La exagerada cantidad de competencia que le estamos dando a veces a los jugadores, atenta contra el desarrollo del jugador mismo. Me parece que está sobrevalorado el tema competición en un proceso de desarrollo, si es que alguien piensa en eso.
El chico de veinte años que más partidos jugó, jugó 180 partidos en el año entre la Liga Junior, la Liga de Desarrollo, la Liga Nacional, la selección de su ciudad, la selección de su provincia, la selección de su país. Por lo tanto si contemplamos, por lo menos, cada dos partidos un día de descanso, queda nada para entrenar.
¿Vos qué opinión tenés, el jugador una vez que tiene la estructura le conviene competir, competir, competir? ¿O el día a día del entrenamiento con todas sus fases y menos partidos (que es lo que yo creo) es conveniente?
No, yo creo que tratándose de gente joven es un doble error. Desde el punto de vista deportivo porque necesitan… vos cuando jugás usás lo que hacés mejor
Ahí está…
Y si no entrenás, nunca vas a desarrollar lo que hacés peor. Porque eso es lo que se hace en el entrenamiento. Yo cuando le digo, «vos tenés éste golpe diagonal bueno, entonces ahora, cuando entrenamos con ejercicios no por puntos (yo no hago todos los ejercicios por puntaje porque cuando ponemos puntaje entiendo que quieran ganar) usá más la paralela.» El muchacho necesita entrenar. Jugando, vos jugás la pelota que te rinde más.
Sí…
Éste es el motivo, digamos deportivo, por el cual se necesita entrenar. Hay un motivo, digamos fisiológico, que el jugador… o sea, el ser humano puede hacer algo con mucha intensidad si el tiempo es breve y hay recuperación. Si el tiempo es largo y no hay recuperación, lo que hace es bajar la intensidad.
Si los muchachos juegan tantos partidos hacen lo peor, que es: se adaptan al volumen. Entonces bajan la intensidad… [hace gestos displicentes con las manos] y juegan, ¿viste? Juegan. Pero no juegan «a mil» porque no pueden jugar «a mil,” se dan cuenta que no llegan. Entonces, ahí el cerebro está registrando, haciendo memoria de movimientos, de intensidad, de modos de enfrentar el juego que son deletéreos porque no son de máxima intensidad. Son de media porque se adaptan para no lesionarse; porque la alternativa es lesionarse. O sea, si van «a mil» siempre, se lesionan; entonces, para no lesionarse, bajan.
Y tercero por lo cual no estoy de acuerdo, es que los pibes cuando son jóvenes necesitan también (perdonen la palabra en televisión), «boludear» un poquito.
Sí, ser jóvenes…
¿Viste? No hacer nada. De repente, qué se yo, hablar con un amigo, la «minita,” el librito, la poesía, el disco. Son pibes, viste, no podés tenerlos a un ritmo… Por eso yo insisto con no motivar con las propias motivaciones, porque vos, yo, el «Chapa» [Carlos Retegui] y tantos otros, llegamos a donde llegamos porque somos unos «locos de la guerra.»
Digámoslo: somos unos «locos de la guerra.» Es así. Que sí, hacemos las cosas de la vida pero vóley, básquet, hockey y dale y te vas de vacaciones y estás en la playa y algo mirás, a escondidas pero algo mirás. Y si hay un partido, hoy empieza la World League y a las once de la noche me veo el partido yo, en lugar de irme a dormir.
Ahora, vos no podés pretender tener todo un equipo de «locos de la guerra» y desde chicos. No son todos «locos de la guerra,” a algunos le gusta jugar al vóley, al básquet o al hockey o al fútbol, pero no «locos de la guerra.” Entonces, hay que dejarles el tiempo, después la selección viene sola.
Yo siempre digo, ¿por qué se preocupan tanto por el gran campeón? El gran campeón surge aunque le martilles los dedos todas las semanas. Llega igual. Preocupémonos por los que no lo son. El campeón va a llegar. Si tenemos muchos, el campeón se ve en seguida. Ahora cuando surge un «campeoncito» digamos, que tiene 16, 17 años, te lo hacen jugar en todos lados.
En todos lados…
Y ahí es donde los «quemamos.»
No sólo no le dan tiempo para «boludear» sino que el mismo sistema los lleva a no estudiar.
Claro…
Primero y principal, nosotros no podemos ser cómplices de que un joven no haga [finalice] por lo menos el colegio.
Claro…
Y segundo, si lo queremos ver sólo como un jugador de básquet [y] por eso no nos interesa [su educación], también es un atentado porque si no desarrolla su intelecto… [suspira]
Pero además, ¿por qué creemos que el volumen es tan importante?
Claro…
Lo más importante es la calidad.
La calidad.
Qué importante enseñar a entrenar al equipo. Hay una historia en el básquet, en la Liga, de un entrenador que estaba entrenando una defensa zonal y el mejor tirador era suplente. Entonces, jugaba para los titulares supuestamente del rival, en el entrenamiento. Y estaba enojado por ser suplente.
Así que, entrenando la zona, tira a propósito de tres puntos y dice, «esta zona no sirve.» El entrenador, «no, porque tiene que llegar más fuerte éste y la finta tiene que ser más agresiva y la recuperación y… vamos de nuevo.» Y el jugador, «malo,” da dos pasos para atrás, tira de tres puntos (sabía que por más fintas que hiciera el otro no llegaba) y dice, «tres puntos, esta zona no sirve.» Y así logró esa pelea entre entrenador y jugador, cuando en realidad, si él jugara para ese equipo, yo no defendería zona.
Por eso, saber mostrarle a los jugadores que hay un momento para entrenar un drill que, si es defensivo, el ataque (por más que sean tus propios jugadores) se convierte casi en entrenador de la defensa, o si es ofensivo, la defensa en entrenador del ataque.
Yo hago esas cosas pero muy poco tiempo, muy poco tiempo. Sólo para que se entienda cómo se defiende, como en éste caso, esa situación. Sólo para que se entienda. Después en seguida le creo dos, tres variantes. O sea, ésta, ésta o ésta. A ver cómo la defendemos. O dos, y después tres, y después cuatro. Y tiene que interpretar y resolver, interpretar y resolver. Crear la mayor cantidad de situaciones posibles sin necesidad de llegar al juego, propiamente al juego, donde siempre haya que interpretar la situación y elegir una solución.
Yo hablo mucho de hábitos en lugar de técnica, porque me parece que la habitualidad es clave. Por ejemplo, se supone que entiendo situaciones más que los jugadores, o por lo menos más que el jugador promedio (diría un día Julio Lamas, «che, ‘Manu’ [Emanuel Ginóbili] me parece que sabe más que nosotros de básquet.» [risas] Y le digo, «no tengas dudas, pero estamos hablando de Ginóbili, ¿qué querés?»), pero me parece que el jugador hay cosas que las puede entender pero que si no las tiene hay que trabajarlas, trabajarlas, trabajarlas todo el rato. Ahora, si tengo que elegir por algún lado, elijo la comprensión del juego y decir, «bueno, si sucede esto, la ejecución es así.»
Pero bueno, todas estas cosas tienen que ver con el entrenamiento en sí, en definitiva estamos hablando casi de lo mismo.
Uno lo cambia además constantemente, no sé si te pasa a vos…
A mí, permanentemente…
Yo voy cambiando permanentemente porque veo que una cosa no va y la cambio. El entrenamiento es una búsqueda, no es un mensaje unilateral. Es una búsqueda a ver si funciona que logren hacer ciertas cosas, y hay veces que una cosa no funciona y la dejo y pruebo con otra, eso es constante.
A veces los entrenadores preparamos un plato, sin probarlo se lo damos a los jugadores y el que no lo come con ganas, le decimos a los dirigentes que nos lo cambie, que lo venda. A veces nos falta eso, y eso es producto del poder, de decir, «bueno pero, ¿por qué no le gusta?» Por ahí le puse mucha sal yo…
Pero el poder o el autoritarismo digamos, que es diferente a la autoridad, tiene que ver mucho con la inseguridad, ¿no?
El autoritarismo sí, pero el poder a veces está presente sin autoritarismo.
Ajá…
O sea, la cosa de que yo veo nada más la parte mía, que soy el que dirijo digamos, y no estoy atento a lo que me viene del otro; porque esa es la clave: qué es lo que me viene del otro. Ahora claro, hay veces que tengo que marcar el territorio, porque si no por ahí algún entrenador joven «mete cuchara» y te dice, «ah, bueno…» A veces hay que marcar el territorio y decir, «si pasás de ahí te corto el pie.»
En el entrenamiento (todos los que entrenamos a máximo nivel lo sabemos), hay una cosa que es clave que es la participación del jugador. ¿Se está entrenando él y me usa a mí para entrenarse mejor? ¿O yo los estoy entrenando y me hacen caso porque yo soy el que manda, que si no, no lo pongo en el partido?
Si yo logro que ellos se entrenen, que participen, que sepan por qué se hacen las cosas… Yo a veces los engaño, les hago hacer una cosa que es una «taradez» y si la hacen me enojo como una bestia. Les digo, «¿por qué hicieron esto?» «Y porque lo dijo usted.» «Pero esto es una ‘taradez,’ no tiene ningún sentido lo que les dije de hacer.» Por ahí hay uno que me dice, «Míster, ¿por qué nos hace hacer esto?» No que me diga que es una «taradez» porque no se anima un pibe, pero sí, «¿por qué hacemos esto?»
Claro, «¿a dónde va esto?«
«Que no tiene nada que ver con el juego, con nada, ¿por qué lo hacemos?» ¿Por qué hacen cualquier cosa? Y bueno, porque ponen el piloto automático y van… Y no, eso no sirve, es mejor entrenar menos pero con mucha participación.
La cosa de escuchar creo que es más que importante. El tema de escuchar a la propia pareja, de escuchar la opinión del que la piensa diferente. A nosotros nos gusta escuchar mucho al que la piensa igual, y escuchando al que la piensa igual uno no aprende nada. Incluso escuchar para ganar, no escuchar por una cosa, digamos, de valor moral absoluto. No, no, yo quiero lograr algo con el equipo, tengo que escuchar para convencerlo.
Convicción o imposición
Es necesario que se entienda y que sepa para qué juega, para qué hace las cosas que tiene que hacer o para qué le pide el entrenador que haga equis jugada o equis defensa. Si no la entiende, no entiende para qué está jugando al básquet.
—Leonardo Gutiérrez, ex-jugador de la Selección Argentina de básquet.
Hay que creer mucho en el entrenador para que venga y te cambie tu forma de jugar, por ejemplo. Cualquier cambio en la vida, más allá del tenis, siempre hay dudas y miedos y todo, y en el tenis pasa lo mismo. El tema es que, cada pelota que te venga al revés después tenés que decidir en vez de tirarla a dónde la tirabas siempre, tirarla al otro lado. Creo que ahí es muy importante que el que te entrena te convenza de que lo que vas a hacer te va a servir mucho.
—Diego Schwartzman, tenista.
El convencimiento para mí es lo más importante. Aprendí a ver el fútbol diferente, desde lo táctico, el juego posicional, a no correr por todos lados por correr y saber moverme, esperar el momento justo. Eso me lo permitió el escuchar al técnico.
—Juan Sánchez Miño, jugador de Independiente.
Uno imponer, creo que es muy a corto plazo. Es el convencer al jugador, y uno como jugador lo sabe leer: el entrenador que realmente te convence porque las cosas pasan como dice o al que por ahí tira a ver qué pasa.
—Pedro Ibarra, capitán de Los Leones.
Yo estoy convencida que es por ejemplo. La imposición ya no sirve, a esta altura de la vida ya no sirve. El ejemplo de arriba hacia abajo creo que es fundamental. Sin dudas, es por convicción.
—Paula Casamiquela, entrenadora de vóley.
En mi caso a mí me gustan las dos cosas. Cuando el entrenador te quiere convencer, vos pensás que te quiere convencer para «favor personal.» Cuando te quiere imponer, él quiere que yo haga lo que él quiere y no lo que yo quiero.
—Luciano De Cecco, capitán de la Selección Argentina de vóley.
Cuando el entrenador impone cosas sin explicarlas se crea una situación de cortocircuito en el que el jugador, en el momento en que está haciendo las cosas puede tomarlo positivamente.
—Facundo Conte, jugador de la Selección Argentina de vóley.
«Yo juego al vóley de esta manera porque yo jugué, hice y gané…» Muchos ex jugadores que son entrenadores tienen ese problema. A mi me importa cuánto ganaste pero no me lo tenés que refregar en la cara todos los días porque, si vos lo hiciste fácil no quiere decir que yo lo haga también igual de fácil.
—Luciano De Cecco, capitán de la Selección Argentina de vóley.
Es importante que él crea en lo que está haciendo y que esté convencido en eso, por más que yo piense que es mejor de otra manera. Pero que un entrenador venga y te explique y te muestre, «mirá, hacemos esto por esto, por esto, por esto…»
—Facundo Conte, jugador de la Selección Argentina de vóley.
Me parece que un entrenador debe que explicar porque se tienen que hacer las cosas. Julio [Velasco] lo explica todo el tiempo por qué se hacen las cosas. En ningún momento dice, «esto se hace porque yo me llamo Velasco» o «esto se hace porque yo me llamo Ferraro.» Se hace porque a nosotros nos parece que éste es el camino. En el caso de nuestra selección las cosas se dicen, se plantean todo el tiempo, no hay interrogantes.
—Hernán Ferraro, asistente de Julio Velasco en la Selección Argentina.
Yo creo que Julio Velasco impone mucha autoridad su presencia y su forma de comunicar, pero al mismo tiempo es tan profundo el conocimiento, la autoridad que tiene la palabra, que vos sabés que es el camino.
—Martín De Rose, periodista deportivo especializado en vóley.
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Esta entrevista se emitió originalmente en DEPORTV
Sergio Santos Hernández
Sergio Santos Hernández es un entrenador de básquetbol profesional de origen argentino. Como entrenador principal ganó numerosos títulos a lo largo de su carrera, incluyendo 6 campeonatos de la LNB, 3 Copas Argentinas, un Campeonato Sudamericano de Clubes, una Liga Sudamericana y 2 campeonatos de la Liga de las Américas. Fue entrenador principal de la selección masculina de Argentina entre 2005 y 2010, participando en los mundiales de 2006 (4º) y 2010 (5º), el FIBA Diamond Ball 2008 (campeón) y en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008 (3º). Deja la selección argentina en 2010, pero regresa como entrenador asistente para los Juegos Olímpicos de Londres 2012. Posteriormente regresó como entrenador principal de Argentina para el Campeonato FIBA Américas de 2015 (2º), los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016 (8º), los Juegos Panamericanos 2019 (medalla de oro) y la Copa Mundial 2019 (2º). En 2018 se desempeñó como conductor del programa de televisión Entrenadores, en el cual entrevistó a destacados colegas del deporte argentino.