Una entrevista con Walter Vázquez no podía transcurrir en otro lugar que no fuera el Club Atlético Bohemios. Vinculado a la institución de Pocitos desde 1974, el «Pera» es una presencia habitual en cualquier partido donde participe un plantel albimarrón. Además, continúa asistiendo al voleibol recreativo del club, una actividad que en Bohemios es de alto nivel: asisten jugadores de todos los planteles, ex-jugadores y amateurs formados en el rigor de partidos exigentes, de esos que nadie quiere perder. Un ambiente de sana competencia que el «Pera» conoce como nadie y en el que aún hoy continúa dando cátedra.
Inicios
¿Cuántos años de voleibol?
Unos cuantos. Yo soy del ’43 y ya de chico mi «viejo» me llevaba a ver voleibol a la cancha del Once Estrellas, en la calle Mariano Soler.
¿Cuándo empezaste a jugar?
Empecé a jugar en un club de barrio a los 16 años. En realidad ya jugaba en la escuela, iba una hora antes para poder jugar antes de entrar a clase. A partir de tercer año tuve la suerte de poder jugar en el seleccionado de la escuela y seguí por muchos años, con gente mucho más grande que yo. La gente del liceo me venía a buscar para participar de los campeonatos liceales, aunque mi padre me decía que había que preferenciar el estudio.
De todos modos seguiste jugando…
El tema era que después estudiaba y trabajaba, no podía ir a entrenar y me fui separando del voleibol. Jugaba solamente los fines de semana en la playa, como para mantener un contacto más o menos cercano.
¿Cuántos años tenías en ese momento?
Sería a principios de los ’60, no llegaba a los veinte años. Pero al tiempo empecé a jugar en un club que se llamaba La Granja, ubicado en José L. Terra y Bulevar Artigas, que era un grupo de gente que iba a jugar al voleibol. Luchamos para que en un espacio que había en el club hicieran una cancha de voleibol. No tenía las medidas reglamentarias, pero pusieron unos caños y una red, y nos dejaban jugar los fines de semana.
¿Y había entrenador en ese equipo?
No, no había nadie de técnico. Estaba un señor de apellido Navarro que jugaba y organizaba, después estuvo en la Metropolitana y fue delegado mucho tiempo. Ya era mayor. También había varios jugadores que llegaron del Once Estrellas. Nos apoyábamos en esa base y después éramos tres o cuatro jugadores jóvenes.
Nos invitaron a participar en un torneo barrial, tuvimos un buen desempeño y le planteamos a la directiva que nos queríamos federar. No les interesó y nos vino a buscar el capitán del equipo del Dryco, que quedaba en San Martín y Bulevar Artigas, muy cerca de donde vivía yo. Yo vivía a dos cuadras de La Granja y el Dryco quedaba a seis cuadras de éste. En el Dryco estuve hasta el ’67.
Al año siguiente fui a Hebraica en donde salimos vice campeones detrás de Náutico con el «Flaco» [Gabriel] Naser y con varios que ya no juegan más, ni acá, ni allá, ni en ningún otro lado. Fuimos al Campeonato Nacional representando a Montevideo, como se usaba en ese tiempo, salimos campeones nacionales y cuando volvimos pedimos pase para Nacional.
Es curioso el nombre Dryco, el mismo que la leche en polvo… ¿sería el equipo de una empresa?
[N. del A.: La compañía estadounidense Borden (1857-2001) fue durante muchos años el mayor productor de lácteos en los Estados Unidos y una multinacional importante en el rubro. La leche en polvo para niños Dryco era uno de los productos que distribuía en Uruguay.]
No sé qué significa… aunque ahora que me decís lo de la leche en polvo, puede que tuviera relación con la empresa de Humberto Pomi, uno de los fundadores del club y que tenía camiones… pero no sabría decirte.
El Club Atlético Dryco era un club de bochas que tenía una pista de patín y se jugaba al hockey sobre ruedas. En mi barrio se jugaba también en el Club Londres y eran prácticamente la selección de Uruguay entre los dos equipos con el Delta y el Platense Patín Club. De esos cuatro equipos, la mayoría de los jugadores de la selección salían del Londres y del Dryco.
En esas «canchas» jugábamos hasta las doce de la noche: piso de baldosa con tres faroles a linterna [risas].
Me dijiste antes que te enseñaron a jugar al voleibol en la escuela…
Sí, en la escuela con un maestro que se interesaba en el tema, se interiorizaba y nos decía más o menos cómo había que hacer. Pero realmente, el voleibol lo aprendimos perfectamente con Kaplan. Cuando vino Oldrich Kaplan en el año ’69. Era el técnico campeón mundial del ’66 con Checoslovaquia. Para el Sudamericano de ese año entrenamos cuatro meses de lunes a lunes, cuatro horas. Estuvimos en el gimnasio de la calle Garibaldi, que en ese momento era de la Armada o del Ejército. Era grande pero inadecuado: inhóspito, angosto, con techo bajo y sucio, con un baño incómodo y frío. Años después lo visité y lo habían mejorado mucho para otras selecciones, pero nosotros fuimos los pioneros [risas].
Jugador de selección
No venía cualquier entrenador en esa época…
Esa selección fue maravillosa. Te cuento cómo se armó la selección: a Kaplan lo llamaron de la Federación para digitar las designaciones, como siempre. Los presidentes de los clubes le decían «llamá a Fulano, llamá a Mengano.» Kaplan preguntó, «¿cuántos jugadores hay en éste momento en Primera División?» Le contestaron que eran 46 y él dijo, «que vengan todos.»
El primer mes fue insoportable, interminable: pase bajo, alto y saque. ¡Nada más!
[N. del A.: En 1969 Uruguay fue sede del Campeonato Mundial Extraordinario de Voleibol «Cinco Continentes» y la Federación Uruguaya contrató al entrenador checoslovaco Oldrich Kaplan, campeón mundial en 1966 y medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de México 1968, para asesorar al entrenador de la selección Carlos Cándido, dictar cursos y formar un plantel de jugadores juveniles. Respecto al trabajo realizado, Juan Farcilli, jugador de la selección, comentó lo siguiente en una entrevista: «… la venida del asesor técnico (Kaplan) nos hizo un bien tremendo, ya que nos ha enseñado un cúmulo de cosas que no aplicábamos y aquellas que usábamos tuvieron que ser totalmente reformadas para ser aplicadas con un rendimiento acorde con las necesidades de un seleccionado. Desde el armado hasta la recepción, pasando por la pegada, todo es diferente; por ejemplo nuestra recepción que era hecha con los puños es cambiada totalmente y ahora se recibe con los antebrazos, que es la mejor manera de apoyar a los levantadores para que estos puedan jugarla de tal manera que los pegadores tengan un 100% de efectividad en su misión.»]
Aclarame algo: ¿en el ’69 había 46 jugadores de voleibol en todo el país?
No, no, sólo en Montevideo había más, pero muchos desistieron. Dijeron que no podían por diferentes razones. Al mes se fueron ocho o diez, al otro mes se fueron otros ocho y al cuarto mes quedábamos 16 o 17. Daniel Brea y yo éramos los nuevos y los de menor edad, porque ahí estaban los «fenómenos» que toda la vida habían sido los dueños de la selección: el «Flaco» [Ruben] Urrutia, [Omar] Petrocelli… todos tenían «cartel», menos Daniel Brea y yo. Ahí no recuerdo qué pasó con el «Flaco» Naser, con Rodolfo Brea y con el «Lalo» [Raúl] Brea… creo que hubo un tema de indisciplina, los de la Federación se pusieron «de punta» y no los dejaron integrar la selección. Y la verdad que hubiera sido un aporte impresionante.
En el Sudamericano de Caracas anduvimos muy bien contra Brasil, un equipo que tenía dos Juegos Olímpicos [Tokio 1964 y México 1968], que jugaba torneos en Europa, unos monstruos. También contra Venezuela, un equipo de fenómenos que después desapareció porque se fueron todos a jugar en las ligas europeas. Y justamente perdimos el segundo puesto con Venezuela, quedamos terceros. La verdad que ese momento fue el punto más alto en cuanto a lo que aprendimos a jugar.
Luego del Sudamericano volví a La Granja en la Segunda División, pero para dirigir. Estaba éste señor Navarro, que había juntado un equipito y me había pedido que yo lo dirigiera. Entonces yo jugaba por Nacional en Primera y dirigía en Segunda junto con Navarro. En el ’70 subimos a Primera y los cuatro jugadores que estábamos en la selección (tres jóvenes y el «Buqui» [Bernardo] Zylberstein, que era el «padre» de nosotros y el que nos daba vida a todos, nos incentivaba y motivaba por muchos años) pedimos pase desde Nacional para La Granja. Y nos acompañó una revelación, el «Toto» [Alberto] Pizzorno, un monstruo, un fenómeno que llegaría a integrar la selección de Montpellier y que hoy es empresario. Vive y aún juega en Argentina.
Con ese equipo representamos a la Federación en un campeonato internacional en Argentina. No me preguntes por qué, no sé qué pasó pero no había selección, no había nadie. En ese momento estábamos primeros en el campeonato, habíamos salido campeones del Preparación (creo) y andábamos «volando.» Fuimos a ese campeonato y perdimos la final contra Brasil, que era el equipo que venía de los Juegos Olímpicos… un disparate. Así y todo anduvimos muy bien, muy bien.
Si fueron a un torneo internacional, llegaron a la final y perdieron con Brasil, el desempeño fue excepcional…
Anduvimos muy bien. Eran seis equipos me parece (Colombia, Perú…) y anduvimos muy bien.
La transición
¿Y después?
Estuve en La Granja hasta el ’72. Ese mismo año obtuve el segundo lugar en un curso de formación y calificación para técnico internacional que dictó Horst Baacke en Montevideo y pasé a dirigir en Olimpia, que estaba en la B (había tres divisiones: Primera, A y B).
¡Ah! Entonces la A era la segunda división y la B la tercera…
Claro. En el ’74 año subimos a la A y el mismo día que logramos el ascenso se iba a disputar en el gimnasio de Atenas la final de la Primera División entre Bohemios y Náutico. En Bohemios jugaban el «Chiqui» Gadea y «Carlitos» Nogara y en Náutico el «Flaco» Naser. Ídolos del voleibol nacional en ese momento. Como correspondía fui a ver el partido y vinieron a hablar conmigo el presidente y el secretario de la comisión de voleibol de Bohemios, porque estaban buscando un técnico. Era el año ’74 cuando entré al club.
A los seis meses se organizó un torneo con dos equipos argentinos, uno de Rosario y otro de Tucumán. Los jugadores rosarinos en ese momento eran la base de la selección argentina junto con los tucumanos que todavía hoy lo siguen siendo. Una «bulla» bárbara, bombos y platillos y qué se yo… un apoyo brutal. Y les ganamos bien. Salimos campeones. Teníamos un equipo de bastante edad: Barboza, «Carlitos» Oromí (que después fue médico del club), el «Chiqui» Gadea, Eduardo Garrido…
¿Seguías jugando?
No, ya la fase de jugador la tenía que dejar. Si no jugaba en mayores de 40 o en veteranos la tenía que dejar. Era la condición para ser técnico de Bohemios.
¿Llegaste a jugar algún campeonato con Bohemios?
No, con Bohemios no. Con Bohemios en Primera no. Ya vine como técnico y no podía jugar. Armé un equipo de veteranos con ex-jugadores del club y empezamos a jugar y a proponer un campeonato de veteranos.
De modo que en el ’74 dejaste de jugar…
Sí, dejé de participar en competencias oficiales. Porque después participaba de los campeonatos interplayas.
Entonces, llegaste a Bohemios como técnico del equipo masculino. ¿Cuándo pasaste a dirigir al equipo femenino?
Al equipo femenino lo dirigía Salvador Miquel, que también estaba en la selección. Iba muy bien, pero hubo algún problema con él y antes de irse le dijo a la comisión que el técnico tenía que ser yo. A eso se sumó que con el equipo masculino le habíamos puesto un traje al segundo puesto detrás de Náutico. Entonces, pasé para el femenino.
Incluso llegué a dirigir a los dos equipos. Creo que fue en el ’76. Dirigía al femenino y salíamos campeones, dirigía al masculino y salíamos segundos. Todo en el mismo día: empezábamos a jugar a las siete de la tarde y terminábamos a la una de la mañana. Terminaba «muerto» y dije, «¡nunca más!»
Náutico tenía un buen equipo en ese momento.
Náutico tenía un «cuadrazo.» Un equipo que lo manejaba Juan [Olave] maravillosamente: con «Juancho» Vecino, el «Pollo» [José] Makowsky, Ricardo Vázquez y dos o tres más. Nosotros teníamos a «Carlitos» y Jorge Gallo, uno central y otro armador. Ellos se habían quedado cuando el «Pollo» y «Juancho» se fueron de Bohemios para Náutico, luego del Sudamericano Juvenil [La Paz, 1976].
Lin Chou Mou
En ese Sudamericano Juvenil dirigió a la selección el chino Lin Chou Mou y yo fui de asistente. Lin Chou Mou es un ídolo en varios países de Latinoamérica y tengo entendido que llegó a ser el «número uno» en formación de voleibol de Taiwán, encargado de un plan nacional de desarrollo… Estuvo como seis meses o más en el país y en ese tiempo adoptó algunas costumbres locales: termo y mate… fue «uruguayizado» totalmente [risas].
Una persona con una gran capacidad que trabajó en todos los clubes que le abrieron la puerta. Entrenó menores, juveniles, mayores, femenino y masculino, organizó campeonatos… Anduvo por todos lados: fue a Soriano, fue a Cerro Largo, estuvo en Artigas y quedó maravillado. Porque allá veían a los brasileros y era facilísimo: jugaban como en Brasil, pero rebajado al nivel uruguayo, por supuesto.
Preguntó por qué no adoptábamos la manera de jugar de Brasil, esa combinación entre velocidad y fuerza y esto y lo otro. Y era imposible, había que cambiar todo y entrenar horas y horas cuando ni siquiera teníamos gimnasio. Y tampoco podías contar con los jugadores del interior [del país] porque la selección estaba en Montevideo y estaba el viaje y la Federación no te los traía…
Para nosotros era un técnico más, pero cuando fuimos al Sudamericano nos encontramos otros con dos técnicos chinos: uno en Venezuela [Tien Hsing Hsieh] y otro en Chile, que con Lin Chou Mou habían integrado el primer equipo de Taiwán que le ganó un partido a Japón, creo que en los Juegos Asiáticos. Dieron un curso en la embajada de Taiwán y el personal se abría para dejarlo pasar y le hacían reverencias. ¡Hasta el embajador! Los tres eran reconocidos, unos fenómenos que los venía a saludar todo el mundo y que tenían el aval de todos los otros técnicos. Los conocían todos; menos nosotros, los conocían todos [risas].
No, no… siempre estuvimos fuera de todo, desconectados del mundo. Ahora con Internet más o menos estamos ahí, pero en ese momento estábamos fuera del mundo, totalmente. Totalmente fuera del mundo.
¿No se enteraban de nada?
De nada, de nada. Cuando llegábamos a los Sudamericanos nos sorprendíamos de todo: cómo jugaban, cómo sacaban, cómo definían… todo. Era monstruoso, nosotros acá estábamos como en una isla. Es más, hubo un tiempo en que no te dejaban tocar la pelota de arriba. A mí que era armador y tenía más experiencia, también me cobraban falta. ¡No se podía jugar! [risas]. Un retroceso impresionante para el voleibol.
¿Acá en Uruguay te cobraban llevada?
Sí. Después iba a jugar afuera y no me cobraban nada. Pero imaginate que jugábamos de pase bajo, nadie se animaba a pegarle de arriba a ninguna pelota. Fue un año negro. Fue lamentable: tocabas una pelota de arriba y te cobraban llevada. No podías tirar una pelota rápida. Cuando vino Kaplan nos enseñó a pasar de arriba y se podían armar las pelotas rápidas.
El puesto
¿Siempre jugaste de armador?
No, no, jugaba de central. De central contra el «Baby» [David] Martínez y contra todos los fenómenos. Después iba a la cancha oficial de playa que estaba frente a la palmera de Juana de Ibarbourou (en la cancha oficial jugaba sólo Primera, no podía jugar nadie más ahí) y a las 16:30 o 17:00 horas después de que ellos habían jugado siete partidos, ocho partidos me decían, «dale ‘guacho’, vení» y ahí me ponía a jugar de central. En la playa.
[N. del A.: en 1968 se instaló en la Playa Pocitos de Montevideo, sobre la Rambla República del Perú a la altura de Manuel Pagola, una palmera y un monolito en homenaje a la poetisa Juana de Ibarbourou.]
¿Cómo de central? Vos medís 1.78 m… ¿Qué hacías? ¿Volabas?
Sí, andaba bien, andaba bien. Pero entrenaba lunes, miércoles y viernes en mi club. Y martes, jueves y sábados con el equipo femenino de otro club, invitado por el entrenador.
O sea que unos días hacías tus entrenamientos y los otros días con las mujeres…
Todo el tiempo, todos los días entrenando.
Serías el mejor entrenado de todos.
Así fue hasta que tuve un accidente de trabajo en el cual quebré los escafoides de ambas manos. Yeso, operación y 105 días de recuperación con yeso.
Después hice todo un reacondicionamiento, con fisioterapia doble. Iba al Banco de Seguros y de una hora que me correspondía hacía dos, de seis a ocho de la mañana. Después iba a la clínica y hacía de cuatro a seis de la tarde. Así estuve tres meses: pelota de arena, onda corta, manija, pared, todo.
[N. del A.: en Uruguay el seguro de accidentes laborales es monopolio del Banco de Seguros del Estado, institución de propiedad estatal que cuenta con un sanatorio propio destinado a brindar asistencia a accidentados y enfermos laborales.]
¿Pudiste recuperarte?
Sí, sí, pero fue todo en base a esfuerzo y dedicación. Y a los seis meses volví a jugar con La Granja, el último partido del último campeonato en el que participé. Terminé muy dolorido.
¿Seis meses después todavía tenías secuelas?
Sí, sí, estuve mucho tiempo. Y seguí haciendo ejercicios, seguí haciendo recuperación… Fue complicado.
Destino albimarrón
Y así llegamos al ’74 cuando empezaste a dirigir en Bohemios…
Sí, sí, sí, ya firme como técnico. Varones, después mujeres. Ya dirigía juveniles, con los cuales hicimos una campaña que estuvimos como diez años saliendo campeones. Teníamos a toda la gente joven de Olimpia que se vino para Bohemios. Ahí aparecieron los [hermanos Héctor y Milton] Colina, apareció Enrique Rosales (que luego se fue a España), el «Pato» [Carlos] Saizar… toda gente joven de Olimpia que vino para Bohemios y que estaba acostumbrada a entrenar, entrenar y entrenar. Vinieron y entrenábamos martes, jueves y sábados de seis de la tarde a doce de la noche. Y «palo, palo y palo». Era espectacular.
Después íbamos a los campeonatos nacionales y también salíamos primeros, sin problema ninguno. A pesar de algunas «cosas raras» que pasaban, igual que en los Sudamericanos Juveniles: jugábamos contra gente de 25 años, de 23 años… siempre nos pasa. Los únicos que teníamos que presentar todos los papeles en regla éramos nosotros. Los demás…
Una vez en un Sudamericano Juvenil en Paraguay fui a protestar a los delegados de la Comisión de Certificación, me acuerdo como si fuera hoy. Era un Sub-19, en aquella época los juveniles eran Sub-19. Pedí una audiencia y me dijeron, «tal día a las ocho de la mañana.» Llegué y dije, «señores, yo he jugado contra estos jugadores. Yo, como jugador, he jugado contra estos jugadores. Quiere decir que, o tenían siete años cuando jugaron contra mí con éste mismo ‘lomo’, o ahora tienen 29 años. De éste grupo que supuestamente son Sub-19, yo conozco personalmente a cuatro que juegan en Sol de América, en Cerro Porteño… jugaron contra mí.» Un dirigente me dice, «mire, tengo aquí la certificación y está todo en regla… vea usted mismo.» Cuando la leo, dice, «Por la presente, certifico que estos señores están totalmente habilitados para competir en su carácter de juveniles en el Campeonato Sudamericano de la categoría… Firmado, Presidente General Stroessner.» [risas]
[N. del A.: Alfredo Stroessner Matiauda fue un militar, político y dictador paraguayo que lideró su país como presidente de la República bajo un gobierno autoritario y fraudulento desde 1954 hasta que fue derrocado en 1989.]
Nadie le iba a discutir nada…
¿Quién le iba a decir algo? Devolví la certificación y pregunté, «¿usted está seguro?» Me contestó, «por supuesto señor, esto está firmado por la autoridad.»
Te decretaban la edad…
Sí. Y como esas, cientos.
Volvamos a tu actividad.
En el ’80 salimos campeones con el equipo masculino de Bohemios, en una final tremenda contra Náutico en el gimnasio de Banco República. Náutico con todo el equipo que nos había ganado siempre. Con los «gurises» que se habían ido de juveniles, alguno todavía con algún año de juvenil. Y lo ganamos. Fue una algarabía tremenda.
Supongo que después de tantos años ocupando el segundo lugar, la celebración fue grande.
Fue impecable, impresionante. Porque además era el primer equipo masculino de Bohemios en salir campeón de Primera División. Después en el ’90 vino a dirigir «Juancho» Vecino y volvieron a salir campeones, diez años más tarde. Luego vino el «Rafa» [Codina] y salieron campeones varias veces.
Recuerdo que en el ’90 varios jugadores de Bohemios se fueron y formaron equipo en el Club Unión Santa Rosa Shangrilá. De modo que el equipo campeón de ese año estaba formado por los que se quedaron y los juveniles, más las incorporaciones.
Claro. Yo ahí estaba en el femenino. Consolidado en el femenino porque ya habíamos agarrado la «carretera» de salir primeros. Salíamos campeones federales, nacionales, íbamos a los Sudamericanos de clubes… Creo que perdimos algún Campeonato Nacional y algún Federal. También salíamos campeones con las juveniles.
[N. del A.: entre 1977 y 1989 el equipo femenino mayor de Bohemios obtuvo 11 campeonatos federales, siete de ellos consecutivos. Entre 1979 y 1990 representó varias veces a Montevideo en el Campeonato Nacional obteniendo nueve títulos, cinco de ellos consecutivos.]
Se ve que el ’90 fue un año que empezó complicado pero terminó bien, porque también se habían ido las jugadoras del plantel femenino y formaron equipo en el Club Sportivo Italiano. Con un equipo lleno de juveniles, Bohemios salió segundo en el Federal pero luego obtuvo el Campeonato Nacional.
Que jugadores se vayan de acá pasó siempre. En el ’67 las jugadoras tuvieron diferencias con los directivos de Bohemios, se fueron todas para Capurro y lo sacaron campeón seis años seguidos [1967-1972]. Venían de cinco años saliendo campeonas en Bohemios [1962-1966] y siguieron saliendo campeonas en Capurro. Después se fue Salvador Miquel a Olimpia, las jugadoras lo siguieron y salieron campeonas con Olimpia cuatro años más [1973-1976].
¿Dirigiste a otros equipos además de los que ya mencionaste?
En el ’90 estuve en Neptuno por seis meses, donde tuve la satisfacción de trabajar con Jorge Zapettini, un delegado excepcional y un «tipazo», una gran persona.
Formación
¿Cómo fue el curso con Horst Baacke?
Vino contratado por la Federación y realizó un curso de formación y calificación para técnico internacional que duró una semana. El traductor fue Darwin Piñeyrúa, campeón sudamericano de lanzamiento de martillo que estaba viviendo en Alemania y vino especialmente. Un «crack» que murió jovencísimo, no sé ni de qué. Enorme, tenía músculos hasta en las pestañas.
[N. del A.: Darwin Piñeyrúa fue un atleta uruguayo especializado en lanzamiento de martillo, récord nacional en 1974 (aún vigente) y campeón sudamericano ese mismo año y el siguiente. Realizó sus estudios en Alemania en donde obtuvo el título de profesor de educación física. Falleció en 1978 a la edad de 32 años como consecuencia de un melanoma.]
También hice un curso con Takayoshi Rokugo, un japonés que estaba en un circuito de intercambio con el ISEF. Un tipo muy promocionado, «marketinado» que no trabajaba, vino en una especie de beca. Hacía más de diez años que se la había ganado no sé por qué motivo y andaba viajando por todos lados. Él llegaba a un país y se quedaba en la embajada. Se presentaba con un montón de títulos. Tenía una tarjeta enorme llena de títulos: femenino, masculino, juveniles, campeonatos asiáticos, campeonatos de esto y de lo otro.
Tengo entendido que también vino Viacheslav Platonov…
Vino sí, pero si te fijás en el libro de los 100 años de la FUV no lo vas a encontrar, porque fue escandaloso. Para el Sudamericano del ’87 habían contratado a Shen Fan Fan, un chino que estuvo dirigiendo en Náutico y luego trabajó con la selección unos meses antes del campeonato. Quince días antes de arrancar el Sudamericano vino Platonov y dijo, «todo lo que están haciendo, no sirve para nada.» Así nomás. «Hay que hacer esto, esto y esto…»
Así que ese es el famoso Fan Fan…
Sí, ¿lo conociste?
Sólo de nombre. En el ’91 estuve con la selección mayor de Paysandú y cuando le sugerí al entrenador hacer algunas combinaciones con primer y segundo tiempo, me dijo, «parecés Fan Fan.» Después le preguntó a los otros jugadores, «¿Se acuerdan de Fan Fan? El chino que decía ‘perota, perota’ porque casi no hablaba español…»
Exacto, ese mismo.
Entrenador de selección
¿Tuviste otras selecciones además de la juvenil con Lin Chou Mou?
Tuve a la selección mayor masculina en el Sudamericano de Santiago en el ’81, en donde quedamos quintos entre seis participantes. Sólo le ganamos a Paraguay. En el ’84 me nominaron para dirigir un partido internacional con la selección de Taiwán, que se jugó en el gimnasio de Bohemios. Después estuve como asesor técnico en los Sudamericanos de Córdoba (1993) y Porto Alegre (1995).
En esos últimos Sudamericanos el presidente de la Federación era Ramón Barreto, el mismo que había sido árbitro de fútbol. Estábamos en el salón de la Casa de los Deportes, se acerca y me dice, «… usted que llegó a la selección en el ’81 y dirigió en el Sudamericano…» Me dejó helado, me «taladró» con eso.
No esperabas que supiera de tu etapa anterior en la selección…
No, porque él no venía del voleibol, pero bueno… el tema es que no teníamos equipos largos para ir al Sudamericano, y gracias a los contactos que tenía con el fútbol consiguió equipos Ennerre, la marca italiana que en ese entonces vestía a la selección. Me pidió por favor que los cuidara para devolverlos, porque eran un préstamo de la AUF.
No me digas que esa fue la selección en la que a Rodrigo Murias le robaron el equipo largo…
Exacto, en Cochabamba. Y hasta hoy no sé cómo se resolvió el tema.
Afortunadamente, Rodrigo no tuvo que pagarlo. Incluso comentó que a ninguno le valía la pena comprarlo o pedírselo a la Federación, porque les quedaban cortos.
¡Ah! Bueno, mejor así.
De esa selección también recuerdo… [se ríe] No, no, es muy fuerte… Una semana antes de viajar, nos avisan que vamos en ómnibus. Yo me quería matar… pero al final se entendió que los jugadores no iban a llegar en condiciones de competir y viajamos en avión, tres días antes del inicio para la adaptación a la altura. A pesar de eso, volvimos sin pena ni gloria.
Licenciado en Análisis de Sistemas y Entrenador FIVB Nivel II. Jugaba al rugby hasta que un pasaje por Bohemios lo vinculó al voleibol. Luego pasó por Neptuno, Pelotaris de Paysandú, COETC y Universidad ORT Uruguay. Como entrenador dirigió en categoría juvenil a Bohemios, Nacional y Selección de Montevideo, y en categoría sénior a Universidad ORT Uruguay. Actualmente es el Coordinador de la Asociación Uruguaya de Entrenadores de Voleibol (AUEV).