La autoconfianza es una de las cualidades psicológicas centrales que hacen a la fortaleza mental y, por ende, al rendimiento deportivo. Puede resultar curioso que, pese a ser central en la práctica deportiva, suela ser bastante esquiva de desarrollar. A través de los años he observado que hay jugadores que parecen tener una autoconfianza muy sólida, a veces hasta exagerada o infundada, y otros en quienes es muy endeble, aun siendo muy talentosos técnica y físicamente les cuesta sostenerla, se sustenta apenas en alguna buena actuación reciente y en lo que le dicen los demás. Estos jugadores suelen tener un estilo hipercrítico, les cuesta reconocerse sus méritos y cualidades positivas. En este artículo veremos algunas maneras en que los entrenadores pueden ayudar a desarrollar esta aptitud.
Antes que nada es importante aclarar que la autoconfianza está basada en una creencia, básicamente la creencia de que uno puede hacer o lograr algo que se proponga. No importa si todos saben que fulanita es una crack, hasta que ella no lo crea, no va a poder actuar al tope de su potencial.
Esto es porque la autoconfianza influye sobre diferentes factores que hacen al rendimiento deportivo, como la motivación, el esfuerzo que uno realiza y cómo enfrenta las adversidades (si cree que puede es posible que se esmere hasta el final para alcanzar los objetivos y busque la manera de superar los contratiempos) y facilita la concentración (porque minimiza las dudas, uno permanece focalizado en lograr la meta).
A su vez, de esta manera disfruta más de lo que hace (en lugar de sufrirlo con la angustia de si va a estar a la altura), se expone a desafíos que lo van a ayudar a crecer (elige metas difíciles pero alcanzables), acepta los errores como parte del proceso de mejora (no se martiriza con ellos) y toma las criticas como oportunidades de crecimiento (en lugar de sentirse atacado o rechazado).
Todo esto lleva a que uno juegue suelto, actuando de la mejor manera posible ya que, como en el fondo tiene la creencia de que las cosas van a salir bien, solo se focaliza en actuar.
Suele ser preciso realizar algunas aclaraciones cuando se analiza este concepto. La primera es la diferencia con autoestima. Autoestima tiene que ver con la valoración que hacemos de nosotros mismos como personas, se refiere a lo que somos. Autoconfianza, en cambio, se vincula con el de certeza que tenemos de poder lograr o hacer algo, se relaciona con lo que hacemos. La autoestima parte de la imagen que tenemos de nosotros mismos (como me defino en aspectos como el físico, la personalidad, lo social, entre otros: alto, bajo, flaco, gordo, lindo, inteligente, divertido, introvertido, tranquilo, hábil, torpe, etc.) y depende de cómo evaluamos esas características (si me parecen positivas o negativas) en relación a un estándar ideal (si estoy cerca de mi parámetro voy a tener una autoestima más saludable). La autoconfianza, en cambio, se basa simplemente en si creo que puedo hacer algo o no.
Otros conceptos que resulta conveniente precisar son la falsa confianza y el exceso de confianza. El primero básicamente es que el jugador actúa como si tuviera toda la confianza del mundo, pero es solo para enmascarar la poca confianza que en el fondo siente. Un jugador como estos muchas veces hace un alarde exagerado de cuánto cree en sí mismo, inflando sus logros ante los demás, muy probablemente para no mostrar señales de debilidad en un ambiente como el deportivo en el cual se suelen condenar las muestras de inseguridad. Las personas con falsa autoconfianza tienden a buscar constantemente que refuercen sus logros y ante los demás presentan un discurso agrandado, pero procuran evitar situaciones comprometidas (donde su capacidad realmente será puesta a prueba), tienen baja tolerancia a la frustración y siempre tienen excusas y justificaciones a mano para explicar sus errores y deficiencias.
El exceso de confianza, por el contrario, es algo que puede darse cuando la persona realmente está convencida de que el desafío no está a la altura de su capacidad, entonces entra sobrando la situación, no se prepara ni se concentra adecuadamente, no realiza el esfuerzo suficiente, etc. Lógicamente, esto va a llevar a que no rinda de acuerdo con su potencial y, posiblemente, que se vuelva a casa con un resultado inesperado.
Acá el secreto desde el lado el entrenador, por ejemplo, si se va a jugar contra un rival que parece muy accesible y se percibe el riesgo de que el equipo se confíe en exceso y se relaje, es plantear un desafío que sea atractivo para los jugadores. Por ejemplo, realizar cierto esquema de juego en particular, poner como meta bajar el porcentaje de errores, implementar algo que se viene trabajando, etc. Transmitir la idea de que, «a nosotros nos encanta el vóley y nuestro objetivo es jugarlo de la mejor manera que podamos, acá vinimos a hacer eso.» De esta manera se saca el resultado de la ecuación (que es lo que invita a no esmerarse lo suficiente) y se focaliza en objetivos de juego o de mejora (que resultan atractivos y aumentan la motivación).
La situación puntual recién planteada era frente al exceso de confianza, pero, ¿qué rol puede tomar el entrenador para desarrollar y fomentar la autoconfianza en los jugadores con los que trabaja?
Relación
La relación con el entrenador, particularmente en deportistas mujeres, suele ser una piedra basal de la autoconfianza. Un entrenador que es hipercrítico, que solo marca los defectos y nunca las virtudes y progresos, difícilmente vaya a ayudar a los jugadores a construir su autoconfianza. Más bien, va a despertar dudas y miedos (hacia el entrenador y en sus propias capacidades). Además, el uso excesivo de castigos y reprimendas deteriora la relación con ellos. Entonces, si se sienten apoyados, comprendidos y que la relación aporta un espacio seguro para consultar y plantear dudas sin tener temor a ser juzgados, van a tener una base sólida sobre la cual desplegar su propia confianza.
Por otro lado, si los jugadores creen en su entrenador y en su método, van a confiar en que están adecuadamente preparados para los desafíos que enfrenten. Por ello la convicción y la coherencia del entrenador también van a impactar sobre esta actitud.
Plantear desafíos óptimos
Como se señaló anteriormente, la idea es establecer metas difíciles, que los jugadores realmente deban dar todo de sí, pero que sean alcanzables. De esta manera van a experimentar sensaciones de logro al conseguirlas (se van a sentir exitosos) y así pueden construir su autoconfianza. La pauta general es orientarlos a que conozcan hasta dónde pueden llegar y plantearse desafíos acordes. Los logros previos son un pilar básico para la autoconfianza, pero no sólo hay que obtenerlos, sino que también es importante reconocerlos, como plantea el siguiente punto.
Reconocerse méritos
Es indispensable que el deportista se dé crédito por sus logros. A veces las personas alcanzan alguna meta o hacen algo bien y se quitan el mérito, minimizan la dificultad o se convencen de que salió de casualidad. Si tuvieron una gran actuación es importante reconocer y valorar qué hicieron ellos para que eso resultara así y aceptar que fue su esfuerzo, su aptitud, su determinación, lo que hizo que eso saliera de esa manera. Obviamente, a nadie le agradan los presumidos, pero en lo más íntimo de su persona, el jugador necesita reconocerse sus logros y virtudes para construir confianza.
Igualmente, ante las decepciones también es importante hacerse cargo, reconocer qué parte les toca y aprender las lecciones que eso les deja. ¿Qué se hizo mal? ¿No se esforzó lo suficiente, no cumplió el plan de juego, tomó algunas decisiones erróneas? De esas cosas puede aprender para la próxima. Acá lo que es necesario evitar es cuando la persona se ataca a sí misma («¡soy un %$@#&%!»). Describirse como cobarde, vago, pecho frío, inepto, etc., solo perpetúa ese concepto y aumenta las posibilidades de que actúe según esa autoimagen. La idea es que apunten a conductas y actitudes específicas que pueden cambiar en la próxima ocasión y no a cuestiones globales o de personalidad que son mucho más difíciles de modificar.
Modelar una perspectiva positiva
La forma en que el entrenador encara los desafíos y reacciona ante los errores va a ser un modelo que los jugadores van a tomar para enfrentarse a lo que les toca. Si el entrenador transmite temor ante un rival, extendiéndose largamente sobre las virtudes del mismo, difícilmente los jugadores entren a jugar con confianza. Obviamente, hay un lugar en el análisis previo para el estudio del rival, pero es preferible que el eje esté en las soluciones y virtudes que tiene nuestro equipo para superarlas y en el plan de juego. La idea en general detrás de esto es que valoren sus fortalezas y lo que van a hacer, más que estar pendientes de lo que el rival tenga.
En esta línea también va a ser importante el feedback que emplee el entrenador. Se suele señalar, como una regla común, que los entrenadores hagan al menos tres comentarios positivos al jugador por cada crítica que realicen. Así, además de darle confianza al jugador de manera directa también moldean una forma de verse a sí mismos. Obviamente, en general, va a ser más fácil influir sobre una mente más joven.
Los jugadores, por su parte, pueden emplear un tipo especial de autodiálogo, que se suele denominar autoafirmaciones. Estas son mensajes breves (frases o imágenes) que nos decimos a nosotros mismos. Un uso es el de potenciar nuestra autoconfianza y cómo nos sentimos, por ejemplo, «lo puedo hacer,» «voy a lograrlo,» «soy un gran defensor,» «tengo muchos recursos,» «lo voy a superar,» etc. La manera en que se hablen a sí mismos va a impactar enormemente en su autoconfianza y por eso también es importante el rol del entrenador moldeando la visión de sí mismos que los jugadores tengan.
Exigir y dar responsabilidades
Al exigir a los deportistas, los entrenadores transmiten la idea de que «ustedes pueden,» ya que habitualmente, uno le exige más a quien espera que dé más. Lo mismo con dar responsabilidades. El mensaje subyacente es que lo hago porque estoy convencido de que lo pueden hacer satisfactoriamente. Si canto la jugada para que vos definas el set es porque sé que lo vas a hacer.
Actuar con confianza
El entrenador también puede vigilar la postura corporal que adoptan los jugadores (además de modelarla). Si un jugador actúa vencido (arrastra los pies, baja los hombros, encorva la espalda, agacha la cabeza), es mucho más difícil que sienta confianza. Es como un circuito que se forma. Al jugador le sale algo mal, esto afecta su autoconfianza, a su vez esto impacta en su postura corporal. Consecuentemente, esta postura corporal informa a la mente «estás derrotado, no hay vuelta atrás.»
Aunque está basado en una técnica que se emplea tradicionalmente en la actuación, cada vez se encuentra más apoyo científico a la idea de que la actitud corporal impacta sobre las emociones y sensaciones que se generan en el cerebro. Entonces, se puede recalcar a los jugadores que actúen la confianza aunque no la estén sintiendo. Si las cosas no están saliendo bien que no acusen el golpe, que proyecten una imagen de serenidad y convicción. No para los rivales, los compañeros ni para el entrenador, sino para sí mismos.
Como se vislumbra a lo largo de este artículo, la autoconfianza se construye, y en esta construcción los entrenadores tienen un rol importante, actuando como modelos, pero también impactando de forma más directa a través de sus conductas. Lamentablemente, suele ser mucho más fácil destruir confianza que construirla, hay entrenadores que parecen expertos en eso. Sin embargo, ayudar a los jugadores a desarrollar una robusta y saludable autoconfianza es otro desafío que los verdaderos líderes aceptan con orgullo.
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Éste artículo fue publicado originalmente en Volley Attack!
Carlos Giesenow
Licenciado en Psicología por la UBA con estudios de posgrado en Psicología clínica y Psicología del deporte. Ha trabajado con deportistas de alto rendimiento de selecciones nacionales de Argentina y colabora con el Servicio de Psicología del deporte en el CeNARD. Director de Cima Performance, asesor de Mario Crisci Golf Academy, fue miembro del Departamento de Psicología Deportiva del Fútbol Amateur en la Asociación Atlética Argentinos Juniors y actualmente integra el cuerpo técnico de las Selecciones Juveniles y Menores de la FeVA. Cuenta con experiencia docente en diferentes universidades de Argentina, integró la Comisión Directiva de la APDA y es miembro de la AASP. Realiza presentaciones en congresos, capacitaciones para distintas federaciones deportivas y talleres de capacitación y entrenamiento en el ámbito corporativo. Es autor de los libros Psicología de los equipos deportivos (2007) y Entrenando tu fortaleza mental para el deporte (2011).