos charlas de fútbol que me encantaron, hasta Roberta, mi mujer, que no entiende mucho, se entusiasmó. Terminadas las charlas nos felicitamos mutuamente y quedamos en ir a comer. Y éste año que fui a dar un curso a Rosario, me llamó y me invitó a cenar a su casa. Estuvo muy entretenido.
59. ¿Cómo nació tu vínculo con Guardiola? Pep vio en TV una entrevista que me habían hecho cuando era DT de la selección de Italia y dijo «quiero hablar con éste tipo». Eso contó él, y también que cuando jugó en la Roma se aburría, y le preguntaba a Batistuta por mí. Consiguió mi teléfono, me llamó y me invitó a comer. Fue un almuerzo a lo argentino, de esos en los que te quedás tres horas, sobremesa larga, los italianos no se quedan tanto. Me hizo un montón de preguntas. Y le quedó eso de que los jugadores no son todos iguales y a cada uno hay que pulsarle una tecla diferente para obtener lo mejor de él.
60. ¿Fue la única vez que se vieron? No, después, cuando él era el entrenador del Barcelona y yo dirigía a la selección de España, lo llamé yo. «Ahora me toca a mí, te quiero aprovechar un rato», le dije. Igual, Pep es muy curioso y siempre pregunta. «¿Vos cambiaste después de haber ganado, no?», me consultó. Él estaba pensando en sacar a Eto’o y traer a Ibrahimovic. Y le expliqué por qué fui cambiando. Nos encontramos en un reservado de un restaurante donde no había nadie, lógicamente, si no, era imposible para Pep. Me gusta hablar con los técnicos de fútbol, considero que hacen un trabajo dificilísimo. Cuando a un DT de vóley lo veo medio agobiado, le sugiero: «Mirá un rato los programas de fútbol y se te va a pasar enseguida». La presión del público, de la prensa, del manager, de los jugadores, del presidente… es demasiado.
61. ¿Con qué otros entrenadores te encontraste? Cuando ganamos el Mundial 90 y entraron grandes grupos económicos al vóley y los jugadores pasaron a ganar 10 veces más de un día para el otro, fui a hablar con tres técnicos de fútbol para ver cómo manejar esa situación. Estuve con Arrigo Sacchi, con quien después construimos una relación y fuimos a dar varias charlas juntos; con Trapattoni, que era el decano, y con Nevio Scala, DT del Parma. Luego hablé mucho con Renzo Ulivieri, el actual presidente de la asociación de entrenadores. De los argentinos, éste año charlé con Gallardo, lo fui a visitar a su oficina de River, y con Gabriel Milito.
62. ¿Qué se te cruzó por la cabeza el día de tu debut como DT de la Selección? Fue muy emocionante, siempre lo es cuando tocan el himno de tu país. Yo había estado como segundo, pero como DT principal y después de tantos años… fue una emoción muy simple, muy pura, muy que te viene la cosa de acá (se toca el cuello).
63. Ya te había tocado escuchar el himno argentino pero estando del otro lado. Dirigiendo a Italia, en cuartos de final del Mundial 90 y ganamos. También ganamos con Irán y perdí con España. En Irán estaba con Juan Cichello de colaborador, se sentía mal porque vivía esa experiencia por primera vez, y entonces cuando tocaron el himno nacional, como el staff argentino se abrazaba, nosotros hicimos lo mismo, aunque estuviéramos del otro lado.
64. ¿Es verdad que te estás moviendo en transporte público? Al CeNARD voy caminando, lo tengo cerca, y cuando voy al centro, me tomo subte o colectivo. Para ir a La Plata voy en el Plaza o me prestan un auto si tengo que ir a City Bell, que es más complicado llegar. Algunos me reconocen y me felicitan, o me agradecen lo hecho por el vóley.
65. ¿Por qué no volviste a vivir a La Plata? Porque trabajando acá no tiene sentido. Tengo a mi hermano y amigos, y voy más o menos seguido.
66. ¿Vas a la cancha a ver a Estudiantes? Voy, pero poco. Hace poco fui a dar una charla a Universitario para ayudar al club y antes de ir, nos tomamos un café en City Bell con mi presidente (Verón).
67. ¿Cristina Kirchner influyó en tu nombramiento? Eso fue otro mito. Ocurrió que cuando pedí rescindir el contrato con Irán, el presidente de la Federación primero no me dejó, pero después no podía sostenerlo, porque los iraníes son muy nacionalistas, aunque estén en contra del régimen van todos los años a su país. «Presidente, ¿usted qué haría si su país le pidiera una mano después de 32 años?» y el tipo me miró como diciendo: «me cagaste». Para hacerla digerible dijo que a mí me había llamado la presidenta de la nación, pero nada que ver.
68. ¿Pensabas que después de tanto tiempo todavía se te podía dar? Pensaba que no había ninguna posibilidad con los varones, que Weber se iba a quedar más tiempo. Tenía muchas ganas de trabajar en mi país, aun sabiendo las dificultades y demás, pero quería que me dejaran claras las condiciones. En la Federación se trabaja muy bien.
69. Sos muy profesional, ¿sentías algo cuando enfrentabas a Argentina? Claro, sobre todo en el 90, que enfrentaba a los que eran todavía mis jugadores del 82, mis amigos: Kantor, Uriarte, Castellani…
70. Se te ve tranquilo en los tiempos muertos, ¿no te ponés nervioso o los disimulás bien? En los tiempos muertos es más fácil porque tengo que hacer algo, que es dar indicaciones, y si hablo tranquilo, les llego mejor. Me cuesta más en el transcurso de los puntos, pero ahí actúo más, porque el entrenador tiene que ser un poco actor también. O sea: tenemos que hacer lo que creemos que es mejor para el equipo.
71. ¿La pasás mal con las derrotas o ya estás curtido? Depende de la derrota. La de Brasil en los Juegos Olímpicos me dejó mal pero sé que me ganó un equipo mejor. El otro día, que perdimos con Venezuela en el Sudamericano, me quedé mal porque no son mejores que nosotros.
72. ¿Podremos ganar un Mundial o una medalla dorada olímpica en un futuro cercano? Imposible no hay nada en el deporte, pero nuestro nivel no llega a eso, nosotros tenemos algunos límites muy difíciles de superar.
73. Cuando agarraste la selección de Italia, ¿imaginabas que podías ganar un Mundial? Sí, en ese momento había menos equipos tan fuertes. Y aquella selección era un equipo más físico que el nuestro, y el tema físico en el vóley tiene mucha importancia. Por último, no pasaban cosas que hoy pasan y me llenan de indignación: yo no voy a buscar extranjeros para nacionalizarlos, como hacen otros países.
74. ¿Por qué? Porque una selección no es un club. El vóley debería copiar al fútbol: si jugaste para una selección no podés jugar para otra. Me parece muy mal que se les ofrezca plata a extranjeros para nacionalizarse y jugar por otra selección. Me gustaría que algún periodista hiciera la lista de todos los jugadores argentinos que jugaron como italianos y luego se quedaron a vivir en Italia. Y eso que hablo de uno de los países más lindos del mundo, eh. Son muy pocos. Italia jugaba con el cubano Juantorena y ahora León, otro cubano, lo hará para Polonia y Leal lo hará en Brasil y así se hace difícil competir.
75. ¿Qué valorás más: Mundial, Liga Mundial o Juego Olímpico? Bah, el Juego Olímpico siempre tiene una fascinación particular.
76. ¿Pensaste que podíamos ganar la medalla dorada en Río 2016? Noo, dorada no. Uno de los problemas que tenemos los argentinos, en cualquier disciplina, es que ganamos un partido y ya creemos que estamos para una medalla. Y nos seguimos pegando contra la pared. Eso afecta al jugador. Es una de las mayores críticas que hago: somos un país que aprende poco, un país al que le cuesta aprender.
77. ¿No es muy cruel el vóley: vas ganando y en 2 pelotas perdiste el partido? Creo que es muy importante que el deporte tenga eso. ¿Por qué el deporte y la música son tan populares? Porque son actividades que generan emoción directa, no tenés que entender, no es como un libro o una poesía. Es algo que te pega ahí. Eso genera pasión.
78. ¿Por qué creés que el vóley evolucionó en las reglas y el fútbol no? Tal vez porque el fútbol no siente la necesidad. Un ejemplo: jugábamos la final de los Juegos de Atlanta contra Holanda y en el cuarto set se empezó a ir la gente. El partido duró 3 horas 20 minutos, no puede durar eso, no podés programar un espectáculo en la televisión de más de 3 horas, y por eso se modificaron ciertas reglas. El fútbol no siente esa necesidad de cambio porque tiene el síndrome del monopolio: lo ven todos y en todas partes del mundo.
79. ¿Fueron positivos los cambios en el juego en vóley? Sí, que no se cobre infracción en defensa te permite defender mucho más, eso fue fundamental. Eliminar el cambio de saque también, porque es mucho más simple de explicar: cada pelota es un punto, como en todos los deportes. El vóley tenía una regla paradójica: cuando sacaba el adversario, vos atacabas, y si ganabas, no sumabas un punto, sino que impedías que el otro hiciera punto. O sea: te estabas defendiendo. Y lo opuesto. No era fácil de explicar, sobre todo a los chicos. Lo del líbero también fue positivo, porque es otro jugador que defiende mucho, entonces la defensa mejoró. Es lo opuesto al fútbol, que busca favorecer los ataques para que haya más goles; el vóley tiene que tratar de favorecer la defensa para que la pelota no caiga enseguida.
80. ¿Le cambiarías algo al fútbol? Lo que a mí más me aburre del fútbol es ver dos jugadas de Messi en 90 minutos, yo quiero ver 20 jugadas de Messi, no puede ser que les hagan tantos fouls a los mejores jugadores. Lo que hizo Italia con Argentina en el Mundial 82 fue una vergüenza e Italia terminó campeón del mundo, entonces, ¿qué le vas a decir, que no lo haga?
81. ¿Quién es el mejor voleibolista argentino de la historia? Para mí, Raúl Quiroga. Fue el que más ganó a nivel internacional y el que hizo más diferencia. Hugo Conte también fue un grandísimo jugador.
82. Tu día más feliz en el vóley. Elijo dos: cuando ganamos el europeo del 89 con Italia, porque fue el primer título, y cuando ganamos el Mundial 90 contra Cuba, que nos eliminaba siempre. Las dos veces me emborraché como nunca en mi vida.
83. ¿Con qué? Con lo que hubiera y en las fiestas de premiación. En el 89, los franceses hacían un jueguito con un vaso grande al que le ponían de todo y había que hacer fondo blanco con una canción que cantaban en francés. Al tercer vaso no me podía ni mover. Mi hija Verónica era chiquita, y nunca me había visto borracho, hasta me subí con ella a un micro que iba a Finlandia. Me bajaron a último momento (risas). En el Mundial 90, en Brasil, fue parecido.
84. Tu día más triste. Cuando perdimos la final olímpica en Atenas, contra Holanda, 3-2 y 17-15 el último.
85. ¿Franela o látigo con el jugador? Con el jugador hay que ser antes que nada auténtico y sincero; yo no soy franela ni con mis hijos, esa cosa de hacerse el compinche no me va, me suena a los padres que se quieren quedar en la fiesta de 15 de la hija y bailar rock. Me hice amigo de jugadores, pero después de dirigirlos.
86. ¿Alguna vez te agarraste a piñas con un dirigido? A las manos no llegué, sí discutí fuerte. Intento tener una relación más de maestro, le explico y lo ayudo, pero a veces es necesario marcar la cancha, poner un límite, como con los hijos. Ahora, jamás insulté a un jugador y no voy a permitir que uno me insulte.
87. ¿Usás videos para motivar? El mercado ya está saturado con eso. Antes que dar a Al Pacino hablando, prefiero yo hacer de Al Pacino y listo. Motivo mucho sobre la realidad concreta de cada jugador.
88. ¿Te preocupan las redes sociales? Sí, porque le digo algo al jugador en un determinado momento pero la familia, los amigos, la prensa, las redes sociales en general, por ahí focalizan en otro lado. Antes leían el diario al día siguiente y un recuadrito, ahora es al instante y la presión de todos es continua y permanente. Es más difícil. Igual, no me meto en la vida de ellos, yo soy duro y muy exigente con lo nuestro, y por el nivel general de exigencia en el país, quizás a ese tipo de entrenador, entre los que podrían estar también Bielsa, Retegui o el Oveja Hernández, se nos tilda de superexigentes, y es lo normal, en realidad. Acá, un médico escribe con faltas de ortografía y te dicen: «Pero es un buen médico» y no, no puede ser que un médico escriba con faltas de ortografía. Hay exigencias del deporte de alto rendimiento que son normales y acá se viven como tremendas. Tengo fama de ser durísimo y no es así, es solo la exigencia del alto nivel.
89. ¿Cómo fue la historia de convertir la frase «Dream Team» en «Team with a dream«? Venían los Juegos Olímpicos 92 y como el básquet de EE.UU. tenía un Dream Team, la formulita fácil periodística fue «ah, nuestro Dream Team es el vóley», y eso pesó mucho en el equipo, fue como una mochila, cuando nosotros además teníamos problemas de juego y veníamos de un mal año 91. No es fácil de manejar, por más que crees mecanismos. Después perdés 17-15 el último set y dicen «¿eh, qué pasó?». Nada pasó, el mote de Dream Team no lo pusimos nosotros. Por eso dije en aquel momento: Dream Team, no, somos un «Team with a dream«, un equipo con un sueño. Eso pasa mucho en Argentina y me gustaría remarcarlo.
90. ¿Qué querés remarcar? Lo digo cada vez que puedo: «Nosotros no somos el pueblo elegido». Los argentinos a veces nos creemos que Dios nos eligió a nosotros, que somos los mejores. Y además aclaro: si Dios existe, tiene un par de cosas más importantes de qué ocuparse que una selección de vóley. En éste país parece que hacemos 2 cositas bien y ya estamos para medalla. No aprendemos, o aprendemos muy lentamente, hay mil ejemplos para dar.
91. ¿Cómo tomaste que te renovaran a pesar de no ganar medalla olímpica? Es que el vóley no es el fútbol, hubiera sido magia si la ganábamos. El fútbol argentino ganó mundiales, tienen jugadores en las mejores ligas; el vóley es distinto. Acá el tema es si progresás, lo que no entendemos o a los que no les damos bola son a los procesos, porque el final del proceso tiene que ser un resultado, en cualquier país del mundo es así, pero tiene que haber un proceso antes. Me crucé el otro día con Julio Lamas, al que llevaron a Japón, y no le piden que saque medalla en los próximos Juegos, le piden que les mejore el puesto 148 en que se encuentran en el ranking mundial. Pasa que el modelo futbolístico se traslada a todos los análisis.
92. ¿Puede ser que en fútbol nos cueste jugar en equipo, como lo hace el básquet o el vóley? No, son todos jugadores que están en equipos europeos que juegan bien. Venimos de tres finales en tres años con el fútbol, y dos perdidas por penales. Creo que en la Argentina tenemos grandes jugadores pero hablamos demasiado de los grandes jugadores y se pone siempre como antinomia, si el tema es el entrenador, el equipo o el jugador, ese es un mecanismo mental que otros países no tienen. ¿Qué es más importante: Messi o el sistema? ¿Por qué tengo que comparar? En un sistema que funcione, Messi todavía es el más importante. Punto.
93. ¿Hasta qué edad pensás dirigir? No sé (risas), es un tema ese, porque estoy viviendo un momento contradictorio, por un lado le tengo mucho miedo a la jubilación, no porque no pueda hacer otra cosa, sino porque desde los 15 años vivo en grupo: con el estudio, la política, el deporte… Tengo muchas cosas para escribir, pero me costaría pasar a ser un tipo que solamente escribe, o que solamente va a dar charlas a empresas. Con eso podría ganar mucha más plata que con el vóley, pero necesito estar con un grupo de trabajo y, sobre todo, necesito tener un proyecto, no un medio de sustentación. Me da mucho miedo no tener eso.
94. Pero también querrás disfrutar de tu familia. Exacto, y la tengo en Italia. Por otro lado, tuve a una de mis hijas enferma, con un linfoma, y está con controles por cinco años, y eso me ha marcado mucho, así que veremos, no está claro.
95. Velasco es el mejor DT argentino contando todos los deportes, ¿lo escuchaste? Noooo, ni por casualidad, eso es una barrabasada. La otra vez me preguntaron: «¿Qué opina de que en la Argentina faltan líderes?». Y contesté: «No estoy de acuerdo, en la Argentina no faltan líderes, lo que faltan son método, procesos e instituciones». Líderes hemos tenido demasiados. Necesitamos procesos de crecimiento, y eso implica método y tiempo. Acá parece que todo depende de la capacidad individual.
96. ¿Cómo te llevás con el ego para no creértela? En nuestro trabajo, el ego es importante: sin un ego fuerte es difícil liderar en cualquier tipo de actividad. El asunto es que el ego no se transforme en arrogancia, que el ego sea tan grande que no te permita ver la realidad. Ese ego es dañino, sobre todo para el que lo tiene.
97. ¿Cómo manejabas el aluvión de elogios cuando estabas en la cima, en Italia? A los jugadores siempre les recalqué que no había que creérsela mucho. Cuando uno gana es lindo e inteligente, y cuando pierde, deja de serlo. Y todo se exagera y te dicen que tenés que ser secretario de deportes y líder político, por favor, ¿porque gané unos partidos?
98. ¿Cuál es el mayor orgullo de tu carrera? Hay algo que me pasó hace muchos años y me marcó. Trabajaba en mini vóley en GEBA y protagonicé mi última actuación ingenua de solidaridad y lucha social. Estaba como un rey en GEBA y los profesores de la colonia hicieron una huelga y aunque yo era profe de vóley me sentí en la obligación de apoyar. Al otro día vino el presidente y me dijo: «¿Qué hiciste? Te tengo que echar, no puedo tener a un profesor del club haciendo huelga en la colonia». Me tuve que ir, pasé a Ferro y al año siguiente jugamos un torneo de mini vóley en GEBA, y estaban todos los padres. Ganamos y cuando me dieron el premio, todos los padres de GEBA se levantaron a aplaudir, y es algo que lo tengo acá (se señala el corazón). Fue uno de los reconocimientos más grandes, porque no es un reconocimiento a la victoria, sino a la parte docente, algo a lo que le sigo dando mucha bola, aún ahora con jugadores grandes.
99. Tenía que ver con lo que estudiaste. Tal cual. Yo estudié filosofía no para ser investigador, sino para ser docente, para dar clases. Mi mamá no quería que estudiara porque decía que me iba a morir de hambre. Con el vóley tampoco la veía bien mi vieja, pero después fue otra cosa, y cuando ya triunfaba en Italia y le mandaba plata para acá porque, pobre, ella no cobraba un mango, la jodía: «¿Te acordás lo que me decías del vóley? Bueno, ahora poné una pelota en la mesa y dos velitas al lado y agradécele todas las noches al vóley, que nos salvó» (risas).
100. ¿Qué es lo que más satisfacciones te da un partido? Ganar, siempre ganar. Es como jugar a la bolita: querés ganar. Creo que hay que ser buen perdedor, también, acá parece que el que se calienta más es el más ganador. Y no. El que más se calienta es un calentón. No sos más ganador porque no soportás perder, no. Echarle la culpa al árbitro, o a tus jugadores, eso es ser un mal perdedor. Después, la sensación de ganar es siempre muy placentera, es comparable con el acto sexual. Y si además ganaste jugando bien, es el acto sexual con una mina de la que estás enamorado. Es completo. ¿Viste que después del acto sexual estás planchado, con una sensación de paz y plenitud? Bueno, así te sentís cuando ganás. Salís con tus colaboradores a fumarte un faso y decís «¡Qué lindo que es ganar!», aunque por ahí ganaste un montón de veces, pero se renueva.
—
Éste artículo fue publicado originalmente en El Gráfico
Diego Borinsky
Licenciado en Ciencias Biológicas por la la UBA y formado como periodista deportivo en DeporTEA. Tuvo a su cargo un taller de redacción en DeporTEA durante veinte años y trabajó en la revista El Gráfico desde 1993 hasta 2017. Es corresponsal en Buenos Aires de la radio Cadena 3, colaborador de la señal televisiva Fox Sports, The Tactical Room y La Nación Deportes. Ha cubierto Mundiales de Fútbol, Copa América y finales de Copa Libertadores, Intercontinental y Champions League. Escribió Grandes reportajes a ídolos de River y Grandes reportajes a ídolos de Boca, Almeyda: Alma y vida (biografía autorizada de Matías Almeyda), Gallardo Monumental: Vida, pensamiento y método de un líder (retrato íntimo de Marcelo Gallardo) y Así jugamos. Los 25 partidos más trascendentes de Argentina en los Mundiales relatados por sus protagonistas.