Cuando se publicó Entrenador Ganador, un periodista deportivo me preguntó, «¿Qué pasa en el voleibol uruguayo? ¿Por qué siempre último? ¿Qué le falta?»
Le respondí parafraseando a Carlos Getzelevich: si representamos al voleibol como una mesa, sólo va a estar nivelada, firme y bien asentada cuando todas las patas midan lo mismo. Lo cual significa que todas las partes interesadas en sostenerla aportan en igual proporción y trabajan en forma coordinada.
Pero la «mesa» del voleibol uruguayo parece sostenida por iniciativas individuales o proyectos parciales, que no incluyen o no tienen el respaldo suficiente para incluir a todas las «patas», por ello nunca logra nivelarse y asentarse con solidez.
También comenté que, si alguien diera una respuesta más específica, «quedaría mal» con mucha gente. Porque en el acierto o en el error, cada persona que trabaja de buena fe por el deporte cree que hace lo mejor para el deporte, y no le agrada en absoluto escuchar lo contrario.
De todos modos, aunque duela, esa pregunta necesitaba (necesita) una respuesta.
En otra ocasión, un entrenador de Venezuela me sugirió trabajar a largo plazo desde la base para lograr cambios.
Le respondí que los procesos de largo plazo deben estar bien enfocados, bien organizados y bien dirigidos. Y que a la vista de los resultados, parece que nunca se dan las tres condiciones: con enfoque y organización falla la dirección, con organización y dirección falta el enfoque, y con enfoque y dirección no hay buena organización.
Y así sucesivamente con muchas personas de Uruguay y de otros países, hasta llegar al punto de cuestionarme si lo que daba eran respuestas o excusas. Porque sólo describía lo que veía y por qué, en mi opinión, no había funcionado, sin aportar nada más, y es bien sabido que, «si uno no es parte de la solución, entonces es parte del problema».
Afortunadamente, un grupo de entrenadores de Argentina me brindó otra perspectiva: luego de describir (una vez más) la situación del voleibol en Uruguay dijeron, «¡Qué bueno! ¡Tienen todo por hacer!»
Así que, cuando más recientemente, un dirigente del deporte me preguntó, «Si fueras el dueño del voleibol uruguayo, ¿cuáles serían los cinco o seis problemas más importantes a resolver?», le pedí tiempo para responder adecuadamente.
No quise que mi respuesta diera pie a otro proyecto sin enfoque, sin organización o sin dirección que trabajara sobre una sola «pata», porque más pronto que tarde terminaría en la nada.
Y me puse a trabajar en una propuesta.
Mejorando lo existente
En el primer editorial de AUEV me referí a la importancia de trabajar «apoyado sobre hombros de gigantes» porque apoyarnos en el trabajo de quienes nos precedieron permite encontrar las mejores soluciones, esas que permiten ahorrar tiempo y recursos.
En esa línea, es obvio que no tenemos todo por hacer, aunque sí mucho. La primera tarea es «separar la paja del trigo», identificando lo que no funciona y lo que sí funciona. Lo que no funciona se aprovecha como ejemplo de lo que no debemos hacer ni repetir. Lo que sí funciona se aprovecha por sí mismo. Y todo eso forma una base para contrastar experiencias y diseñar mejores soluciones.
Con esa idea, desde hace varios años venía acumulando, organizando, leyendo, analizando y estudiando «papeles» de 11 países y cuatro organizaciones internacionales: desde planes de desarrollo hasta manuales de entrenamiento, desde principios de gobernanza hasta protocolos de organización de eventos, desde calendarios de competencias hasta programas de formación de voluntarios.
La idea no es nueva ni original: conocer distintas realidades, ver qué cosas han funcionado e identificar lo que se puede aplicar en Uruguay. Pero no mirando exclusivamente a las potencias del voleibol (que están bien enfocadas, bien organizadas, bien dirigidas y, en general, representan una realidad muy distante de la nuestra) sino también a «segundones» e «ilustres desconocidos».
Porque, al fin y al cabo, ellos quieren dejar de serlo superando los mismos problemas de apoyo, calendario, desarrollo, financiación, formación, organización, participación, patrocinio y ese largo etcétera que también vemos por estos lares.
Generando valor
Una buena propuesta genera valor para todas las partes interesadas. No me refiero a valor económico sino a valor entendido como mejora. Por ejemplo, generar valor para un jugador puede ser perfeccionar un fundamento, para un equipo tener divisiones juveniles, para una liga tener más equipos o para una federación clasificar a un torneo internacional.
Generar valor no es gratis, requiere inversión. Y tampoco me refiero a dinero sino a intangibles como tiempo, tamaño, estatus, orgullo o intereses. En general, se necesita que todas las partes interesadas acepten cambios.
Cualquier propuesta que pretenda generar valor supone cambios. El «problema» con los cambios es que incomodan a muchas personas, porque afectan sus intereses o los de la institución que representan, porque las saca de su zona de confort o porque dejan en evidencia errores u omisiones.
Quienes sugieren cambios, entonces, suelen «quedar mal» con los afectados, o al menos con los afectados que no pueden considerar esa incomodidad como una inversión. En esos casos lo mejor es explicar e intentar convencer, pero si no se logra, lo más saludable es seguir adelante. Por dos buenas razones:
- «No conozco la clave del éxito, pero sé que la clave del fracaso es tratar de complacer a todo el mundo».
- «Cambiar para que todo siga igual» es un desperdicio enorme de tiempo y recursos.
¿Qué valor tendría una propuesta que no realizara cambios? Ninguno, cero, nada o incluso menos que nada, porque todo lo invertido sería pérdida. Como pintar una pared con humedad: las manchas vuelven a aparecer incluso antes de terminar el trabajo.
Entonces, todas las partes interesadas deben tener claro que cualquier propuesta los afectará de un modo u otro, pero con el objetivo de convertir la incomodidad de hoy en las ganancias de mañana.
Tomando decisiones
Un aforismo popular dice que, «un camello es un caballo diseñado por consenso». Se refiere a que los debates introducen tantas modificaciones en una decisión que el consenso se logra con algo muy distinto a lo inicialmente planificado.
Ciertamente, no es una frase muy democrática, pero todos hemos vivido situaciones que la confirman. Estas se producen cuando los objetivos individuales son diferentes de la visión general, y quienes consiguen «ponerle jorobas al caballo» no pretenden mejorarlo sino ser ocurrentes, tener la razón, imponer una idea o quedar bien.
Es importante tener en cuenta la diferencia entre una decisión por consenso y una decisión informada: esta última se puede nutrir con los aportes de muchos, pero la decisión la toma una sola persona.
El empresario, el dirigente o el presidente que toman decisiones tienen una misión y una visión que llevar a cabo. No pueden pervertirlas para complacer a todos porque acabarían sin complacer a nadie.
Y como la pregunta del dirigente incluía la posibilidad de ser «el dueño del voleibol uruguayo», me tomé la libertad de asumir ese rol para tomar decisiones y crear mi propuesta.
[Continuará en el próximo editorial]
Licenciado en Análisis de Sistemas y Entrenador FIVB Nivel II. Jugaba al rugby hasta que un pasaje por Bohemios lo vinculó al voleibol. Luego pasó por Neptuno, Pelotaris de Paysandú, COETC y Universidad ORT Uruguay. Como entrenador dirigió en categoría juvenil a Bohemios, Nacional y Selección de Montevideo, y en categoría sénior a Universidad ORT Uruguay. Actualmente es el Coordinador de la Asociación Uruguaya de Entrenadores de Voleibol (AUEV).